Baires Para Todos

Luciano nació ciego y pasaba los días encerrado en su habitación hasta que el rap le dio un motivo para vivir

Branko, su nombre artístico, tiene 17 años y es rosarino. A los siete le diagnosticaron sordera de un oído. Desde hace un tiempo, con el freestyle, encontró la manera de expresar sus emociones para convertirlas en arte.

“El freestyle a Luciano le dio vida. Le dio las ganas de vivir, las ganas de salir de su prisión que era su habitación. Lo que lo sacó un poco de esa soledad es esperar que llegaran los fines de semana para ir a rapear que es lo que lo hace feliz”, cuenta Gustavo el papá de Branko.

Luciano nació ciego y a los siete años le diagnosticaron hipoacusia. Para movilizarse necesita un bastón y su papá lo acompaña a competir en Rosario o en cualquier ciudad donde pueda rapear.

Según Luciano, el freestyle significó un cambio rotundo en su vida: “Los fines de semana los pasaba bastante mal porque no tenía a nadie con quien estar, ni nada para hacer. Era todo muy monótono. Descubrí que la única persona que me podía poner freno era yo mismo. Antes, sentía que no encajaba en ningún lado y ahora encontré lo que me hace feliz”.

Luciano y su papá de paseo hace algunos años. (Foto: Gentileza de la familia)
Luciano y su papá de paseo hace algunos años. (Foto: Gentileza de la familia)

Fue un profesor de literatura del Liceo Avellaneda de Rosario al que asiste el que le propuso rapear frente a un grupo de alumnos. “Vio que tenía talento y lo contactó con una exalumna que lo ayudó a entrar en el mundo de freestyle”, recuerda el papá.

Cuando comenzó a ir a las plazas en 2021, decidió que usaría otro nombre para rapear y así apareció “Branko”. Su papá sostiene que “Branko es lo que pone en palabras lo que es Luciano”.

Un amigo que lo conoce desde el primer día en la plaza aclara que “de por sí el hecho de estar rapeando es una descarga, la posibilidad de sacar lo que uno tiene adentro, de plasmar las emociones y convertirlas en arte. A Banko le viene perfecto, él pudo encontrar una forma de expresarse. Cuando rapea es como un pez en el agua. Siente que nació para esto”.

Otro de los chicos que comparten la pasión por el freestye detalla que “cuando Luciano se dio cuenta de que podía ser parte de esto, eso fue lo que realmente lo cambió. No solo se estaba sintiendo parte de algo por primera vez, sino que era algo que realmente le gustaba”.

Una infancia difícil y una adolescencia en soledad

Tanto Luciano como el papá cuentan que el cambio fue abismal. “Luciano transitó una infancia muy difícil con una mala integración en la escuela primaria. Le abrieron la puerta de la institución, pero no lo integraron nunca. Diferente es la experiencia en la secundaria donde lo integran desde todos los puntos de vista, pero claro, también se sabe que a esta edad cada chico va para su lado”, admite Gustavo.

Hace unos años, Luciano en clase de Karate. (Foto: gentileza de la familia)
Hace unos años, Luciano en clase de Karate. (Foto: gentileza de la familia)

El freestyle le dio además a Luciano un lugar de pertenencia y amigos. Un grupo de chicos más grandes que lo acompañan y lo apoyan. “Yo lucho para que salga adelante desde hace 17 años y voy a seguir luchando para que él haga lo que lo hace feliz”, dice el papá.

Sobre las competencias, Luciano asegura: “Cuando voy a la plaza a competir me siento uno más porque estamos todos por lo mismo, con las mismas metas y los mismos sueños por cumplir. A mí me costó muchos años aceptar mi ceguera, pero con el pasar del tiempo fui asimilándolo y hoy en día siento que es una característica física más que tengo”.

Al contar su historia, Luciano quiere dejarle un mensaje a otros chicos y chicas que quizás están pasando por una situación similar a la que él atravesó: “Si tenés alguna dificultad física o emocional, hay que seguir adelante. Hoy me hace feliz hacer lo que amo. Siento que es una barrera personal que logré vencer y un cambio radical de vida que pude dar”.

Por Yanina Sibona-TN