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Qatar 2022, un mundial manchado por el abuso a trabajadores migrantes

Cerca de dos millones de personas provenientes de países como India, Bangladesh, Nepal, Kenia o Filipinas han sido las encargadas de construir y proveer de servicios a las faraónicas infraestructuras de este mundial de fútbol. Sin embargo, detrás de esto, hay decenas de miles de casos de abusos laborales, condiciones infrahumanas de trabajo y una cifra escandalosa de fallecidos que varias oenegés denuncian, pero que las autoridades qataríes niegan. 

El balón está a punto de echar a rodar para dar inicio al Mundial de fútbol de Qatar 2022. Sin embargo, tras la celebración de la máxima competición del deporte rey existe una gran polémica en torno a las condiciones laborales de los trabajadores que han hecho posible que esta pequeña nación pueda albergar un acontecimiento de semejantes proporciones. Algo que se suma a las denuncias por las violaciones a derechos humanos básicos que comete el emirato qatarí, pero que no ha impedido que se celebre el evento.  

Qatar, una nación que tiene la mitad de territorio que El Salvador, será el primer país de Medio Oriente en albergar la cita mundialista. Esto no sería imaginable si no fuera por la enorme influencia económica y política que tiene gracias a la extracción masiva de petróleo. Un poder monetario que, por supuesto, han querido reflejar en cada una de las impresionantes infraestructuras que albergarán este mundial.  

Los proyectos han necesitado prácticamente en su totalidad  mano de obra migrante. Se estima que entre un 90 y un 95% de los trabajadores que han participado en la construcción de estas instalaciones, como el Estadio Internacional Khalifa, son extranjeros.  

En total, se trata de cerca de dos millones de personas procedentes de los estratos más bajos y empobrecidos de naciones como India, Bangladesh, Nepal, Kenia, Filipinas o Indonesia. Trabajadores que se han encontrado con condiciones infrahumanas por parte de sus empleadores amparadas por Qatar.

Kafala, el sistema de empleo que ha “esclavizado” a miles de trabajadores 

Cuando Qatar fue designado en diciembre del año 2010 como la sede del futuro mundial de 2022, este país -que apenas cuenta con 300.000 personas de nacionalidad qatarí- necesitó a cientos de miles de personas extranjeras que sirvieran como mano de obra para sus grandes proyectos. Una situación que pudo resolver gracias a una forma tradicional de contratación laboral en el mundo árabe: el sistema kafala.  

Según explica David Hernández, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid especializado en Medio Oriente, “el kafala es un sistema originario de la tradición islámica que contempla una relación laboral en la que se necesita un patrocinador o empleador y un trabajador extranjero”. Este contrato ha existido y existe en numerosos estados de la región y consiste en que el patrocinador se compromete con el trabajador migrante a darle un visado, garantizarle un puesto de trabajo, un sueldo y, además, facilitarle un tipo de alojamiento. 

El problema es que tal y como se utiliza en la actualidad en estos países -no sólo en Qatar- el sistema facilita que el empleador tenga prácticamente un control total sobre su trabajador, algo que oenegés como Amnistía Internacional han señalado que es una forma de explotación laboral o incluso “esclavitud” moderna. 

Para la analista de Medio Oriente del medio de comunicación ‘El Orden Mundial’, Natàlia Queralt, “el sistema kafala fomenta esta explotación porque, una vez los trabajadores firman estos contratos, esta ley no les permite abandonar el trabajo y regresar a sus hogares si el empleador no lo permite, además de que tampoco tienen la libertad de cambiar de empresa o de protestar, ya que los derechos sindicales son inexistentes en Qatar y están prohibidos”.  

Amnistía Internacional y Human Rights Watch denuncian que muchos se aprovechan de este marco legal para dar unas condiciones básicas denigrantes. Hay trabajadores que han vivido durante meses en espacios extremadamente pequeños, hacinados en campamentos en el extrarradio de las ciudades con malas condiciones higiénicas, trabajando 16 horas diarias -cuando el máximo debería haber sido 8 horas- y en condiciones climáticas de calor extremo, donde fácilmente se podían superar los 50 grados centígrados en los meses de verano.  

Hernández destaca la “invisibilidad” de estos trabajadores. “Durante meses viven controlados por sus empleadores y se desplazan a su lugar de trabajo en buses proporcionados por la empresa para que luego de largas jornadas extenuantes sólo puedan volver a sus alojamientos, donde jamás se les permite salir a nada. Estos trabajadores prácticamente no interactúan con nadie en el país en el que trabajan”.  

¿Cómo llegan estas personas a trabajar en Qatar? 

En muchas ocasiones, el contacto entre los empleados y los empleadores en Qatar no existe y es aquí donde entran en acción numerosas empresas intermediarias que se encargan de reclutar a personas que puedan servir como mano de obra en India, Nepal, Bangladesh o Filipinas a cambio de una comisión.  

