Luis Liberti y Ricardo Albelda: “El papa Francisco es fruto del Concilio Vaticano II”

Dos de los autores de un libro fundamental, y una novedad para la historia de la Iglesia católica en la Argentina, cuentan el proceso de investigación que llevaron adelante, a pedido de la Confederación Episcopal Argentina y la Universidad Católica, tomando como una de sus fuentes principales los archivos, que por primera vez abre la Iglesia, sobre los años de mayor violencia política de nuestro país.

El libro es un estudio académico sobre la Iglesia argentina durante los períodos de la dictadura, que surge desde la misma Conferencia Episcopal Argentina y deriva del propio archivo. ¿Por qué la necesidad de la Iglesia Católica de revisar, documentar y pedir públicamente disculpas por el su accionar en aquellos tiempos oscuros cuarenta años después? 

ALBELDA: Creo, en primer lugar, que la Conferencia Episcopal Argentina, hace muchos años, está haciendo una memoria histórica de su pasado, reconociendo que muchas veces no estuvo a la altura de las circunstancias. Sobre todo para evitar esa espiral orgánica de violencia tal cual ponemos en la obra que nos ocupa. No obstante, convendría decir también que hubo muchas figuras de la Iglesia de manera individual o colectivamente, tanto el episcopado, el clero, los religiosos, los laicos, que ciertamente alzaron su voz en ese momento. Y también hubo muchos documentos desde, ya en época de la última dictadura militar hasta entrada la democracia, en donde la Iglesia reconoce, hace memoria de ese pasado y pide públicas disculpas frente a la sociedad. Simplemente menciono algún documento como para que se tenga una mediana idea. Ya en el año 1981, “Iglesia y comunidad nacional” es un documento donde la Iglesia pide por el retorno a la democracia en 1983, todavía antes de la asunción de Alfonsín, en el documento “Dios, el hombre y la conciencia”, la Iglesia hace una sincera revisión de lo acontecido en la dictadura. Es importante mencionar este documento porque a veces se suele achacar que la Iglesia tiene sus tiempos y sin embargo en dictadura hace un examen de conciencia de lo acontecido. Posteriormente, ya con el regreso democrático, año 1984, una serie de documentos, “Iglesia y derechos humanos”, repasa todos los documentos publicados por el Episcopado desde el año 1970 hasta el año 1984. Sigo adelante, año 1995, caminando hacia el tercer milenio, primer pedido de disculpas concretas de la Iglesia argentina por lo sucedido en la última dictadura militar. Pedido de disculpas que continúa en el año 2000 con “Reconciliación de los bautizados”, en donde se hace una confesión de culpas, un arrepentimiento y pedido de perdón. Y finalmente, un documento que tengo aquí del año 2012, “La fe en Jesucristo nos mueve a la verdad, la justicia y la paz”, leo simplemente un pedacito mínimo, que dice: “Queremos estar cerca de cuantos sufren todavía por hechos no esclarecidos ni reparados. Aquí está justamente la motivación de por qué se inicia esta investigación. Cuando la justicia es demasiado largamente esperada, deja de ser justicia y agrega dolor y escepticismo. Sabemos que en miles de familias hay heridas abiertas angustiosas por lo acontecido después del secuestro, detención o desaparición de un ser querido. Compartimos el dolor de todos ellos y reiteramos el pedido de perdón a quienes hayamos defraudado o no acompañado como debíamos”.

—¿Cómo fue el trabajo de coordinación y entendimiento entre tantos autores? 

