Baires Para Todos

La cabeza de Guzmán

Acostumbrado a que lo apunten, el ministro sigue como si nada: ve una oportunidad en la crisis energética y quiere una ley de Gas Licuado. Macri, Milei y un escenario de tres tercios.

Martin Guzmán volvió de Washington convencido de que la guerra en Ucrania le dio a la Argentina una nueva oportunidad. El ministro de Economía se sorprendió por el interés que los países de Europa mostraron por tomar contacto con el gobierno argentino en medio de la crisis energética global. Durante dos años, Guzmán se vio obligado a pedir reuniones con los miembros del Fondo Monetario Internacional y el Club de París en busca de clemencia para el endeudamiento local. Pero ahora fueron los ministros de las potencias europeas los que quisieron agendar bilaterales para encontrar una salida a la encrucijada que plantea la invasión que Putin decidió sobre Ucrania, después de que la OTAN expandiera sus fronteras cada vez más cerca de Rusia. 

En la asamblea de primavera del Fondo y el Banco Mundial, una alta autoridad europea le dejó en claro a Guzmán cuál es el balance de un continente que oscila entre la crisis y la decadencia: “Fracasó la idea de que la integración económica energética entre la Unión Europea y Rusia iba a ser efectiva para una paz duradera. Era nuestro modelo pero fracasó y ahora se está escribiendo un nuevo mapa del mundo”, le dijo.

El cambio de agenda global involucra a la Argentina, que afuera ya no habla de cómo renegociar su endeudamiento en moneda extranjera, pero tiene por delante una convivencia tortuosa con el Fondo en un contexto de inflación global y escasez de energía. Guzmán anunció que no cambiará las metas fundamentales del acuerdo con el Fondo que La Cámpora considera incumplible y que lo que se revisará será la proyección de inflación que ya quedó vieja. Presentado por sus detractores internos como el ministro del FMI, algo que considera un golpe bajo desleal, su obsesión vuelve a ser conseguir los dólares que le siguen faltando a la economía para apuntalar el crecimiento en el marco de un programa que trae más inflación y menos actividad.

Guzmán regresó a Buenos Aires para darle detalles a Alberto Fernández de las posibilidades que, según cree, se le abren al gobierno del Frente de Todos y apenas aterrizado se encontró con un grupo de dirigentes que pedía a gritos -una vez más- su renuncia. Andrés “Cuervo” Larroque lo hizo en nombre de Máximo Kirchner primero que nadie, Cecilia Moreau lo hizo en línea con Sergio Massa y las críticas se reeditaron con fuerza en un contexto en el que el aumento de precios no cede, la inflación internacional suma presión y evapora los ingresos de sectores que acumulan largos años de pérdidas. 

Con nervios de acero y el respaldo del Presidente, el ministro le explicó a uno de sus pares en el gabinete cuál era su mirada ante la ofensiva pública del cristinismo y sus aliados. “No es una cuestión personal. Es un juego de poder. Yo voy con todo siempre para adelante”, le dijo. Hasta hoy, Fernández lo sostiene en lo que para sus colaboradores ya funciona como una señal de autodefensa. Para Alberto, dicen, entregar a Guzmán sería entregarse.

El ministro ocupa el sillón que el cristinismo le quiere arrebatar a Fernández pero la pelea interna lo excede. La tensión se percibe en el aire y se expresa en público como durante el acto que organizaron Máximo y Larroque en Florencio Varela durante el anuncio de un programa alimentario para familias bonaerenses. Unos y otros se acusan de lo mismo: estar fuera de la realidad.

De fondo, se confirma la falta de un liderazgo que los contenga a todos y la ruptura en los hechos de la sociedad electoral que nació del dedo de Cristina. Más que unidad, hay dos gobiernos en uno. Pocas veces como en los últimos días quedó más claro que las discrepancias son más domésticas que de alineamiento internacional. A las sonrisas de Cristina Fernández con la jefa del Comando Sur Laura Richardson y el embajador de Estados Unidos Marc Stanley -un dato ignorado por los medios que siguen tildados en el caso Venezuela, como antes de la guerra-, se le suma la visita de Eduardo de Pedro a Israel. El ministro del Interior, que había recibido a Stanley en la Rosada, viajó con un grupo de gobernadores y con el presidente de la Cámara de Comercio-Israelí, el empresario bélico Mario Montoto.

