Baires Para Todos

Las grietas inevitables del comandante de la unidad

Techint lidera un lote de lobbies que empujan a Fernández a fricciones que quería dejar en cuarentena. La pelea con los bancos detrás de la impericia los contrastes en el mundo sindical.

Se agota el relato de la unidad nacional. Cuando se suponía que la plena emergencia lo mostraba en su mejor momento, Alberto Fernández se topó de repente con límites propios y ajenos. El Presidente sintió el golpe del Grupo Techint, la semana pasada, como un mensaje directo en contra de su gobierno y del esfuerzo que venía haciendo desde que comenzó la lucha contra la pandemia. La multinacional, que tiene 74.500 empleados en el mundo y declara una facturación anual de 23 mil millones de dólares, dio a conocer el despido de 1.450 obreros de la construcción, justo cuando el Gobierno parecía salir adelante con sacrificio de una crisis múltiple.

Con sede en Luxemburgo y un peso incomparable en la economía argentina, la siderúrgica de Paolo Rocca le dio un ultimátum a la cuarentena prolongada con la señal de largada para que se abran los despidos masivos.

El mensaje del grupo es el más notorio entre varios que desafían a Fernández y provienen del sector privado a medida que la parálisis se agrava: los formadores de precios, los bancos y las prepagas.

Los operadores de Techint advirtieron el mismo sábado por la tarde que cerca del Presidente comenzaban a cuestionar al magnate de la Asociación Empresaria Argentina y a levantar el mensaje del papa Francisco contra las empresas que despiden para salvarse.

El director institucional corporativo de Techint, Luis Betnaza, y el vice chairman de Ternium, Daniel Novegil, comenzaron a dar explicaciones en privado incluso antes de que Fernández hablara de los “miserables” y anunciara a los empresarios que les llegó la hora de ganar menos. El mensaje institucional afirmaba que las cesantías estaban previstas, tenían el aval del jefe de la UOCRA, Gerardo Martínez, y formaban parte de un cuadro general. No llegaron al Presidente o no lo convencieron, a juzgar por sus palabras del domingo a la noche en televisión.

¿COMER Y DESCOMER? Palabras más, palabras menos, los llamados de voceros de la empresa a los funcionarios de Fernández buscaron explicar que -tal la definición que inmortalizó al exsecretario de empleo Miguel Ponte, del gobierno de Mauricio Macri– se trataba del hecho natural de “comer y descomer”. Ponte había sido durante 45 años un hombre del grupo Techint y había llegado a ser director general de Recursos Humanos de Ternium.

Sin embargo, la mejor defensa del gigante siderúrgico la hizo Martínez, el oficialista permanente de la UOCRA. El sindicalista habló el sábado al mediodía en el programa “Toma y Daca”, de AM 750. Ahí, intentó correr a Techint del centro de los cuestionamientos y planteó que se trataba de una situación estructural que excedía a la compañía. “No solamente tendríamos que hablar de esta empresa, sino de la cantidad de empresas grandes, medianas y chicas que están exponiendo la decisión que, en las próximas semanas se tomaría con firmeza, de mandar los telegramas de despidos. Estamos hablando de 100.000 trabajadores posiblemente que van a quedar en la calle sin posibilidades de nada”, afirmó. Además, igualó el caso de Techint con el de YPF y las represas hidroeléctricas de Santa Cruz.

Era un argumento calcado al que utilizaban por esas horas los altos directivos de Techint que conversaban con el Gobierno. Tanto, que el audio de la entrevista era enviado por los lobistas de la empresa como prueba de que Martínez avalaba la decisión que indignaba a Fernández. El mensaje de los directivos de Rocca hablaba del Fondo UOCRA y afirmaba que tanto Claudio Moroni como Martínez habían estados siempre informados del tema. Recién dos días después, en declaraciones a Telam después de la conciliación obligatoria, el gremialista salió a desmentir a Techint con un cable a las 9 de la noche del lunes 30.

