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Marina Silva, la guardiana de la selva amazónica

Nació en el corazón de la Amazonía brasileña, donde la deforestación acaba de batir un récord para el mes de febrero. Figura emblemática de la ecología en Brasil, Marina Silva es la ministra de Medio Ambiente del Gobierno Lula. Un cargo que ya había desempeñado entre 2003 y 2008.

Detrás de su apariencia sobria y de su personalidad discreta hay una mujer de 65 años con una trayectoria deslumbrante. Del analfabetismo al Ministerio de Medio Ambiente, pasando por el activismo, Marina Silva se ha convertido en una figura emblemática de la lucha medioambiental en Brasil.

Después de cuatro años devastadores para la Amazonía bajo la Presidencia de Jair Bolsonaro, la nueva ministra de Medio Ambiente declaró el pasado 24 de enero que la situación ambiental de su país era “mucho peor” de lo que imaginaba.

Una de las evidencias es que la deforestación de la Amazonía brasileña batió un récord para el mes de febrero. Conocida por su valentía y empeño, Marina Silva se ha asignado una misión: salvar la selva tropical más grande del mundo.

De la miseria a la escena política

Nacida en 1958 en un pueblo remoto de la Amazonía en el estado de Acre (limítrofe con Perú y Bolivia), Marina Osmarina da Silva creció en una familia pobre de once hijos, de los cuales ocho sobrevivieron a la miseria y al paludismo.

Desde los 10 años, trabajó junto a su padre en las explotaciones de árboles de caucho. Su destino dio un vuelco cuando cayó gravemente enferma a los 16 años. Fue enviada a Río Branco, la capital de Acre, para ser tratada en un convento católico.

Fue en esa época cuando aprendió a leer y escribir. Aunque la vida religiosa no la convencía, le permitió descubrir la teología de la liberación, un movimiento de la izquierda católica conocido por su lucha contra la pobreza y las violaciones de derechos humanos.

Diez años después, Marina Silva obtuvo su diploma universitario tras trabajar como empleada doméstica para pagar sus estudios. En 1985 participó en la creación del primer sindicato de trabajadores del estado y se unió al Partido de los Trabajadores del famoso Luiz Inácio Lula da Silva. Dio sus primeros pasos en política junto al activista y defensor de la selva amazónica Chico Mendes. A los 36 años, se convirtió en la senadora federal más joven en la historia del país.

En 2003, el presidente Lula da Silva la nombró ministra de Medio Ambiente. Su presencia en el gobierno produjo un cambio en la política relativa al Amazonas. La deforestación, en ese entonces considerada como necesaria para el desarrollo económico del país, progresivamente empezó a ser percibida como una actividad que acaba con los recursos.

Pero la buena relación con el presidente no duró mucho. En 2008, la ecologista abandonó a su mentor, acusándolo de no haberla apoyado lo suficiente en su lucha. Se unió al Partido Verde en 2009 y al año siguiente presentó su candidatura a la elección presidencial. Fue la gran sorpresa del escrutinio: a pesar de contar con unos recursos muy limitados y de tener poco cubrimiento mediático, recibió casi 20% de los votos, lo equivalente a unos 19 millones de electores.

‘La Obama brasileña’

Tras haber fracasado en el intento por crear su propio partido, Marina Silva pasó a ser la compañera de fórmula del socialista Eduardo Campos, para la elección presidencial de 2014. En agosto, tras la muerte de Campos en un accidente de avión, Silva fue nombrada candidata en su lugar.

Por ser una mujer negra y de orígenes humildes, Marina Silva sacudió la campaña electoral: al encarnar el cambio, quería romper con los partidos tradicionales que dirigían el país desde hace 20 años.

