Baires Para Todos

Los pibes para la moderación

A contramano de lo previsto, La Cámpora se alineó sin fisuras detrás de Alberto Fernández y hasta aprueba su diálogo con Clarín. Gabinete y crecimiento territorial. Cristina, la garante de la paz.

Hace tiempo que Alberto Fernández los descartó de su lista de preocupaciones urgentes. Si el comando electoral de la calle México albergó, allá por fines de mayo, dudas sobre cuántas grietas internas, desencuentros y diferencias entre el albertismo y La Cámpora aparecerían sobre la marcha de la campaña para hacer volar por el aire la épica de la unidad, la realidad terminó por disipar los fantasmas. Al menos los inmediatos. Con una disciplina prusiana, la agrupación que conduce Máximo Kirchner se alineó sin fisuras detrás del candidato presidencial, ordenó a su militancia y moldeó su discurso a los tiempos (moderados) por venir.

“Esta historia de los demonios de La Cámpora…déjense de embromar, son gente que como todos los argentinos quiere vivir en un mejor país”. La enérgica defensa sonó el sábado la mañana en Radio 10 y provino desde España, nada menos que de boca de Fernández. El candidato presidencial acababa de leer un artículo en el diario La Nación sobre cómo será la eventual relación entre el camporismo y Fernández una vez en el gobierno.

Harto de la especulación sobre un eventual conflicto, Fernández reveló que el encuentro que tuvo con el empresario Marcos Galperín luego de las primarias fue gestionado por el propio Eduardo “Wado” de Pedro, a contramano de la versión que indicaba que el dueño de Mercado Libre se encontró con el camporista de manera sorpresiva y su presencia resultó cuasi amenazante. “Así se inventan noticias y se le hace mucho daño a la Argentina”, sentenció, molesto. De Pedro, delegado directo de Cristina Fernández ante el peronismo es hoy, sin dudas, uno de los dos dirigentes de La Cámpora más cercanos a Fernández y quien más frecuenta el búnker albertista en San Telmo. El otro es Máximo Kirchner -a quien Fernández conoce desde la adolescencia y con quien nunca cortó el vínculo personal, aún después de su ruptura con el kirchnerismo-, líder de la organización supuestamente destinada a generarle al candidato presidencial un dolor de cabeza que aún no aparece en el horizonte.

Por el contrario, en el comando electoral albertista suelen destacar el “alineamiento” absoluto del cristinismo y La Cámpora en la campaña. “Son los que menos problemas traen y eso tiene mucho que ver con la línea que baja Cristina. Ella es la garante de la paz”, dice un integrante de la mesa chica del candidato presidencial. “Funciona muy bien todo porque Cristina acertó en su diagnóstico y su estrategia”, agrega otro dirigente del albertismo puro, que admite que tuvo que desandar el camino de los prejuicios. “La verdad que me taparon la boca en el cierre de listas”, dice el operador que remarca que la organización resignó varios lugares en las listas nacionales, en pos de la integración con los demás espacios de Todos.

TROPA ORDENADA. La decisión de Cristina de dar un paso al costado y entronizar a Fernández como candidato presidencial fue el primer gran ordenador de la relación. “Cristina tomó una decisión y cuando lo hizo fue, además, la más acertada para todos nosotros”, le respondió la diputada camporista Luana Volnovich al portal Letra P cuando le consultó sobre cómo sería la relación entre la agrupación y el candidato presidencial, una vez que llegara a la Casa Rosada. “No hemos sido un condicionante en ningún momento de la campaña y no lo vamos a ser en el gobierno”, prometía Volnovich, cuando todavía faltaban algunos días para el gran triunfo de las primarias, que terminó de consolidar las relaciones internas.

Fue directamente la campaña electoral la que ofició de escenario para la presentación formal entre los dirigentes camporistas y Fernández, una novedad para la mayoría de los dirigentes que rodearon a Cristina en el último tiempo de su gobierno. “Yo lo conocía de vista, de la etapa anterior, porque mi rol era muy subalterno en el momento en que él dejó el gobierno. Empecé a hablar con él hace unos meses y me encontré una persona muy racional. Es la persona justa en el momento indicado; esa versatilidad que él puede tener creo que es una característica correcta para este momento de la Argentina”, dijo al porta Letra P Andrés “Cuervo” Larroque, otrora portavoz de las declaraciones más duras de la agrupación y quien en enero de este año llegó incluso a decir que la agrupación respaldaba a Nicolás Maduro, una idea que no comparten Fernández, Cristina ni muchos de sus compañeros de organización, que ya tomaron distancia del proceso venezolano. Larroque, que también tuvo tensiones internas con sus compañeros más propensos al diálogo, es ahora interlocutor frecuente de Sergio Massa, otrora destinatario de los cantitos camporistas que lo signaban como “traidor” y hasta del exiliado Diego Bossio.