Amnistía Internacional pudo averiguar que algunos trabajadores se endeudan desde un comienzo con estos intermediarios para poder ir a trabajar a Qatar con el sueño de que su salario será mucho mejor que en sus países. Esta organización reportó que estas deudas oscilan entre los 500 y los 4.300 dólares, cifras muy elevadas para personas de muy bajos recursos.  

Las empresas intermediarias recurren en varias ocasiones a mentiras para poder contratar al mayor número de personas posible. Mentiras que van desde un sueldo más alto que el real a condiciones laborales óptimas. 

Según retrata el periodista deportivo y autor del libro ‘Qatar: Sangre, dinero y fútbol’, Fonsi Loaiza, “estos trabajadores se encuentran con la realidad una vez que llegan a Qatar. Allí ven cómo, en algunos casos, les retienen el primero de sus salarios, una vez los cobran son inferiores a lo prometido y si protestan tienen el riesgo de salir deportados”. 

Por eso, tal y como señala Júlia Codina, analista en cooperación internacional, ayuda humanitaria y conflicto cualquier tipo de protesta o reacción por parte de los trabajadores es muy complicada. “Si al férreo control de la información y las leyes dentro de Qatar le sumas la alta necesidad de estas personas por dar de comer a sus familias a través de las remesas de lo poco que puedan ahorrar, te encuentras con que la capacidad de actuación de estos trabajadores es muy limitada”.  

Una explotación que lleva a la muerte: la guerra de cifras 

La cifra que escandalizó al mundo en febrero de 2021 fue la lanzada por el diario inglés ‘The Guardian’ en un artículo investigativo en el que indicaba que el total de trabajadores muertos desde 2010 en Qatar rondaba los 6.500. En el artículo, los periodistas indicaron que los datos se obtenían tras el recuento de las actas de defunción en los países de origen de estos migrantes. 

El desglose de ‘The Guardian’ indicó que entre los años 2010 y 2020 murieron un aproximado de 2.711 trabajadores de India, 1.641 de Nepal, 1.018 de Bangladesh 824 de Pakistán y 557 de Sri Lanka, aunque el mismo diario admite que los números podrían ser más altos.  

Las autoridades qataríes rechazan tajantemente estas cifras. Desde Doha apenas contabilizan 34 muertes de forma oficial, de las cuales solamente atribuyen tres a un accidente laboral, mientras que el resto de muertos son por lo que llaman “causas naturales” o “paros cardíacos”.  

Natàlia Queralt asegura que esta terminología es muy ambigua y “sorprendente” especialmente porque “la mayoría de los migrantes son personas jóvenes y antes de viajar a Qatar tienen que pasar un control de salud. La fuerza laboral que llega está en perfectas condiciones de salud. Entonces aún resulta más chocante que las causas de estas muertes sean naturales o fallos cardíacos”.

Amnistía Internacional y Human Rights Watch afirman que sus conteos están más cerca de lo reflejado por ‘The Guardian’ y apuntan a que esto se debería a las pésimas condiciones laborales que han soportado estas personas, al tener que trabajar con más de 50 grados de temperatura, durante extensas jornadas laborales, sin apenas protección básica en las construcciones y sin poder tener una correcta alimentación e hidratación.  

La Organización Internacional del Trabajo (OIT), un organismo dependiente de Naciones Unidas, se ha sumado a la denuncia de una cifra de muertes más alta que lo que reflejan las autoridades. En su informe de noviembre de 2021 ‘One is too many’ señalaron que solamente en el año 2020 habrían muerto 50 trabajadores, más de 500 habrían sufrido lesiones graves y alrededor de 37.600 moderadas o leves. 

El lavado de imagen, una cuestión capital para Qatar 

Para Qatar, la celebración de un evento como un mundial de fútbol es importante desde el panorama geopolítico, el comercial e incluso el de su propia supervivencia como nación soberana. Según explica David Hernández, “Qatar lleva entre 15 y 20 años queriendo convertirse en una potencia regional, pero su mayor desafío es que son un país pequeño rodeado de gigantes como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, naciones que pueden poner en peligro su futuro”.  

Entre 2017 y 2021, Qatar sufrió un aislamiento y bloqueo por parte de las otras monarquías árabes del Golfo Pérsico, lideradas por Arabia Saudita, que comprometió mucho el futuro del emirato qatarí. En este contexto cobra todavía más relevancia la celebración de un mundial de fútbol, ya que reivindica la capacidad organizativa y económica qatarí y su influencia. 

David Hernández sostiene que “el emirato tiene tres grandes frentes que manchan su imagen: las condiciones a los trabajadores migrantes que han construido las infraestructuras del mundial, la relación polémica de Qatar con los derechos humanos -especialmente con la comunidad LGBTI- y la controversia en torno a la corrupción que hubo en el marco de la FIFA durante su elección en 2010”, tal y como destapó France Football.  

