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Travestis y comedores bendecidos en una peregrinación con la Virgen de Luján y el arzobispo

La prostitución callejera y las drogas son una herida abierta. Télam acompañó la misión callejera de Jorge García Cuerva y peregrinos del Hogar de Cristo que incluyó tres comedores.

Constitución es un barrio donde todo está a la vista. La venta de drogas, la explotación sexual, las extensas filas de las personas sin hogar o pobres de los conventillos para recibir alimento en los comedores. Todo es rápido y ruidoso por decenas de líneas de colectivos, cientos de personas por angostas veredas, con vendedores ambulantes, más cientos de miles de trabajadores que van y vienen segundo a segundo por ser centro de transporte del tren, colectivos y subte, para ingresar, moverse internamente y salir a la Ciudad de Buenos Aires.

La infraestructura de la estación terminal del subterráneo, la plaza Constitución y las paradas de colectivos sea mejorado. Luce mejor. Los patrulleros, el personal policial a pie, están. Pero el barrio sigue con las mismas heridas que son inocultables y que parecen inacabables, que nunca se van a convertir, una marginalidad arraigada al barrio.

“Ver tantas travestis, a la mañana, en el Hospital Moyano me impactó”. Sentir de cerca las heridas, tocar la llaga que deja la explotación sexual, la droga, el alcoholismo, movió al novato arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva, que luego fue acompañado por su segundo, el vicario general de la curia porteña y obispo villero, Gustavo Carrara. Entre ellos nació la necesidad de peregrinar, con la Virgen de Luján, por las calles de Constitución. Entonces convocaron al párroco desde hace trece años de Santa Elisa, Fernando Osti, que sumó a los integrantes del centro barrial del Hogar de Cristo “Negrito Manuel”, ubicado frente a la parroquia sobre la angosta calle Ambrosio Olmos.

Pasadas las diez de la mañana, de este viernes 29 de diciembre, salieron las improvisadas andas y altar móvil con la imagen de la Virgen de Luján (patrona de la Argentina) rodeada de flores. Era la primera peregrinación en el barrio. Es más parece que vino para quedarse. Aunque sea una vez al mes. Se prometieron los peregrinos. Eran cuatro muchachos del Hogar de Cristo quienes cargaron a la Virgen. Salieron de Santa Elisa, Salta al 2200, a seis cuadras de la Plaza Constitución.

Foto Prensa
Foto: Prensa.

Los monseñores responsables de dirigir la poderosa y antigua Curia porteña, García Cuerva y Carrara, se habían colocado unas blancas estolas (como largas bufandas), el cuellito de cura con la típica camisa celeste o gris, unos jeans, ambos anteojos, y calzado oscuro sencillo. El párroco, y guía de la peregrinación, no largaba el parlante y micrófono. Desde ahí salía la prédica para atravesar todo el ruido. A lo largo de la calle Salta recibieron estampitas navideñas, o de Jesús con la Virgen, los comerciantes, las personas que esperaban los colectivos, vendedores ambulantes y hasta quienes pidieron desde los autos.

EL COMEDOR DE MARGA

El pasaje Ciudadela tiene fama y mala. Aunque a mitad de cuadra florece el comedor de Madres de Constitución, luego llamadas Madres de Trata. Funciona hace años en la casa de Margarita Meira (ahora es dueña gracias a la colecta de Santi Maratea). Una decena de voluntarios, casi todas mujeres y algunas de sus hijas con pocos jóvenes, distribuyeron carne de cuadril sin cocinar y paquetes de ravioles. “Nos dejaron la mercadería de todos estos días porque no vuelven a pasar hasta el 2 de enero. Las heladeras no alcanzan. Tenemos que despachar todo”. Explicó la fundadora del comedor y dueña de la casa. Ella salió a la calle a saludar al arzobispo porteño y le pidió ingresar para dar la bendición. El resto de los peregrinos se quedaron en la puerta. García Cuerva entró y saludó a todos con un beso. También en la cocina. Largó un chiste. Una cocinera se alegró al ver al arzobispo cara a cara. En una pared los testigos del encuentro en cuadro: Jesús junto a Evita. “Le pedimos a Dios que bendiga las instalaciones y especialmente a ustedes. Que les siga dando mucha pero mucha fuerza, alegría, no la pierdan” pidió  el arzobispo y las mujeres lo acompañaban con “amén”. Luego arrojó agua bendita. Desde afuera el párroco alentó aplausos para los voluntarios del comedor. Al salir una mujer lloraba desconsolada. Su marido le pega. García Cuerva se lo comentó a Carrara. Hablaron entre ellos para ver qué hacer.    