A: Primero hay que decir lo siguiente, la aprehensión de la verdad histórica es un trabajo plural porque supone aprehender acontecimientos constatados empíricamente, pero al mismo tiempo recibidos por subjetividades, por personas concretas. No se puede hacer historia, no se puede construir historia de una manera aséptica, sino que hay que ver las distintas subjetividades, personas, que en distintos tiempos, con distintas historias, con distintas vivencias, han accedido a esa historia. Y por eso nos propusimos no hacer una obra individual ni tampoco colectiva, que sea una mera suma de reflexiones de distintos autores, sino que buscamos hacer una obra colectiva con mucha diversidad. Recién comentábamos que teníamos teólogos, historiadores, filósofos, pero al mismo tiempo con una determinada orientación y una estructura. Atento a esto, durante varios años fuimos leyendo las fuentes, trabajando esas fuentes, escribiendo. En plena pandemia del año 2020 tuvimos duras reuniones virtuales, no estábamos acostumbrados, en donde íbamos compartiendo con otros investigadores de la misma obra lo que íbamos elaborando, y nos iban dando sugerencias, aportes, textos desconocidos. Durante el año 2021, abrimos estos textos preliminares a otro grupo de investigadores, otros profesores dentro de la universidad, dentro de la Facultad de Teología, pero también hacia afuera, para que nos dieran un poco su parecer. Y lo mismo estamos haciendo con el tomo tres, el tomo hermenéutico que hay algunos autores que están escribiendo, pero también continuamente estamos intercambiando distinto material, distintas perspectivas para enriquecer la obra. 

Luis Liberti y Ricardo Albelda 20230210
IGLESIA, POLÍTICA Y ESTADO. A: “Habría que ver quiénes estuvieron guiados por convicciones evangélicas y quiénes, amparados en alguna frase del Evangelio, bajo otros pensamientos ideológicos, políticos, tomaron las armas”. (FOTO NÉSTOR GRASSI) 

—¿Cómo analizan la relación entre la jerarquía eclesiástica de ese momento y las Fuerzas Armadas en el golpe de 1976? 

LIBERTI: Este es un punto que va a estar más explícito, si se quiere, en el tomo dos. Ahí es donde analizamos concreta y detalladamente, y hasta en un tono cronológico, aunque no pretendemos hacer cronología porque siempre va a aparecer algún documento al que en este momento no hemos tenido acceso, o no lo tenemos. Ahí va a aparecer con un mayor detenimiento esto que podemos interpretar: la jerarquía, ¿qué entendemos por jerarquía, únicamente el episcopado? Podríamos cuestionarlo. 

A: “La aprehensión de la verdad histórica es un trabajo plural”

—Su propia interpretación, ¿como lo colocaría? 

L: Claro, lo pensaría ciertamente en el hecho de que si las figuras externas, la figura visible, diríamos hoy, lo que es tangible, ha sido el episcopado. No es la única autoridad, porque un párroco en otros contextos y en otros ambientes tenía más autoridad que un intendente, que el famoso comisario, o a veces un líder de un movimiento juvenil. O lo que fueron los asesores de las juventudes universitarias, todos tuvieron un rol protagónico de liderazgo. Si vamos al episcopado, en el tomo dos, ahí es donde hacemos mayores análisis. ¿Cuáles fueron los medios que optó como episcopado, es decir, como cuerpo? No, ver quién estaba en esa época, Tortolo o Primatesta o Zazpe o Aramburu, por nombrar cuatro obispos significativos, no, ellos cuatro que conformaban la comisión ejecutiva, y a la vez representaban al episcopado, porque eso está por los estatutos de la Conferencia Episcopal Argentina actual. Y de qué manera optaron, de qué medios en orden a estos vínculos con los estamentos de Estado, que son diversos y distintos, que hubo algunos que privilegiaron y hubo otros que, aunque se sugirieron y hasta se propusieron, se consideraron que eran. 

A: “Buscamos hacer una obra colectiva con mucha diversidad”

—Intuyo que queda implícito que usted hace una diferencia entre el episcopado y otras jerarquías dentro de la Iglesia. 

L: Tiene que ver sí, porque ciertamente todo este episcopado tenía que vincularse necesariamente con la Santa Sede. Y la Santa Sede también a través del nuncio y a través de la Secretaría de Estado, indicaba, sugería, proponía o también en su momento intervino. El Ángelus de Juan Pablo II fue una sorpresa, más allá de todo lo previsible. A esa razón me quiero dar a entender.