El emirato se comprometió a cumplir varios puntos básicos en materia de derechos laborales con la OIT, a suprimir el sistema kafala y a realizar una serie de reformas profundas en la legislación laboral que permita a los trabajadores tener canales de denuncias o un salario mínimo de 1000 riales qataríes o 275 dólares estadounidenses. Sin embargo, Amnistía Internacional sostiene que, en vísperas del inicio del campeonato mundial, estas reformas han seguido sin aplicarse en la práctica en muchos casos. 

Júlia Codina sostiene que “estos cambios se anunciaron de una forma muy altisonante por parte de la OIT y, especialmente, de la FIFA, pero en realidad han constituido un lavado de cara a la imagen de Qatar ante el público que, además de ser una medida cosmética que no se ha materializado en la práctica en favor de los trabajadores, ha llegado extremadamente tarde. Recordemos que las reformas se completaron en 2020 y el mundial se anunció en 2010”.  

Y, de hecho, como comenta Fonsi Loaiza, “estas reformas no han servido para aclarar el número de muertos y no han evitado que cuando varios trabajadores salieron a protestar para exigir el pago de sus salarios, estos fueran detenidos y deportados”.  

Además de estos compromisos con la OIT, Qatar ha invertido mucho en un proceso de blanqueamiento mediático de cara al mundial. David Hernández recuerda que Qatar “posee uno de los mayores canales informativos del planeta, la televisión Al-Jazeera, la más vista en el mundo árabe y que tiene una proyección para esa región y para el resto del mundo con su versión en inglés, que no siempre mantiene la misma línea editorial que la versión en árabe y muestra una perspectiva más adaptada al marco occidental”.  

A esto hay que sumar que Qatar es consciente que, una vez comience el mundial la imagen de los futbolistas y entrenadores más importantes del mundo estará ligada a su país. Además, como afirma Hernández, “esta nación también ha invertido gran cantidad de sumas de dinero en diferentes ámbitos durante los últimos años. Fondos soberanos qataríes son dueños del París Saint-Germain, han patrocinado al FC Barcelona o han invertido en medios de comunicación europeos”.  

El profesor de la Universidad Complutense destaca que “Qatar se ha sabido mover muy bien a pesar de las polémicas y las críticas al invertir en ámbitos muy importantes que le han labrado una imagen positiva”. Y destaca que esto es una “gran victoria” para el emirato, porque sabe que “una vez empiece a rodar el balón se hablará en los medios sobre su mundial, y la cuestión de los derechos laborales quedará en un segundo plano”.  

El papel del FIFA en este mundial 

En esta situación han sido muchas las voces que han exigido el boicot del mundial y han culpado a la FIFA, el organizador de este evento, de aceptar que se celebre en Qatar por cuestiones económicas. En lo referente a los migrantes, Human Rights Watch escribió una carta conjunta a Gianni Infantino, presidente de la FIFA, para que esta organización indemnizara a las familias de los trabajadores fallecidos y a aquellos empleados que hayan sufrido explotación o no hayan cobrado sus salarios.  

La analista en cuestiones de Medio Oriente, Natàlia Queralt, destaca “el silencio” constante de la FIFA ante estas denuncias, afirmando que “en todo momento han intentado vender este mundial como una oportunidad positiva y nunca con una mirada crítica hacia lo que estaba pasando”. 

Júlia Codina, por su parte, lamenta que “aunque hayan existido protestas contra el Mundial de Qatar, estas han tenido más que nada un carácter simbólico que en ningún momento han llevado a plantearse a la FIFA suspender esta edición para jugarla en otro lugar”. Además, recuerda que “el carácter privado de esta organización hace casi imposible que se puedan dar esas indemnizaciones. Ellos se van a escudar en que las condiciones de los trabajadores son responsabilidad de Qatar”.  

Queralt, por su parte, recuerda el carácter de “negocio” que tiene el fútbol y que esta institución “no se ha caracterizado por defender los derechos humanos a lo largo de su historia”. Tanto ella como David Hernández ponen de ejemplo la celebración de mundiales en la Italia fascista de Benito Mussolini en 1934, bajo la dictadura militar argentina de Jorge Rafael Videla en 1978 o en Rusia en el año 2018, una nación que también se caracteriza por la falta de derechos hacia las personas LGBTI+.  

La FIFA tiene muy clara su posición respecto a Qatar, que no es otra que aprovechar la gran oportunidad económica y publicitaria que se abre en el que será el primer mundial celebrado en Medio Oriente, un mercado con una gran cantidad de público potencial que además da garantías de poder organizar competiciones en escenarios espectaculares. Algo que ha hecho que este mundial se vaya a realizar a partir de este 18 de noviembre. La duda está ahora si en algún momento se llegará a saber el número de víctimas total de estos 12 años, o si el hermetismo del emirato hará que quede en el olvido tras la competición. 

Por Álvaro Cordero-France24