Cuánto tiempo más puede aguantar la dinámica de confrontación en el gobierno, nadie lo sabe, pero queda claro que beneficia a una oposición que tampoco puede disimular sus disputas. Si no fuera porque Mauricio Macri se siente otra vez el centro del universo y se divierte haciéndole daño a los socios que quieren dejarlo a un costado, la pelea a cielo abierto en el oficialismo sería todavía más nociva. Sin estructura ni costos, Macri se beneficia del pesimismo general que se acentuó con el Frente de Todos y la pandemia, juega a que puede ser candidato otra vez y hasta envía al latin lover Francisco “Pancho” Cabrera a pasar la gorra entre los llorones de la UIA. Al lado de Horacio Rodríguez Larreta no lo dicen, pero piensan que Mauricio es “un candidato caro”, acostumbrado a gastar a lo grande, y ya nadie quiere poner un centavo en su aventura.

Desde que volvió, Guzmán retornó a la dinámica habitual de moverse entre La Plata y Buenos Aires. En publico, encadenó un encuentro con sindicatos de la energía y una seguidilla de contactos empresarios: el Zoom con los ceos de IDEA, la entrevista en el encuentro organizado por el Diario Río Negro y finalmente la disertación en el foro vip organizado del Llao a Llao, organizado por Eduardo Elsztain y animado por los diletantes más destacados del establishment. El jueves que viene, además, almorzará con el Consejo Interamericano de Comercio y Producción.

Los leales de Cristina ven muy claro que cambiar la perspectiva de Guzmán es imposible. El ministro está convencido de que el rumbo económico es el correcto en un contexto complicado y sigue diciendo que no hubo ajuste durante su gestión. Al contrario, se toma del coeficiente Gini y piensa que la distribución del ingreso mejoró, a contramano de lo que sucedió a escala global. Ignora, en cambio, los datos de la Cuenta de Generación de Ingreso del INDEC que muestran que la desigualdad creció en el último año y los asalariados perdieron en 2021 nada menos que 5 puntos en el reparto de la torta con respecto a 2020. El profesor de Columbia defiende la red de reducción de daños del Estado en la emergencia y sostiene que en el primer trimestre del año el gasto real aumentó un 11%.

Eso no quiere decir que Guzmán no sienta el golpe o no advierta que un gobierno partido al medio no puede dar garantías a los empresarios ni contener las expectativas inflacionarias. Aunque en público no lo dijo,  responsabiliza a sus detractores por afectar la escasa fortaleza política del gobierno y contribuir con la inflación descontrolada. En su lenguaje, más bien diplomático, no están a la altura de las circunstancias. En la otra punta del FDT, lo señalan a él como el culpable del malestar que se extiende entre mayorías que extrañan al kirchnerismo cero kilómetro.

Guzmán sabe que en la medida que no haya aumento de retenciones, la inflación internacional va a seguir pegando muy fuerte. Pero argumenta que hoy los precios de guerra están impactando no solo en el agronegocio sino sobre todo en la energía, la cadena metalífera y la logística. También los productores del campo enfrentan subas en los fertilizantes aumentaron mucho por el precio del gas.

El ministro habló en el Sur de la coyuntura geopolítica que favorece a la Argentina y dijo que, a diferencia de Estados Unidos, Europa no quiere que el hemisferio occidental rompa con Rusia, pero sí quiere diversificar las fuentes de suministro de la energía y de los fertilizantes. Por eso, dijo, el proyecto más importante que tiene para este año es una ley sobre Gas Natural Licuado. Como antes con el acuerdo con el Fondo, quiere lograr un apoyo amplio porque piensa que excede a un periodo de gobierno. Dice que un nuevo marco normativo puede atraer inversiones por más de 10 mil millones de dólares en el mediano plazo pero demanda un trabajo político para que la mayor oferta venga de la mano con contratos que garanticen el abastecimiento para los países de Europa y le faciliten a las empresas una rentabilidad sin alteraciones impositivas. Pocos en la oposición se animarían a contradecirlo, no así en el oficialismo.