—Al encarar el proyecto de investigación conjunto con la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina, ¿cuál es el aporte que hace la facultad y en qué se distingue de la misión pastoral del episcopado? 

A: En primer lugar, hay que dejar en claro los distintos actores. Esta es una obra encomendada por la Conferencia Episcopal Argentina, estamos hablando de los obispos de la República Argentina, a la Facultad de Teología, que pertenece a la Universidad Católica de Argentina. La Facultad de Teología asume este pedido de hacer memoria, de buscar esa verdad que nos hace libres a través de una serie de docentes, de investigadores de la propia Facultad de Teología, quienes son los responsables académicos de cada uno de los escritos en cada capítulo. La Universidad Católica Argentina, ciertamente a la que pertenecemos, contribuye con su promoción, con su publicación, con su apoyo, desde el punto de vista logístico, económico y moral también podríamos decir, con esta publicación. ¿En qué se distingue de la misión pastoral del episcopado? Como dice también el prefacio de la obra en donde escriben los obispos reunidos en la Conferencia Episcopal, “tarea de la Iglesia es buscar, entre otras, la paz y la reconciliación entre los argentinos”, el encuentro fraterno entre los argentinos. Como Facultad de Teología, como teólogos sabemos que ese encuentro no es posible sin la búsqueda de la verdad. Lo que intentamos aportar es la búsqueda de la verdad para alcanzar esa justicia tan largamente esperada que pueda producir los frutos de la reconciliación entre los argentinos. 

L: “El Ángelus de Juan Pablo II fue una sorpresa, más allá de todo lo previsible”

—¿Sigue hasta hoy la no reconciliación, la grieta, sería un resultado de que todavía esta tarea no está concluida?

A: La reconciliación es una tarea permanente, siempre va a haber reconciliación. Y ahora me pongo como teólogo, el pecado está siempre presente, la ofensa al otro está siempre presente y necesitamos continuamente reconciliarnos y pedir perdón. Hoy lo comentábamos con Luis, un segundito, por otro tema, todos los días rezamos el Padrenuestro, en donde nos dice: “Perdonas nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”; la reconciliación es permanente en esta Argentina que nos duele, pero en todas partes del mundo.

L: La misma idea, la misma línea, porque veníamos conversando este tema. Necesitamos, primero de todo, reconciliarnos en primer lugar conmigo mismo, con mi prójimo y con mi vecino. Esto no es una cosa en masa. La reconciliación es este reencuentro, esto de entender el otro como a otro, pero no como enemigo ni como distinto, sino como mi prójimo, como Dios, por lo menos, así nos pensó desde la revelación de Jesucristo y ya desde el Antiguo Testamento. 

A: “La Facultad de Teología asume este pedido de hacer memoria, de buscar esa verdad que nos hace libres”

—Una de las interpretaciones de que se cumplen diez años del papado de Francisco y que no haya venido a la Argentina es que hay un mensaje en su no venida de que estamos demasiado divididos y que necesitamos primero reconciliarnos. Si siempre hay ofensas y divisiones, ¿estamos viviendo todavía un momento donde el grado de esas ofensas es excesivo?

L: Tengo 68 años, hemos visto esta Argentina tan distinta, tan diversa. Esto viene arrastrándose, nuestra deuda de diálogo, desde hace décadas. Esto no es de hoy, ni de veinte años, ni de treinta, es de mucho más para atrás, donde humildemente, con todo lo que he estudiado y sigo estudiando en nuestra historia, Ricardo también mucho más que yo, desde la parte histórica sociológica, donde tenemos nudos de encuentro los argentinos, los deshacemos cada dos, tres años. Con todo respeto de lo que nos dijo Pepe Mujica hace un par de años: “Ustedes fundan Buenos Aires cada diez años”, yo creo que cada menos. O sea, no estamos teniendo nudos porque los deshacemos, de ahí que nos seguimos deshilachando, nos faltan ciertos nodos, ciertos puntos de nuestro tejido social, político, económico, escolar, educativo, donde podamos decir a las próximas generaciones que aquí queda una veta. La idea de hacer este recuento histórico es para decir que nosotros en esa época dijimos esto, hicimos esto. Es armar algunos nodos, algunos núcleos de esa red que está demasiado abierta, y que ciertamente va a seguir filtrando agua. Lo que fueron intentos de mesa de diálogo cuando fue el gran problema de 2000, pero después de eso como que ya pasó y nos cuesta tener una cultura de diálogo y de alteridad, sabiendo que el diálogo es alteridad, no es uniformidad, ni es una visión, ni son dos. La búsqueda de los consensos es la cosa más difícil que hay, pero es algo que en la Argentina no estamos haciendo desde hace décadas.