Como contó Letra P, los elogios de Fernández a Hugo Moyano, el miércoles en el Sanatorio Antártida, fueron interpretados como la respuesta al caso y encendieron todas las alarmas del establishment. Con aciertos y errores, el líder camionero fue en los últimos años la cara opuesta a la de Martínez, primera fila permanente en la Casa Rosada durante los últimos años de Cristina Kirchner y la temporada de ajuste de Macri en el poder.

La situación del empleo es por demás sensible y todos los pronósticos son pesimistas. La prohibición de los despidos por decreto durante 60 días no impidió que las suspensiones con recortes de sueldo aumentaran en los últimos días en empresas como General Motors, Garbarino y Despegar.

MALACOSTUMBRADOS. El desastroso operativo de reapertura de los bancos para pagarle a jubilados y beneficiarios de la AUH hizo volar por los aires la imagen de un gobierno que se estaba moviendo de manera eficaz y responsable ante la pandemia. La situación de miles de personas que pertenecen a grupos de riesgo y durmieron en la puerta de los bancos o esperaron durante horas para no ser atendidas generó tensión entre los responsables. Desde hace semanas, el sector privado apunta contra Sergio Palazzo, el líder de La Bancaria, que cuenta entre sus antecedentes indigeribles el de cerrar la paritaria de su gremio por encima de la inflación desde hace siete años. Por alguna razón ahora vista como inexplicable de manera unánime, la actividad bancaria no fue declarada servicio esencial desde que se inició la cuarentena. Aunque no hubo un pedido formal para que los bancos permanecieran abiertos, el Gobierno le reclama al sindicalista una actitud solidaria como la que adoptó Moyano con los camioneros en todo el  país.

El Banco Central y la ANSES tienen herramientas para obligar a la banca privada a atender a los jubilados en la emergencia. Este sábado, la atención corre por parte de los bancos públicos y cooperativos más otros como el Piano, el Supervielle y el Columbia, a los que ANSES les paga. El Macro y el Galicia se llevan la crema del negocio y sólo atienden a los que cobran las jubilaciones más altas.

Detrás de la impericia asoma el conflicto del Gobierno con un sector que integra la lista selecta de ganadores permanentes en un mar de heridos. En el Ejecutivo crece el malestar por la no colaboración de las entidades financieras: falta de crédito, cheques rechazados y demoras para otorgar giros descubiertos a las pymes. Lo dijo el ministro de Producción, Matías Kulfas, cuando afirmó que los bancos se acostumbraron a ganar mucho dinero en el pasado con las letras del Central.

Con la cuestionada Ley de Entidades Financieras vigente, Miguel Pesce tiene la potestad para obligarlos a comprometerse en la emergencia con créditos a tasa baja y hasta tasa cero. En el ancho oficialismo conviven los que afirman que el Ministerio de Hacienda no puso la garantía para los $30.000 millones que esperan las pymes y los que dicen que los bancos tienen que asumir algún tipo de riesgo para prestar y que hace falta una orden que reduzca al máximo los encajes para otorgar crédito productivo con esos fondos.

LA DIVISIÓN. Como sea, primero Techint y después el bloque financiero le plantearon en pocos días un límite claro a la política de la unidad nacional. También las prepagas se rebelaron ante la intención de Ginés González García de centralizar los recursos del sistema de salud durante la pandemia y los aumentos permanentes de precios muestran que en el sector alimenticio no atienden las advertencias de Fernández.

En el oficialismo, algunos suman los cacerolazos como expresión de un sector que quiere arrinconar al Gobierno en momentos en que el Estado se reafirma como más necesario que nunca. Otros anotan el antecedente del paro sojero que parece haber quedado a años luz. Los precios y la amenaza de despidos obligan al Presidente a una confrontación con los ganadores del modelo que pensaba postergar para después de la reestructuración de la deuda. Gasíferas, eléctricas y concesionarias de peajes también vienen invictas.

La pregunta es si Fernández puede superar el pico de la epidemia, en el contexto de una crisis cada día más profunda, sin chocar con esos sectores. El Presidente pareciera, por momentos, decir que sí. Sus contrincantes sugieren que no.

Por Diego Genoud – Letra P