Baires Para Todos

Empantanados

Quien gane en 2023 no podrá sacar leyes sin acordar con Milei, a cuya base solo la une el desprecio a la casta.

0-30-20. Esos son los resultados punto más punto menos que ofrecen las encuestas de opinión frente sobre a quién votaría en las presidenciales de 2023: 40% Juntos por el Cambio, 30% el Frente de Todos, y 20% La Libertad Avanza.

Falta mucho, muchísimo, cien años en la temporalidad argentina. Pasa de todo en la vertiginosidad a la que el país nos tiene acostumbrados. Sin embargo, la política parece detenida en el tiempo. Aquellos valores se vienen manteniendo estables a lo largo del año, con la excepción del momentáneo derrumbe de Javier Milei tras meterse en el confuso laberinto de la compraventa de órganos humanos. Superado ese trance volvió a sus guarismos anteriores esquivando la posible cancelación por parte de sus seguidores y mostrando un núcleo más consistente de lo que podía parecer.

Todos o algunos. El posible piso del 30% del Frente de Todos, es sorprendente porque se sostiene a pesar del gobierno anodino, presidido por alguien que hizo de la displicencia un estilo de gestión. Pero al contrario de lo que pasa en otras latitudes, aquí el oficialismo no se derrumba completamente. Sergio Massa lo entendió perfectamente: muy probablemente hubiese querido arriesgar más: liberar los precios, bajar impuestos, eliminar estructuras de adorno en el Poder Ejecutivo son medidas que podrían estar en su plan en otras condiciones. Quitar el cepo, o al menos desdoblar el tipo de cambio, es la herramienta clave si se pretende ganar las elecciones. Pero no hay tiempo, la trayectoria del segundo macrismo (2018-2019) más el errático guzmanismo lo hace profundizar los controles de cambio, intentando ordenar algo que se desordena desde su enunciación, el cepo fue una máquina enorme de negocios espurios.

Pero sin metáfora, con una devaluación del 50% (que era la apuesta de los operadores económicos) el riesgo de una hiperinflación se orilló en el horizonte y eso lo hizo elegir el camino del empedrado, un pragmatismo incómodo. Hoy y en estas condiciones la inflación es irreductible, como lo dejó planteado en la presentación del presupuesto en la Cámara de Diputados. Por eso la expectativa electoral es modesta: ¿y si en vez de 30 es 32? En 2021 el Frente de Todos sacó el 35% contra el 48 que consagró a los Fernández. Perdió 13 puntos, ahora arriesga perder cinco más. ¿Hay lugar para el milagro? Ahora, ¿de qué se compone el 30% del FdT? Un 20% voto duro cristinista y un 10% que mezcla peronismo clásico con gente que no quiere que vuelva Macri. También el voto duro de Cristina se ha ido reduciendo a la par de los problemas económicos y la falta de soluciones.

Detenidos en el tiempo. El 40% de JxC parece ponerlos en rumbo a la Casa Rosada (si no surgiera un cisne negro, como una ruptura radical). En algún punto parece que diera lo mismo cualquier candidato, sin embargo, el 40/30 es el límite entre ganar en primera vuelta o en ballottage, ahí sí las sutilezas marcarán diferencia. Pero este 40% significa menos de tres puntos que en 2021. Es decir, está lejos de generar entusiasmo el retorno de un nuevo gobierno cambiemista y más lejos todavía marcar el Gran Cambio que legitime electoralmente el programa de reforma radical que preparan las usinas de la formación de centroderecha. Si en 2015 Macri era una incógnita total, hoy dejó de serlo. Por su parte, el voto de JxC se compone del 20% de voto duro conservador de raíz antiperonista, un 10% de voto radical y un 10% flotante que no votaría nuevamente por una opción peronista.

Con estos guarismos, JxC estaría lejos de una mayoría clara en ambas cámaras. Por el peronismo se vencen mandatos de 68 diputados y por Cambiemos 52 sumando a todo el interbloque. El FdT puede perder más de 25 diputados ya que se renuevan en base a la excelente elección de 2015, mientras que JxC quizás perdería un par, esta situación pondría en ventaja relativa a JxC, aunque necesitará alianzas para votar por ejemplo a los ministros de la Corte Suprema. En la Cámara de Senadores la situación es otra. Hoy sin contar los aliados, el peronismo tiene dos senadores más que JxC. Entre los senadores renuevan las provincias de Jujuy, San Juan, Misiones, Buenos Aires, San Luis, Santa Cruz, Formosa y La Rioja. En las cuatro últimas se puede descartar el triunfo del FdT (aunque habrá que mirar la situación de San Luis con lupa). En Jujuy y Misiones se pueden descontar triunfos de JxC, también San Juan puede ser favorable para los amarillos. Hasta aquí en base a estos pronósticos el peronismo obtendría en siete provincias 11 senadores y Juntos por el Cambio 10. De aquí que se deduzca que provincia de Buenos Aires será clave también para la categoría de senador, pero, aunque la fórmula presidencial del peronismo caiga derrotada, el peronismo podría conservar el control de la Cámara alta.

El enojo que avanza. Hasta ahora el análisis se enfocó en el 70% del electorado que se orienta a las facciones clásicas que dividen la política argentina desde hace dos décadas, o mucho más si pensamos a Cambiemos como una continuidad de la UCR. Pero el peso de la tercera fuerza protagonizada por Javier Milei no puede ser subestimado ni en el caso de un ballottage (¿llamaría a votar en blanco?) ni por su nueva bancada, que podría superar los treinta miembros. La experiencia más cercana a esto podría datarse en 1995, cuando mientras Carlos Menem ganaba la reelección con casi el 50%, el Frepaso sacaba el 21% pero a costa de la UCR.

En 2023 el futuro presidente o presidenta no podría sacar una sola ley sin acordar con la bancada de Milei, sobre todo si esta encontrara algún método para no desarmarse en el camino. Quizás si Argentina tuviera un modelo parlamentario, la diferencia podría negociarse de otro modo, pero también pondría a Milei más cerca que nunca del Ejecutivo, como ocurre en la Italia de Giorgia Meloni. Pero lo particular del caso es que las únicas cosas que unifican a la base electoral de Milei es la bronca y la extraña convicción de que el kirchnerismo y el macrismo son lo mismo, son la casta. Un grupo poco adepto al consenso tan requerido.

Por Carlos De Angelis – Perfil