A: “El encuentro fraterno entre los argentinos no es posible sin la búsqueda de la verdad”

—¿Cuál es la conclusión a la que llegan sobre la participación de la Iglesia en el llamado Proceso de Reorganización Nacional, la última dictadura? 

L: Ahí, al respecto, cuando se pone como que la Iglesia es aparte de la historia, la participación de la Iglesia… La Iglesia está encarnada, Jesucristo, el hijo de Dios, se hizo carne para ser Jesús, el hijo de María, de José, el hermano de fulano, mengano. En este aspecto, ya desde un posicionamiento teológico, Ricardo puede hacerlo más desde la historia secular, la Iglesia es encarnada. Entonces, la Iglesia que vive concretamente el Proceso, que vivió el onganiato, que vivió las democracias, es siempre una Iglesia, somos personas, somos hombres, somos mujeres, con diversos estados de vida, con distintas organizaciones. Pero en las historias la Iglesia no la miramos como la que está en el balcón, como tengo acá enfrente, y me mira de ahí arriba. La Iglesia vivió el Proceso en el mismo piso que el Proceso, que eso haya significado una participación como a veces se quiere ver o indicar, compulsiva, participativa o también de anuencia, hemos visto que hay grises. Hemos podido ver que en este tema con los archivos y los documentos hay distintos grises al respecto. No hay una participación de anuencia, de ver que todo estaba bien. Hemos tenido acceso a las actas de la Comisión de Enlace, que eran esos tres militares, o un poco más, a veces van cinco, y tres obispos, aunque uno no era obispo, del episcopado. Ahí había muchos más grises de lo que nosotros sabíamos. Eso después los obispos les informaban a sus colegas, a sus miembros, eso después se debatía, se dialogaba, eso significaba un encuentro con la junta o con el presidente, o a veces un equipo episcopal decía: “No se metan en la catequesis, porque esto es cuestión de obispos, no es cuestión de ministro de Educación”, sin caer en una actitud apologética, bajo ningún aspecto, pero sí ver que esta participación, la encarnación de la Iglesia en los procesos históricos, tiene, como toda encarnación, sus grises, personas que de alguna manera se destacan más y otras que ciertamente fueron por ahí más obsecuentes, en forma muy general como estoy hablando. 

L: “Esto viene arrastrándose, nuestra deuda de diálogo, desde hace décadas”

—En el momento histórico que toman como campo de estudio se introduce justo en la Iglesia argentina el Concilio Vaticano Segundo, ¿qué implica este Concilio del Vaticano en ese momento particular de la historia de la Iglesia en nuestro país?