La convicción de que la Argentina que viene es demasiado distinta a la que “la jefa” dejó en diciembre de 2015 es, en efecto, uno de los factores que más mencionan los dirigentes camporistas a la hora de explicar el apoyo a Fernández y de narrar el reencuentro entre los mundos peronistas que a fines de 2015 parecían destinados a no volver a no encontrarse. “Cristina entendió que el tiempo que viene va a requerir de todos y que Alberto es la persona indicaba para construir los consensos con algunos que nunca se hubieran sentado a hablar con ella. Fue la primera en entenderlo”, le dice a este portal un interlocutor frecuente de la ex presidenta.

Si Fernández había dado señales de ser un candidato moderado y con impronta propia antes de las PASO, ese perfil se acentuó aún más después de las elecciones, moldeado por las reuniones del candidato con empresarios, dirigentes, periodistas y hasta la cúpula del Grupo Clarín, blanqueada durante el seminario “Democracia y Desarrollo”, que se celebró en el MALBA.

Hasta la reunión con Héctor Magnetto, dicen en el Instituto Patria, tuvo el visto bueno de la ex presidenta. “Si Cristina no estuviera de acuerdo con esto, lo hubiera propuesto como candidato al Cuervo Larroque y no a Alberto”, dicen en el cristinismo, desde donde también ahora se marcan los números que parecían olvidados con la propuesta de retomar el vínculo con una versión acomodada a los tiempos que corren.

Un dirigente del peronismo tradicional que tuvo una relación más que tensa con La Cámpora durante el gobierno cristinista y los primeros años macristas coincide con esa versión. “Ellos tuvieron una evolución en la forma de construir política. Por ahora está todo acordado”, dice. Cuánto durará la paz es otro tema. “Las tensiones en algún momento van a aparecer. Cuando Alberto tenga que tomar decisiones antipáticas, se van a oponer. Por eso es necesario que construya su propio núcleo de poder”, dice un referente peronista. El candidato presidencial, por las dudas, ya construye el albertismo, más cerca de los gobernadores.

Además de la apertura en el diálogo, el camporismo suele colgarse otros méritos: disciplina, capacidad de movilización y alta capacidad de trabajo. En La Cámpora cuentan con orgullo que Fernández se sorprendió el día anterior a las PASO al visitar junto a Massa el centro de cómputos que la organización montó para hacer un escrutinio paralelo. La encargada de recibirlos fue la ex senadora Virginia García, también coordinadora de los equipos técnicos del Frente de Todos, junto a Nicolás Trotta

“Se dijo que éramos una organización que estaba destinada al fracaso si no tenía los recursos del Estado. Nosotros sabíamos que no era así, pero afortunadamente hoy ya nadie lo dice, porque no somos gobierno y hemos crecido como organización”, explicaba Volnovich, también consciente de que “la orga” había atravesado un proceso de revisión interna de errores.

OJO, VA A GOBERNAR LA CÁMPORA. El oficialismo lo agitó como una amenaza durante la primera etapa de la campaña. “Si gana (Axel) Kicillof, La Cámpora va a gobernar la provincia“, repitió hasta el cansancio la gobernadora María Eugenia Vidal. La afirmación, además, de falsa –Kicillof no es miembro de La Cámpora, aunque mantiene una relación estrecha con varios de sus miembros– no logró generar el temor buscado en el electorado. El candidato del Frente de Todos llegó casi al 50% de los votos y descuenta que superará cómodamente ese número en octubre.

Aún antes de la elección nacional y de que la ola albertista barriera con cualquiera prejuicio, la organización ya había conquistado territorios por mérito propio. En mayo, Luciano Di Nápoli ganó la intendencia de Santa Rosa, La Pampa, con el 51,73% de los votos. En junio, el diputado Martín Pérez se quedó con Río Grande y Walter Vuoto consiguió la reelección en Ushuaia, Tierra del Fuego, con el 57%.

Las PASO dejaron a las puertas de la intendencia a Mayra Mendoza (Quilmes), Fernanda Raverta (Mar del Plata) y Juan Debandi (Tres de Febrero). En Mercedes, el intendente Juan Ustarroz consiguió el 54,7% y va por la reelección. En el Instituto Patria se adjudican, además, los números de Florencia Santout (La Plata). Y, sin dudas, la gran apuesta de la organización será la pelea por la gobernación de Mendoza, que encabezará Anabel Fernández Sagati, el 29 de septiembre. La senadora de La Cámpora, que sorprendió al alzarse con el triunfo en las PASO del 9 de junio, logró encolumnar detrás suyo a todo el peronismo mendocino y tendrá en breve otra foto con Fernández, que viajará a darle su apoyo.

En el Patria se ilusionan con la encuesta de la consultora Analogías, que la muestra a menos de cuatro puntos de distancia del radical Rodolfo Suárez. Pragmática, Fernández Sagasti inundó la provincia de afiches en las que se muestra junto a Fernández, sin presencia de su jefa política, Cristina.

La cantidad de casilleros que tendrá disponibles para llenar “la orga” en caso de triunfar en los distritos en los que tiene puesta sus fichas forma parte, también, de las expectativas de paz duradera de los albertistas más recelosos. “Van a tener muchos lugares propios para ocupar. Por ahora, no va a haber problemas”. dice un dirigente de confianza del candidato presidencial.

Por Gabriela Pepe – Letra P