En palabras de José Alfredo Martínez de Hoz, el año 1976 se proponía “dar paso a la liberación de las fuerzas productivas”. Pero lo único que se abrió fueron las fronteras de la importación.
“José Mercado compra todo importado/ Lleva colores, síndrome de Miami/ Alfombras persas y muñequitas de goma/ Olor a Francia y los digitales”. La primera estrofa de la canción que Charly García escribió para el “Peperina”, el cuarto disco en estudio de Serú Girán marca una costumbre de época. Una práctica cotidiana que primó entre la clase media argentina en los primeros años de la dictadura militar que decidió terminar con “el intervencionismo estatizante y agobiante de la actividad económica”.
En palabras de José Alfredo Martínez de Hoz, el año 1976 se proponía “dar paso a la liberación de las fuerzas productivas”. Pero lo único que se abrió fueron las fronteras de la importación. Las fuerzas productivas que invadieron el país fueron las internacionales y la Argentina se llenó de productos que, llegados desde cualquier lugar del mundo, hundieron a la industria nacional.
“José Mercado” se llamaba aquella obra maestra de García que, años después encontró un espejo casi perfecto en la película “Plata Dulce”, que con base en una historia del bonaerense Héctor Olivera, Fernando Ayala dirigió en 1982.
Federico Luppi le puso el cuerpo a Carlos Teodoro Bonifatti, un pequeño empresario nacional que vendía botiquines junto a su socio, un personaje a cargo de Julio De Grazia. En medio de la crisis que habían generado las políticas económicas con las que Martínez de Hoz y los equipos económicos de la dictadura bucaban encaminar el rumbo de la Argentina, el negocio subsistía a duras penas hasta que un viejo amigo de Bonifatti, Osvaldo Arteche, decide proponerle abandonar su viejo emprendimiento familiar para dedicarse a los negocios, especulativos todos, que se generaban desde su financiera. En ese rol, Gianni Lunadei corporiza un yuppie setentista inolvidable para la historia del cine argentino.
No menos memorable es la escena que anticipa el final de la historia y que suele virilizarse en redes sociales recuperando aquella pieza cinematográfica que empezó a reconstruir críticamente los años de la dictadura, aun cuando las juntas militares se sucedían en el poder. “Arteche y la puta madre que te parió”, dice aquel pequeño fragmento que da cuenta de la desesperación y la impotencia. Los mercados liberados y la gente a la deriva.
El repaso por los 40 años de democracia que se cumplirán el próximo domingo, cuando Javier Milei se convierta en el séptimo Presidente elegido por el voto popular desde 1983, da cuenta de experiencias similares a aquella de la segunda parte de los setenta en las que la apertura irrestricta del mercado terminó fulminando a las fuerzas productivas del país.
Era el año 1980, cuando Charly García, Pedro Aznar, David Lebón y Oscar Moro ya se habían consagrado como la banda más importante de la escena del momento. Cuando la música nacional en general, y el rock en particular, se encontraban en una meseta fruto de la opresión dictatorial y de la situación general que complicaban demasiado las posibilidades de producción y grabación en el país, el cuarteto llenaba estadios e incluso rompía todos los techos de convocatoria.
“Peperina” salió en la segunda parte de 1981, cuando Martínez de Hoz ya había sido eyectado de su silla en el Palacio de Hacienda y su plan económico incluso se había llevado puesta a la primera junta de comandantes que integraron Videla, Massera y Agosti. Entonces gobernaba Roberto Viola, que nombró como ministro de Economía a Lorenzo Sigaut, que intentó sin suerte acomodar el barco pero duró apenas siete meses en el cargo. Durante ese tiempo el país entró en una de las recesiones más importantes de la historia hasta el momento, aunque se hizo tiempo suficiente como para comenzar el proceso de estatización de la deuda privada que se iba a terminar consagrando con la tristemente célebre circular A251, meses después de su partida.
La economía era entonces tema de conversación cotidiana, por lo que el telón de fondo del cuarto disco de Serú Girán y de la película “Plata dulce” es exactamente el mismo. Aunque sea muy difícil comprobarlo, posiblemente se hayan craneado casi en paralelo.
Así como Charly había compuesto canciones a lo largo de toda la dictadura dando cuenta de un clima general de represión, miedo, paranoia y soledad, se hizo cargo de la discusión económica y creo un personaje perfecto que se inmortalizó en la voz de Lebón. “Pide rebaja antes de ver el prospecto/ Viaja a Marruecos, pero no le hace efecto/ José es licenciado en economía/ Pasa la vida comprando porquerías”, describía como radiografía de la clase media argentina, su inspiración casi siempre preferida.
Un crítica despiadada a un perfil aspiracional que busca proyectarse a partir de la exacerbación del consumo, eligiendo nombralo en referencia al hombre que se presentaba como el garante de un sistema económico que corría al Estado del medio y liberaba a las fuerzas del mercado para que se rijan por sí mismas. Cualquier parecido con el futuro inmediato es producto de nuestra cíclica historia como país y como sociedad.
“Yo nací para mirar lo que pocos quieren ver”, cantaba en el propio García en “Cinema verité”, otras de las memorables canciones del que, a la postre, fue el último disco en estudio de la primera etapa de Serú Girán, que le puso un freno a su historia un año más tarde, ya con la dictadura emprendiendo su retirada.
“No llores por mí, Argentina” se llamó el disco en vivo de la sorpresiva despedida en el que la banda supo combinar el desazón con el enojo y el desenfado que iban a empezar a expresarse en un país que comenzaba a desperezarse luego de seis años de quietud en el que, en medio de una persecusión que derivó en exterminio, fue sometido a las políticas de vaciamiento más grandes que se recuerden en la historia contemporánea.
Sus consecuencias económicas, sociales y culturales todavía continúan marcando el devenir .
Por César Pucheta-Página/12