A: El Concilio Vaticano Segundo, estamos hablando de 1962-1965, convocado por Juan XXIII en 1959, conmocionó los cimientos y la proyección de la Iglesia en el mundo. Ciertamente la ubicó en otro lugar, con un mayor compromiso hacia lo social. No solamente el Concilio, la primera etapa, fundamentalmente del pontificado de Pablo VI, reemplazando a Juan XXIII por su fallecimiento, la convocatoria en Medellín de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, fueron hitos importantes para la Iglesia mundial, latinoamericana y particularmente la argentina. Ciertamente hubo un pedido de aggiornamiento del Concilio Vaticano Segundo, una mayor cercanía con los sectores más desplazados de la sociedad, que fue recibido de modo diverso dentro de la Iglesia argentina. Cuando hablo de Iglesia argentina, como decía Luis, no solamente estoy refiriéndome a los obispos, que por otro lado hay una legítima pluralidad, también hay una unidad y una legítima pluralidad entre los obispos. Me refiero también al clero, a la vida religiosa, y fundamentalmente a los laicos. Ciertamente hubo conciencia de insertarse en la sociedad de manera distinta y de comprometerse con esa sociedad de manera distinta. Pero hay algo muy importante que me parece que hay que decir, lo que sucedió en los 60 con los católicos, con la Iglesia, no solamente tiene que ver con estos nuevos aires renovadores conciliares, sino en el mundo. Estamos hablando en un plano global de un mundo dividido en dos, de un bloque occidental, capitalista, liderado por los Estados Unidos, y un bloque oriental, socialista, liderado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas con sus socios. En este momento no, pero en el 60, por ejemplo, un poquito más distanciado, China. Pero ciertamente con esta ideología socialista y todo lo que era China con Mao, el libro rojo, etcétera. Estamos hablando de los contextos regionales del Tercer Mundo, África y Asia. Procesos de descolonización post Segunda Guerra Mundial, que fueron en algún caso de manera pacífica, el Raj británico de la India, por ejemplo, mediante, ciertamente tuvo una actuación de Gandhi y su no violencia activa. Algunos asuntos, algunos acuerdos mezcla de paz, mezcla de guerra, como se desprendió Francia, por ejemplo, de sus colonias occidentales en África, u otros conflictos muy violentos. Estamos hablando claramente de la Guerra de Vietnam, sobre todo la segunda guerra de Indochina, no desplazando a Francia, sino la guerra por la independencia y por la unificación fundamentalmente de los dos Vietnam, y ciertamente Argelia, que tiene una influencia directa para la Argentina. Y Latinoamérica era un terreno también, podríamos utilizar la palabra de neocolonialismo, un neocolonialismo que no se inscribía solamente a los Estados Unidos, aunque sí recordemos la Doctrina de Seguridad Nacional, el Plan Cóndor de la década del 70, pero también que había actitudes neocolonialistas de la Unión Soviética. Cuba pertenece a Latinoamérica y también en Centroamérica era un terreno de disputa. Todo eso en un combo, junto con movimientos contraculturales, el famoso sesentayochismo, el año 68, año de las revueltas. Estamos hablando de la época del Mayo Francés, de la primaria Primavera de Praga, de movimientos pacifistas, Martin Luther King y su asesinato. Estamos hablando al revés, de la época del Black Power y las Panteras Negras, Woodstock y el hippismo, una mezcla de todo, movimientos contraculturales, anticapitalistas y anticomunistas, antitradicionalistas también. Sobre todo con lo que tiene que ver con las generaciones pasadas. Libertarios, no en el sentido actual de la palabra, sino en el sentido de no depender de nadie, menos de los padres, menos de otra generación, todo eso en un combo perfecto, en la sociedad argentina, ya dividida, con el peronismo y el antiperonismo, con la proscripción, con el temperamento del onganiato, de no saber de tiempos y no solamente de plazos. Con un Estado, como dice O’Donnell, burocrático autoritario. Eso y el Concilio Vaticano Segundo, es un clima de época muy importante para entender todos estos contextos de los que hablamos. 

JORGE FONTEVECCHIA ENTREVISTA A LUIS LIBERTI Y RICARDO ALBELDA 20230209
GRIETAS. L: “La búsqueda de los consensos es la cosa más difícil que hay, pero es algo que en la Argentina no estamos haciendo hace décadas”. (FOTO NÉSTOR GRASSI)

—¿Cómo analizan la actuación de los fieles laicos durante este período? 

A: Luis tomó el episcopado y los sacerdotes conforme a su condición, yo los laicos. Es interesante que marcó laicos y no dijo laicado, porque acá digo lo mismo que Luis. No podemos decir que el laicado estuvo ubicado aquí o allá, se comportó de esta manera o de otra. Hubo laicos en todos lados, como h