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Semblanzas de la concentración económica

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Los ganadores de la inflación y la teoría económica que se rompe ante la obvia falta de competencia y los mercados concentrados.

El liberalismo sostiene que los precios no necesitan controles, sino que se auto regulan por la libre competencia. Pero, ¿qué pasa cuando esa competencia no existe y el mercado se reparte entre unos pocos? ¿Puede haber ‘libre mercado’ sin consumidores?

Cuando el INDEC dé a conocer el dato de inflación de diciembre, la semana próxima, será un dato ya antiguo, no por eso menos dramático, ya que se espera un número no inferior al 25% para ese último mes del año, lo que deja de base para enero un piso de 20 puntos. 

La gravedad de esos números no alcanza para reflejar la magnitud del retroceso social que implica la erosión de los ingresos, en una ciudad en la que probablemente el ingreso mínimo para no ser pobre requiera hoy más de 500 mil pesos por mes.

Cada dato vinculado a precios e inflación corre el riesgo de quedar rápidamente desactualizados. Los informes semanales de relevamiento de precios que elabora el Observatorio de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas, a través del sitio https://webdeprecios.unp.edu.ar/index, se ven superados, pese al esfuerzo encomiable de sus autores, por la remarcación en góndolas que se da prácticamente todos los días.

Así, los $439.894 que necesitaba una familia de 4 integrantes para no quedar por debajo de la línea de pobreza en noviembre, probablemente ya se elevaron hasta los $550.000 o más en diciembre, considerando la posible suba inflacionaria de un 25% en ese último mes del año. Frente a ese ritmo, no hay ingreso que alcance.

Perdedores, ganadores y las causas totales de la inflación

El proceso devaluatorio y de ‘sinceramiento’ de precios encierra una transferencia de riqueza que, como tal, tiene muchos perdedores, pero también un grupo de ganadores. Así lo advierte el contador Gustavo Simoes, docente universitario y ex gerente zonal del Banco Nación, al diferenciar al primero y al segundo grupo:

“No hay dudas de quiénes son los perdedores, porque ya ha sido suficientemente diagnosticado: asalariados en general, jubilados, beneficiarios de planes sociales -enumeró-. También está clara una parte de las causas que provocaron la inflación, que es el déficit fiscal encubierto por emisión monetaria. Pero no hay peor mentira que una verdad dicha a medias. Porque ésta es una parte del problema. La otra, de la que no se habla tanto, es la de los formadores de precios, que son los pocos fabricantes de los productos esenciales, a través de mercados oligopólicos”.

En ese marco, Simoes profundizó su razonamiento:

“¿Quién produce el azúcar? Casi todo el mercado está dominado por ingenio Ledesma. La harina, para el mercado interno, está dominado por Molinos Río de la Plata y Aceitera Gral. Deheza. En la leche hay un River-Boca, que son La Serenísima versus Sancor, con algunas otras pocas marcas. La conclusión es que el mercado de los alimentos vitales, sobre todo para la infancia, está dominado por mercados oligopólicos, que son formadores de precios y por eso también son causantes de la inflación. Ellos ganan siempre, como en la perinola”.

Mercado sin competencia

“Se invoca al mercado y se dice que por la competencia, los precios van a mejorar, pero son imperfectos y no funciona la regla principal que es la competencia. Si voy a comprar azúcar y a lo sumo hay dos marcas, que capaz son del mismo propietario, no tengo escapatoria”, reflejó.

Esa ganancia, a su vez, se ve favorecida por la casi nula elasticidad de la demanda. La gente comerá un poco menos de pan, o tal vez dejará de comprar facturas, pero seguirá comprando derivados de la harina, ya sea pan o fideos, que incluso aumentaron por encima del ritmo promedio del índice inflacionario.

“En Estados Unidos, la gente destina sólo el 6% de sus ingresos para alimentación, pero en Pakistán sube al 48%. Nosotros vamos en ese camino, donde los ingresos se destinan mayormente a comprar comida, cuando alcance -advirtió-. Todo esto está escrito en la teoría económica, lo que pasa es que si cuando explicamos política económica rompemos algunas hojas de ese libro, vamos a estar en problemas”.

En ese  marco, recordó que hubo ajustes de precios a raíz de las elecciones. Luego hubo aumentos en función de las expectativas, en los días previos a la asunción del presidente Javier Milei. Luego de asumir, éste dijo que la inflación se ubicará entre 20 y 40% entre diciembre y febrero, “entonces al día siguiente los supermercados empezaron a subir los precios. Hubiera sido necesario que el mensaje fuera ‘cuidado, que ustedes ya aumentaron los precios y ya están alineados con el dólar, pero después vuelven a subir cuando se aplicó la devaluación. El argumento que nos fumamos todo el año pasado era que los precios ya estaban alienados con el dólar blue, pero luego se modifica el tipo de cambio oficial y hay otro alineamiento”, cuestionó.

Los combustibles como un látigo

El mismo análisis puede extenderse al mercado de los combustibles, donde hay una cartelización en la que ninguna de las marcas pretende absorber mayor parte del mercado que la que hoy tiene. La suba de precios de las últimas semanas no fueron las últimas, ya que todavía no alcanzaron la paridad de precios internacionales.

Pese a ser un país con petróleo, Argentina renunciará, a través de uno de los artículos de la ley ómnibus, a la potestad del Estado para determinar precios de combustibles acordes con los costos de producción de su propio petróleo, según lo establece la ley Federal de Hidrocarburos.

Es entendible que, en un mercado global y que busca atraer inversiones internacionales, el petróleo deba tener en el país un tratamiento de mercado similar al del resto del mundo. También es real que la liberación de ese precio favorecerá a las provincias productoras de petróleo, Chubut entre ellas.

No es menos cierto, sin embargo, que había margen para un proceso más gradual, luego de que los precios de las naftas y gasoil superaron largamente a la inflación del año pasado, tras las subas del 8 y 13 de diciembre último, lo que hubiera dado una mayor capacidad de acomodamiento para una mayoría de la población cuyos ingresos se actualizan (cuando se actualizan) muy por debajo de ese ritmo inflacionario.

La virulencia con la que suben los precios de los combustibles, que sumaron otro 26% en las primeras horas del año y ya anuncian otro salto para febrero, fue interpretada incluso como “fuego amigo” por algunos opinadores que apoyan sin condiciones al libertario Javier Milei, como para reflejar la magnitud de esos incrementos.

Y aun cuando una de las petroleras más chicas bajó los precios horas después del último aumento, no hay margen para esperar que ese tipo de medida se extienda hasta adaptarse al poder de compra del mercado. Como pasó con las carnes, que subieron mucho y luego bajaron un poco, la expectativa es que si no se compra adentro, será vendida afuera, apostando a las exportaciones.

Con tanta teoría económica, es de esperar que no sea demasiado tarde para cuando lleguen las comprobaciones empíricas: para entonces tal vez ya no quede mercado, pero no por exceso de ‘nefastos’ controles del Estado, sino por ausencia (o desaparición) de otro componente esencial, que son los consumidores.

Por Raúl Figueroa-ADNSUR