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“La grieta brasileña” Por Gabriel Coronel

Los principales candidatos a la presidencia del Brasil. Aunque a priori solo dos (Jair Bolsonaro y Fernando Haddad) alcanzarán el tan ansiado balotaje, para dirimir al próximo presidente de la mayor potencia sudamericana.

El próximo domingo la República Federativa del Brasil vivirá un acontecimiento histórico. Por muchas cuestiones y con varios matices a tener en cuenta, va a ser una jornada teñida de tensiones y extremismos peligrosamente exacerbados en la previa, sobre todo por el candidato de la ultraderecha, Jair Bolsonaro.

Brasil es un país gigantesco, muy variado cultural y socialmente, con una rica historia y con una economía que se encuentra entre las mayores del mundo, al menos en términos de su P.B.I.

Más allá de estas variables debemos analizar la situación brasileña haciendo hincapié en la historia y la geografía del país. La historia del Brasil ha estado salpicada por la desigualdad, la formación de elites políticas y económicas que sometieron sistemáticamente a gran parte de la población (sobre todo los descendientes de los esclavos desde la época colonial). Brasil tuvo hasta no hace mucho tiempo atrás, altos índices de analfabetismo, de mortalidad infantil y bajos niveles de escolaridad, producto de esa desigualdad histórica entre clases sociales. Desde el nordeste pobre y postergado, la lejana y casi virgen Amazonia, el sur gaucho, los cariocas del sureste, los mineiros de Belo Horizonte, el rico e industrializado San Pablo y tantos otros sectores que hacen de Brasil y país riquísimo social y culturalmente hablando.

Esa desigualdad histórica entre las distintas capas sociales brasileñas perduró hasta la asunción al poder del ex obrero metalúrgico Luiz Inacio “Lula” Da Silva, quien aplicó políticas tendientes a reducir esa brecha gigantesca entre las clases acomodadas y quienes no sabían ni siquiera leer ni escribir. ¿Lula pudo haber sido un corrupto?, tal vez sí, tal vez no, pero nadie puede dudar que gracias a sus políticas que algunos neoliberales tildan de “populistas” (para ellos todas las políticas que favorezcan a las grandes mayorías postergadas son “populistas”) logró sacar a más de 30 millones de brasileños de la pobreza extrema, redujo drásticamente el analfabetismo y consiguió que por primera vez Brasil tuviera una “clase media” bien constituida con un poder adquisitivo que no hubiera soñado tener 20 años antes.

Más allá de lo negativo que pueda destacarse del gobierno de Lula, sin dudas que el líder del Partido de los Trabajadores consiguió poner al Brasil de pie, con una economía pujante y con una distribución de la riqueza nunca antes vista en el gigante sudamericano. Pues bien, Lula dio paso (erróneamente a mi criterio) a la sucesión de su mandato dejando la oficina presidencial del Planalto en manos de Dilma Rousseff. Una compañera de andanzas de Lula contra la dictadura brasileña de los 70/80, pero sin el carisma y la capacidad del ex sindicalista metalúrgico. El gobierno de Dilma fue decididamente mediocre y Brasil cayó en una profunda crisis que tuvo como consecuencia el golpe parlamentario liderado –entre otros- por su vicepresidente, Michel Temer, quien no pasará a la historia precisamente por su popularidad y capacidad para gobernar. Temer, con el único objetivo de mantenerse en el poder, cedió a todos los pedidos y solicitudes de los grupos de la elite social, política y económica del Brasil, para retrotraer todas las medidas “populistas” que se habían aplicado durante el gobierno de Lula.

El resultado de estas medidas fue el claro beneficio a los grandes terratenientes que históricamente mantuvieron a su gente trabajando en los campos y plantaciones en condiciones de semi esclavitud y que con Lula y sus medidas de gobierno sufrieron un importante retroceso, los empresarios del conglomerado industrial de San Pablo también se vieron beneficiados por las políticas de Temer en detrimento de los derechos laborales de los trabajadores, las grandes mineras, el lobby religioso-evangélico que en Brasil tiene muchísimo poder (la Iglesia Universal por ejemplo). Todos ellos beneficiados por un presidente cuasi golpista y tremendamente impopular, solo sostenido por estos grupos concentrados de la economía y la política brasileña.

Lula fue encarcelado por supuesta corrupción en el famoso caso “Lava Jato” e impedido de presentarse a las próximas elecciones (las que hubiera ganado seguramente). Para las elites que ostentan el poder en Brasil resulta inaceptable un nuevo gobierno del líder “populista”, ni siquiera del Partido de los Trabajadores, sea el candidato que fuere.

Y así surge una nueva figura en la política brasileña: el ex militar de ultra derecha Jair Bolsonaro. Con Lula proscripto por una polémica decisión judicial y fuera de la carrera presidencial, Bolsonaro se benefició con un ascenso meteórico en las encuestas posicionándose en el primer lugar, al menos para la primera vuelta, fogoneado por esas elites que no quieren saber absolutamente nada con la vuelta del P.T. al poder. El candidato original de estos grupos era Geraldo Alckim del P.S.D.B., quien nunca logró levantar vuelo en las mediciones previas, por lo que no pudo mantenerse como candidato del “establishment” y los “mercados”. Éstos no tuvieron otra alternativa que apoyar al impredecible Bolsonaro, quien les aseguró, va a aplicar todas las medidas económicas neoliberales que el mercado le sugiera en detrimento de las mayorías ya empobrecidas.

Lula se vio en la obligación de “bendecir” a su reemplazante. El ex alcalde de San Pablo y ex Ministro de Educación Fernando Haddad, quien medía muy poco en las encuestas previas hasta que fue ungido por el veterano ex presidente brasileño. A partir de ese momento Haddad fue creciendo en las mediciones, acercándose peligrosamente (para las elites ya mencionadas) a Jair Bolsonaro. Algo “inaceptable” para los mercados, que no toleran tener que soportar un nuevo gobierno del P.T.

Bolsonaro más allá de sus ideas extremistas, fascistas, antidemocráticas y algunas de ellas hasta imposibles de creer que sean aplicadas, goza de un apoyo popular de amplios sectores de la sociedad brasileña, que está harta de la “vieja política”, de la corrupción y de los manejos poco claros de algunas cuestiones que exceden a la vida cotidiana y las urgencias de los ciudadanos. El candidato de la ultra derecha y ahora bendecido por el establishment brasileño, tiene un discurso que suena frontal y sin los slogans típicos del marketing político. Eso seduce a muchos desencantados.

Sin dudas que este domingo próximo, Brasil vivirá una jornada histórica y con un resultado que repercutirá en el resto del continente. Casi con seguridad se dará el hecho de un balotaje entre Bolsonaro y Haddad para definir al próximo presidente del Brasil. Entre la extrema derecha que tiene cada vez más adeptos y la centroizquierda liderada por el encarcelado Lula Da Silva y representada en las urnas por Fernando Haddad. Estas elecciones terminarán de desnudar “la grieta brasileña”.