En las intenciones de voto, la defensora del medioambiente competía codo a codo con la presidenta Dilma Rousseff, que se había presentado para un segundo mandato. “No quiero la derrota de Dilma, no quiero la derrota de Aécio (Neves, candidato socialdemócrata)”, afirmó Marina Silva durante un enardecido discurso delante de sus partidarios, unos días antes de la primera vuelta. “¡Lo que quiero es la victoria de Brasil!”.

Archivo: Dilma Rousseff y Marina Silva durante un debate presidencial televisado en Río de Janeiro, Brasil, jueves 2 de octubre de 2014. © Felipe Dana, AP

Algunos veían en Marina Silva a la “nueva Lula”. Otros, a “una Obama de Brasil”. A pesar de haber conquistado el corazón de los electores, Marina Silva lidiaba con muchas contradicciones.

Al haberse unido a las filas de los protestantes evangélicos, algunos temían que la religión interfiriera con su política. Esta madre de cuatro hijos era conservadora en el plano social. Se oponía, por ejemplo, a la legalización de la droga, al matrimonio homosexual y al aborto, aunque precisó estar a favor de un referendo sobre este último tema. Unas posturas demasiado vagas, según sus oponentes.

“¿Cuál es el problema de mi adversaria?”, se preguntaba Dilma Rousseff durante una entrevista. “¡Nunca sé lo que piensa! Porque un día piensa una cosa y al día siguiente piensa otra”. Tras haber obtenido el 21% de los votos la socialista no logró llegar a la segunda vuelta, quedando detrás de Dilma Rousseff y Aécio Neves.

Regreso al gobierno 15 años después

Marina Silva se volvió a presentar como candidata a la Presidencia en 2018, época en la que obtuvo su peor resultado, al alcanzar tan solo el 1% de los votos. Tras cuatro años de mandato populista de Jair Bolsonaro, la deforestación aumentó un 75%.

Un mes antes de la presidencial de 2022 y ante la amenaza de que el expresidente no reconociera los resultados de las urnas, Marina Silva dejó a un lado sus diferencias con Lula. A cambio de su apoyo, obtuvo una serie de promesas en caso de victoria, como la creación de una autoridad nacional de seguridad climática.

Tras un escrutinio apretado, Lula fue elegido por un estrecho margen y Marina Silva regresó al Ministerio de Medio Ambiente, 15 años después de su renuncia.

15 años después de haber renunciado a su cargo bajo el gobierno de Lula, Marina Silva le demuestra su apoyo en vista de la presidencial de 2022. © Andre Penner, AP

El reto que enfrenta Silva como política es grande: aumento de la agricultura intensiva, minería, extracción de petróleo… La Amazonía necesita sanar tras años de maltrato.

La estrategia de la ministra: buscar apoyo entre la comunidad internacional, cuanto antes. Poco más de un mes después de su nombramiento, se entregó a un amistoso abrazo con la ministra francesa de Asuntos Exteriores, Catherine Colonna, que viajó de visita a Brasil.

La ministra brasileña tiene razones para alegrarse: su homólogo francés acaba de anunciarle que París y la Unión Europea tienen previsto contribuir al Fondo para la Amazonía (O Fundo Amazônia). Administrado por Brasil y apoyado principalmente por Noruega y Alemania, Marina Silva reactivó este fondo el día que asumió el cargo, después de que Jair Bolsonaro lo congelara en 2019.

Tras el encuentro con Colonna, Silva prometió que los recursos contribuirán a minimizar la tragedia vivida por los Yanomami. Esta comunidad indígena sufre de desnutrición y de enfermedades infecciosas a causa de la progresión de las actividades de minería ilegal en sus territorios.

El 18 de febrero, Marina Silva publicó en el diario ‘Le Monde’ un artículo haciendo un llamado a la solidaridad internacional. “Ver a los niños del pueblo Yanomami en situación de hambruna demuestra que se trata de un genocidio premeditado”, proclamó junto a un colectivo de personalidades políticas e intelectuales.

Con 65 años, nada parece detener a Marina Silva para salvar su región natal.

Por Barbara Gabel-France24