Baires Para Todos

¿Pichón de Grondona?

Cuando parecía que al cambio de clima político le seguiría la caída de Tapia, el jefe de la AFA barrió bajo la alfombra sus vínculos con Macri y se reveló con cintura para acomodarse al nuevo tiempo.

Con el triunfo de Alberto Fernandez, Claudio Tapia empezó a palpar que su reelección en 2021 podía peligrar. En la Casa Rosada veían con buenos ojos a Marcelo Tinelli o Victor Blanco, ya que a “Chiqui” lo asociaban a la “AFA macrista”, pero el yerno de Hugo Moyano movió sus piezas, rompió la Superliga, acercó a dirigentes opositores y abrochó su continuidad hasta 2025, en una jugada digna de su mentor, don Julio Grondona. Al igual que el Presidente, el “Comandante” aplicó la misma fórmula pero en versión futbolera: es con todos.

Tras la derrota de Cambiemos en la Nación y de Daniel Angelici en Boca, Tapia arrancó el año saliendo del closet o buscando su supervivencia. Desde principio de año comenzó a instalarse la idea del fin de la Superliga, luego la posibilidad de adelantar las elecciones de AFA y, por último, hasta la chance de sacar un descenso en Primera División. Esto último no se impuso, los dos primeros sí. Logró unificar a la dirigencia de AFA, incluídos San Lorenzo y River, y además adelantó las elecciones de marzo de 2021 a junio de este año por tres motivos. Uno hacer un reparto de poder equitativo entre clubes grandes: la nueva-vieja AFA o grondonismo sui generis; otro, evitar que crezcan las figuras de Tinelli y Blanco para el año que viene; el último, sacar a Angelici de la vicepresidencia primera -ya que no renunció- y, con ello, borrar el lastre de “funcionario macrista” con el que lo corren por haber avalado el actual torneo.

GÉNESIS PRO. Entre 2007 y 2019, Tapia y Mauricio Macri trabajaron cerca. Muy cerca. Primero en la órbita del sindicato de Camioneros y el Gobierno de la Ciudad, luego en el Ceamse y, por último, en la AFA. El 3 de diciembre de 2015, el día del histórico e imprevisto empate 38-38 en la elección a presidente de la casa madre del fútbol argentino, Chiqui fue uno de los chaperones de su suegro, Hugo Moyano, que tuvo la primer reunión con Macri como presidente electo, una semana antes de asumir.

Ese año analizó presentarse para el sillón de Viamonte, pero le faltaban siete votos que eran de Luis Segura. Si dividían el electorado le dejaban servido el triunfo al conductor de Showmatch y, por eso, decidió apoyar al de Argentinos Juniors. Fallaron las elecciones y la AFA colisionó. En 2016, unas semanas antes de que asumiera Tapia, se aprobó la creación de la Superliga, con el beneplácito del macrismo y del Comandante, como lo llaman los dirigentes del Ascenso. El 29 de marzo de 2017, Chiqui se convirtió en el primer presidente de la AFA que llegaba desde la tercera división. Tenía al ascenso, Independiente y Racing. Le faltaba un equipo grande para solidificarse. Primero le ofrecieron a Matias Lammens ser parte y lo rechazó; luego se bajó Rodolfo D´onofrio. El pacto final con Angelici le ofrecía la fuerza de Boca y una línea directa con Macri. Una más.

En 2018, en plena furia del líder camionero con el por entonces presidente, Tapia visitó la Casa Rosada para hablar del Mundial de Rusia y de la candidatura para organizar el de 2030. Recién este año realizó la primera crítica pública al líder del PRO, cuando Gianni Infantino lo designó al frente de la Fundación FIFA: “Macri no representa al fútbol argentino”. Ya había pasado un mes de la asunción de Fernandez, las felicitaciones vía Twitter y la reunión en la Casa Rosada con el presidente de la Conmebol, Alejandro Dominguez, por la organización de la Copa América 2020. Tardó poco y nada en acomodar a la nueva realidad política.

LA CINTURA DE CHIQUI. Para entender la manera de ejecutar que tiene Tapia, basta con ir al estadio de Barracas Central. Ubicado en el sur de la Ciudad de Buenos Aires, al ingresar por la calle Luna se ve un gran cartel con  el nombre de la cancha: el suyo. Y una vez adentro las plateas laterales no dejan dudas, una se llama Hugo Moyano y la otra Julio Grondona. Si bien se lo puede tildar de grondonista, Tapia hace tapismo.

Nació en San Juan, en 1967. Se asentó con su familia en Buenos Aires en los años setenta. Primero en San Telmo y luego en la esquina de Luzuriaga y Los Patos, Barracas. Ese sería el segundo escalón a la dirigencia deportiva. Desde ahí lo separaban quince cuadras de Barracas Central, donde hizo las inferiores, debutó y se retiró del fútbol profesional. Desde 2001 es el presidente e incluso llego a ejercer brevemente como entrenador.

En 1986 Tapia ingresó a Mantenga Limpia Buenos Aires, Manliba, la empresa de residuos del Grupo Macri. Empezó como recolector y luego fue barrendero. Cuando el doble comando con el deporte se le hizo insostenible dejó. “Trabajaba de 6 a 14 y por la tarde entrenaba. Tuve que dejar. No me daba el cuerpo”, contó alguna vez.

Los recolectores son una de las diecisiete ramas del Sindicato de Choferes de Camiones (Sichoca). A través del sindicato conoció primero a Pablo Moyano, el hijo mayor de Hugo. Y, por Pablo, a Paola María Isabel, su esposa, la madre de sus cuatro hijos.

“Me parece una falta de respeto a todos los dirigentes del fútbol argentino que esté diciendo que hoy viene, que mañana vien. Los dirigentes los quieren escuchar, cuando él quiera venir, que venga. Yo quiero un presidente serio, no quiero un presidente que se pinte los labios, ni que esté haciendo esa cositas que le gusta hacer a él”. Así fue la presentación en sociedad de Tapia ante el público masivo. Esa frase le dedicó a Tinelli en 2015. Ya acumulaba años como dirigente y era un de los representantes del ascenso en el Comité Ejecutivo en donde aprendió el gen Grondona, quien atendía por igual a un presidente de Primera A que a uno de Primera D. Ese fue el modelo que Chiqui decodificó. Esa máxima le permitió entender, tras leer el estatuto, que si aglutinaba los 45 votos del ascenso y el torneo Federal no importaría lo que hicieron los 30 votantes de Primera División.

Ese enseñanza la puso en práctica esta semana, cuando terminaron de tumbar la Superliga. El martes anunciaron la continuidad de los tres descensos en Primera, el cambio de la Superliga por la Liga Profesional de Fútbol que dirigirá Tinelli y la creación no de una, no de dos, sino de seis vicepresidencias en AFA. D´onofrio, Jorge Ameal, Tinelli, Moyano, un club del ascenso metropolitano y otro del interior se quedarán con esas sillas. Mientras que Blanco seguirá siendo el secretario. Parece un cargo menor, pero no. Junto al presidente y al vicepresidente primero, el gastronómico será uno de los tres dirigentes con firma adentro de la entidad.

Cuando parecía que que su continuidad peligraba, Tapia demostró sus cualidades: calló, esperó y ejecutó. Como Grondona y Moyano, él sabe moverse y hacer política. Algunos dirigentes dan el golpe sobre la mesa y él rosquea por detrás. Y al igual que Fernandez, entendió que para ganar había que sumar. Era con todos.

Por Federico Yañez – Letra P