Baires Para Todos

Se necesitan Dibus y Carusos

Pese al impacto de las fotos de Fabiola o la causa del seguro, el Principito tenía razón: lo esencial es invisible a los ojos.

La política argentina de estos días, shockeada por el affair Alberto, le da la razón a Antoine de Saint-Exupéry: lo esencial es invisible a los ojos. Salvo que se descubran hechos impensados hasta acá, ni la causa por violencia de género, ni la causa de los seguros modificarán el tablero político de la Argentina, por muy escandalosos que sean y, como lo desarrollamos la semana pasada, a la larga tendrá un bajo impacto en la opinión pública. Como siempre, los anti K ya condenaron y el núcleo duro del peronismo-kirchnerismo tampoco se irá a otra parte por mucha confirmación legal que haya de los hechos.

¿Impacta más el caso Fabiola que los negociados de los brokers de seguros? Sí, porque en buena parte de la sociedad la corrupción política y estatal está naturalizada: la habrá “en el 510 y en el 2000 también”. Mucho más para el segmento que habitualmente vota al peronismo, en las buenas y en las malas, que no cree que “los otros” sean mejores. Por otro lado, aunque existan miles de chats sobre cohecho, nunca superarán a las imágenes de la ex primera dama con moretones en diversas partes del cuerpo.

Lo esencial –diría el piloto militar francés– no está tan a la vista de los ojos de la opinión pública. Un primer capítulo tiene que ver con lo parlamentario. En una semana agitada, sobre todo para la Cámara de Diputados, una entente opositora impuso una iniciativa a favor del presupuesto universitario, una mayoría aprobó declarar la educación como servicio esencial o ampliar el banco de datos genético, y una extraña combinación evitó que se cuestionara el DNU que aprueba los fondos reservados para la nueva SIDE. Así de líquidas son las alianzas eventuales dentro del sistema político más fragmentado de los últimos cuarenta años, mientras en el Senado se sigue trabajando para que el proyecto de actualización jubilatoria vuelva a su cámara de origen con cambios, y evitar una derrota del oficialismo.

Después de lograr la Ley Bases y el paquete fiscal, el oficialismo va necesitando más que nada un Dibu que ataje penales, ya que la agenda parlamentaria iba a venir más complicada, como anticipamos hace varias semanas. Todo lo que viene por delante es importante, pero ya no tan urgente, excepto el presupuesto 2025. La boleta única de papel, la derogación de las PASO o la baja de edad de imputabilidad de delitos son cosas muy relevantes, pero en donde los legisladores pueden tomarse un amplio período de reflexión. Ni el combate contra la inflación, ni las reservas del Banco Central necesitan hoy del patriótico compromiso de diputados y senadores.

Quizá por eso también, a veces da la sensación de que es un gobierno que perdió impulso pos-Bases, y eso podría estar teniendo algún impacto en la opinión pública. La gestión de expectativas no es tan sencilla de mantener en el mediano plazo. La novedad tarde o temprano se acaba, y lo que cuentan son los resultados en la vida cotidiana. La satisfacción simbólica también tiene un límite: ayuda para ganar tiempo, pero se agota. Los desaguisados de Alberto le vienen de perillas a la revolución libertaria para subrayar la contrafigura, pero no evitará que al león se lo juzgue por sus resultados económicos.

Un segundo capítulo tiene que ver con la calidad de la gestión, a todas luces deficiente en muchas áreas, a veces por falta de cuadros adecuados. Esta semana se conocieron los dolores de cabeza que Argentina tendrá en el GAFI –organismo internacional dedicado a la lucha contra el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo–. Ahí nos podrían bajar de categoría por quedarnos dormidos, y ubicarnos en una lista gris junto a otros países que distan de ser modelos en algo auspicioso. Los problemas, como siempre, venían de antes. Pero la nueva gestión no le dio importancia, finalmente se contrató a una consultora para que nos diga lo que ya sabíamos que teníamos que hacer. Si nos vamos al descenso, será más complicado volver a los mercados financieros, con todo lo que eso supone para Javier y Toto. Más que un “Messi de las finanzas”, estaríamos necesitando un Caruso Lombardi.

Pero en otro organismo autárquico importante para la vida cotidiana de muchos argentinos está sucediendo algo muy similar: 1) el Gobierno no le dio bola al principio; 2) se contrató a una consultora extranjera para que dijera lo obvio que no hicimos (¿hay alguien interesado en ese tipo de contrataciones?); 3) en un par de meses nos pueden bajar de categoría y sería un papelón para el gobierno más liberal de “la historia de la humanidad”; y 4) hay negociaciones de alto nivel para evitar el descenso. Parece que necesitamos varios Dibus y Carusos.

El tercer capítulo obviamente está relacionado con lo económico. En materia de inflación estamos conjugando la tabla del 4 –tres meses seguidos en ese nivel– porque el núcleo no desciende lo esperado, y la confluencia hacia el 2% con el crawling peg no asoma fácil. El uso de la capacidad instalada de la industria en junio cayó intermensual, más allá del interanual. Las ingeniosas medidas de Toto y Bausili han logrado achicar la brecha cambiaria, pero a costa de que no acumulamos reservas (¿sirven para algo, acaso?). Para el “círculo rojo analógico”, esto sigue en pronóstico reservado.

La soja sigue cayendo, lo cual no ayuda, aunque Yuyito está en alza, ja. Milei es bueno para la instalación de polémicas. Con el piquito que le dio a su nueva novia en el CCK, marca varias contrafiguras: 1) amor vs. violencia, 2) transparencia vs. opacidad, 3) relación sana vs. relación enferma, y 4) justo con Yuyito, quien tuvo una relación con Menem, el admirado por el Presidente. Todo ayuda a construir marca en la política contemporánea.

Para terminar, un detalle curioso que no es esencial y es invisible a los ojos, al mismo tiempo. El segundo apellido de Fabiola Yañez es Verdugo. Todo un significante psicoanalítico para lo que está viviendo el expresidente. Me hace acordar a la frase de Engels “el verdugo en el umbral”.

Por Carlos Fara