LAS PRIMERAS TRAVESTIS

La peregrinación cruzó la avenida Garay. De una verdulería los laburantes que descargaban mercadería de un camión se acercan a tocar a la imagen de la Virgen de Luján. Uno le deja una mandarina de ofrenda. La pequeña fruta sigue toda la misión. Hasta el final.

A esa altura de la calle Salta las travestis están paradas por lo general en la puerta de albergues transitorios y hoteles. García Cuerva se acercaba, se presentaba, les daba la bendición, una estampita, y les hablaba. Breves diálogos. Como parte del paisaje estaban, a pocos metros, otros sentados consumiendo drogas o alcohol, que otros peregrinos se acercaron a dar una palabra o sólo la estampita.

En la calle Constitución se caminó dos cuadras hasta el cruce con la calle San José. Allí está el histórico y enorme comedor de la congregación fundada por San Vicente de Paul, el patrono de las obras de caridad. La fila de gente en la vereda, algunos con sus carros para levantar cartón. Se cantó: “María está pasando por aquí”. Los abuelos comiendo adentro, en plato, sentados a una mesa, y más temprano que el resto. Monseñor Carrara impartió la bendición: “Soy el Padre Gustavo y vinimos con el Padre obispo Jorge a visitar y bendecir por la navidad y también desearles un buen año. Bueno que el Señor esté con usted”, y replicaron al unísono los comensales: “y con tu espíritu”. Para seguir el obispo: “Que los bendiga Dios, que su bendición sea consuelo para ustedes, en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén”.

Foto Prensa
Foto: Prensa.

LAS CHICAS DEL CONVENTILLO

De allí se retomó a la parroquia de Santa Elisa, el punto de partida, por la calle Santiago del Estero. Una cuadra antes de cruzar de vuelta avenida Garay dos travestis, de escote exuberante, estaban paradas en la entrada del estacionamiento de un “telo”. Son maduras. Extranjeras, colombianas, y creyentes. Se quedaron hablando bastante y pidieron tocar la imagen de la Virgen. De un hotel conventillo a metros se acerca una abuela. Ella besa con mucho amor a la Virgen de Luján. “Pagamos de 70 a 100 mil pesos la pieza. Son 40. El dueño es argentino. Aquí viven personas de todas las nacionalidades de América. Nosotros ponemos música porque aquí la navidad está muy apagada”. Fue la respuesta a una pregunta del arzobispo. Al irnos el clérigo me habló de un concepto que lo anda rondando: “La pobreza de cemento. Que se esconde. Es mucho más difícil de ver, por eso necesita otro abordaje”. La miseria se oculta.

EL COMEDOR DE LA UTEP

Luego de retomar por la calle Salta en el cruce con Pedro Echagüe surge una fila de personas en la vereda. A cincuenta metros está el portón de entrada a la sede central de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP). Hace años allí se montó, por iniciativa del referente de los cartoneros Sergio Sánchez, un comedor para cocinar y repartir comida a los excluidos. Todos los días son cientos. Dicen que es el comedor que más personas asiste de la Ciudad de Buenos Aires. Una mujer sentada en la vereda, rodeada de niños, lloraba delante del arzobispo que estaba en cuclillas escuchándola y con una mano en el hombro tratando de consolarla. García Cuerva luego siguió bendiciendo con la señal de la cruz en la frente a otros hambrientos. Se pasó el portón y se siguió para la otra cuadra donde continuaba la fila. Al volver para Salta el párroco Fernando mediante el micrófono pidió un aplauso y bendición a todos los que laburan para dar de comer al prójimo. “Que Dios siga dando fuerzas por esa entrega. Feliz año nuevo”.  Al trote se acercó un joven. Este pidió un Ave María. Se hizo. Venía de estar en el Matanza, con el Padre Tano, y había tenido una recaída.

En Santa Elisa se hizo una foto final y luego se cruzó al centro barrial del Hogar de Cristo. Allí está la casa del cura Osti, en planta baja, y en el primer piso viven quienes quieren superar las adicciones. Nadie se salva sólo. Los pobres salieron a peregrinar entre otros pobres. Los evangelizadores se evangelizaron callejeando. Algo de iglesia en salida al terminar el año.

Por Lucas Schaerer-Télam