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Mercedes Funes: “Ni las mujeres somos santas, ni los hombres son solamente malos”

La periodista y escritora de “Feminista en falta” cuenta las contradicciones y cuestionamientos que plantea en su primer libro en una entrevista realizada por Anabella González para el sitio Rouge.

Mercedes Funes, periodista y escritora, publicó  “Feminista en falta”, un libro donde se hace preguntas y cuestiona las contradicciones de la revolución feminista, que en Argentina tuvo su llegada masiva desde 2015, a raíz del movimiento Ni Una Menos. Funes, que fue una de las periodistas que participó de esa iniciativa colectiva desde el primer momento, aborda el debate al mostrar las oposiciones que pueden plantearse al interior del feminismo, y asegura que “no tiene que representarnos a todas, porque no hay un solo feminismo”. Mediante relatos, además, el libro invita a reflexionar sobre ciertas ideas, que define como “dogmatismos” : “Tenemos que empezar a pensar que ni las mujeres somos santas ni los hombres son solamente malos: ni hay una masculinidad ni exclusivamente tóxica, ni una feminidad exclusivamente positiva”, plantea.

¿Cómo pasaste del periodismo a vincularte con el Ni Una Menos, que nació en 2015? 

Yo trabajaba en Gente como editora general, y veníamos de un año muy tremendo, donde mataban a chicas cada vez más jóvenes en situaciones cada vez más horrorosas, y había ahí una cosa social donde todos estábamos como en tensión y sintiendo que pasaba eso. El día que mataron a Chiara Páez, la periodista Marcela Ojeda, que cubrió muchísimos casos de violencia machista, escribió un tweet diciendo “¿Mujeres, no vamos a hacer nada?”. Respondimos a ese mensaje nueve periodistas y comunicadoras: “Nos están matando”. Nuestro oficio es ir viendo el pulso social, y tomar ese reclamo que era colectivo. Desde el principio fuimos un grupo muy heterogéneo, no había nada que entender desde lo partidario.

¿A qué hace referencia el término “mala feminista” que abordas en el libro, y con el que vos misma te identificás?

Esto de estar en falta o ser “mala feminista”, que yo digo que como las “chicas malas” las “malas feministas”  pueden ir a todas partes, tiene que ver con reclamar desde el feminismo nuestro lugar de igualmente a cargo de nuestras vidas, de personas que están falladas también.  Falladas nos veía el patriarcado por un montón de cosas, de nuevo falladas nos vuelve a ver el feminismo porque no cumplimos con determinadas reglas. Si tengo un cuerpo demasiado heteropatriarcal y si lo muestro colaboro con el patriarcado, vivo a dieta en secreto para que la sorora no me diga que está mal adorar el culo de Jimena Barón. A veces nos ponemos muy duras entre nosotras, y después pregonamos el concepto de sororidad, que es maravilloso y que las mujeres conocemos bien desde chicas. Cuando volvías sola del colegio era una cosa, y de repente enfrentar en grupo con tus amigas al de la florería que te decía cosas era mucho más fácil, le podías decir “viejo verde”, reirte y salir corriendo. Las mujeres nos empezamos a encontrar como sujeto colectivo de una manera que siempre funcionó como naturalmente.

¿Qué contradicciones sobre el feminismo plantea “Feminista en falta”? 

Hay una ola que para mí que es muy dogmática y se empieza a parecer mucho al puritanismo, y que es como una vuelta muy rara para las feministas, de volver a cuestionar a la otra, de tapar el cuerpo. Me parece que es muy importante por eso mostrar las contradicciones, el libro se llama contradicciones, relatos y preguntas de una revolución en marcha, y ver que a veces analizamos lo que nos está pasando pero mirando un modo de vida que quizás ya no es tan así. De repente nos hicimos fuertes, poderosas y nos dimos cuenta que podemos dar vuelta las cosas.

¿Vos decís algo así como que ese poder no nos vuelva de víctimas en victimarias?

Si, y que no ocurre siempre. Estamos hablando de casos atroces de los que partimos,  de abusos que sacamos del closet, lo que pasó con el caso de Thelma de dar vuelta la carga de una frase de “Mirá como me ponés”  a “Mirá cómo nos ponemos” porque estamos todas juntas.  Ahora,  en ese empoderamiento, que hace que miles de mujeres y varones empiezan a sacar de abajo de la tierra sus historias del pasado, nos damos cuenta que esas historias por un lado nos hermanan.  Eso de ir alzando la voz es poderosísimo, y de ahí para atrás no vamos a volver, porque hay cosas que no tienen que cambiar.  De ahí en más hay un lugar de dogmatismo que se pone pesado y nos vuelve a complicar. Cuando te preguntan cómo te vas a manejar en tu vida o en tu intimidad, si vas a pensar en regular cómo nos vamos a comportar en el amor, o en la cama, si una feminista puede o no querer de manera romántica.

Las construcciones son colectivas, el patriarcado un poco, desde algunos lugares, lo construimos todas. Tenemos que empezar a pensar que ni las mujeres somos santas, ni los hombres son solamente malos. Ni hay una masculinidad ni exclusivamente tóxica, ni una feminidad exclusivamente positiva. Es lo que plantea Margaret Atwood muy bien, las mujeres no merecemos derechos porque seamos santas, los merecemos porque somos humanas. Ese es uno de los planteos de los que parte el libro, de mostrar un poco la humanidad, por eso está cruzado de relatos, a veces fuera de lo convencional, pero que representan lo que nos pasa a muchas.

No hay un feminismo, hay feminismos. “El feminismo no tiene que representarnos a todas, porque no hay un solo feminismo. Hay por lo menos diez maneras tipificadas formalmente y creo que puede ser mucho más amplio. Tenemos que entender que el patriarcado era el que nos planteaba como mujercitas buenas, amorosas y maternales, y que si volvemos a reclamar desde ese lugar, que es de debilidad, es muy difícil y volvemos atrás un montón de pasos. También es entender que ese patriarcado malo, amorfo, que veíamos y que construimos, esa mirada cruel, no es solamente la mirada de un ‘Raúl malo’”, dice Funes.

“Mi generación, que somos las de cuarenta, somos un poco hijas de Moria (Casán) y de Susana (Giménez)  en nuestro feminismo. Es un poco polémico, pero pienso que tiene que ver con que eran esas mujeres fuertes, con esos cuerpos maravillosos, a las que los tipos las subestimaban y terminaron siendo las dueñas del circo, con sus susanos y sus sex toys. A nosotras nos demostraron eso, que una mujer podía estar a cargo. Hay una enseñanza también de las violencias por las que atravesamos las mujeres. Son hijas de un momento en que las mujeres se plantaban desde un lugar de fuerza”, reflexiona.