Según cuentan los habitués de la quinta de Olivos, Guzmán le dijo al presidente: “Si lo hacemos este año, en 2027 vamos a estar exportando, pero en el medio vamos a tener un proceso de mucha inversión y mucho empleo. Hay que aprovechar esa oportunidad este año. Es ahora”. La guerra de Putin, piensa, le allanó el camino a países como la Argentina porque sin ofertas adicionales de Gas Licuado, el precio se va a disparar todavía más y a Europa le va a costar muchísimo tomar distancia de Rusia, que es lo que pretende Estados Unidos.

El 24 de febrero se inauguró una nueva etapa global y los optimistas del fin del mundo piensan que ahora nadie va a bloquear la expansión de Sudamérica en materia energética. En el microcine del ministerio de Economía proyectan una película que el cristinismo no compra: dicen que en un contexto de crisis y suba de precios, con el fantasma de la recesión vuelve a asomar, la Argentina ya no va a pedir sino que tiene algo para ofrecer y puede jugar un rol importante, que le sirva al primer mundo, en materia de energía. A eso se le sumaría una adaptación del esquema de regulaciones de capital solo para el sector energético, que vendría a suplir a la Ley de Hidrocarburos que jamás se trató en el Congreso.

El reverso es la inflación que volvió a ser elevada en abril, la caída del poder adquisitivo y la consolidación de una nueva generación de mano de obra barata, que crece entre la precariedad y la autoexplotación. Lo muestra no solo las cifras oficiales sino también datos como el que publicó esta semana LPO: según el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (IPCVA), el Salario Mínimo Vital y Móvil alcanzó en marzo para comprar 34 kilos de asado, cuando cinco años atrás alcanzaba para comprar 68 kilos. La gran obra de Cambiemos, una violenta transferencia de ingresos en detrimento de los asalariados, se mantiene intacta. En lo que pareció una respuesta pública a CFK, Alberto ensayó su alegato el viernes en Córdoba: dijo que el salario real creció 19 puntos entre 2003 y 2015, pero perdió 20 entre 2015 y 2019. “Lo que tardamos 12 años en conseguir se perdió en apenas 4 años”, dijo. Traducido: no me pidas Cristina que resuelva en un mandato lo que vos y Néstor hicieron en tres.

Pero el discurso oficial del vaso medio lleno que enuncian el Presidente y su equipo no permea a nivel social. “Si uno se basara en el desgaste de la gestión del gobierno y de todos los dirigentes del Frente de Todos y en las expectativas, diría que el oficialismo está muerto”, dice Federico Aurelio. Pero enseguida agrega: “Esto es Argentina, el reino de lo imposible, y el oficialismo tiene más probabilidades de perder que de ganar, pero no está muerto. En 2019, si el peronismo no se hubiera unido, Macri hubiera sido reelecto, pese al tremendo desgaste que tenía”. 

El director de la consultora Aresco afirma que la composición del escenario electoral es muy importante y el peronismo unido tiene por lo menos 30 puntos. “Además, del otro lado está el fenómeno Milei, que ya trascendió hace rato la ciudad de Buenos Aires y hoy tiene 20 puntos en todo el país. Se fue nacionalizando, creciendo de 1,5 o 2 % por mes y no sabemos hasta dónde puede llegar. Y aunque no crezca más, ya es el árbitro de la elección 2023”, dice. 

La posibilidad de un escenario dividido en tres tercios es lo que vislumbran algunos en Juntos: eso fue lo que advirtió María Eugenia Vidal, en la reunión de la mesa nacional de la oposición, que discutió el miércoles cómo seguir hacia 2023. Según cuentan los que participaron, hubo dos grandes acuerdos y nadie se opuso: el artículo 6 del reglamento de funcionamiento definió que las nuevas incorporaciones necesitan la unanimidad de todos los socios para entrar. Patricia Bullrich se quedó hasta el final para redactar el documento, pero después salió y consideró un error lo que ella misma avaló. Macri jugó a pararse por encima de las contradicciones: “Milei no quiere venir y nosotros no lo queremos. Pasemos a otro tema”, dijo.

De acuerdo a los datos de Aurelio, el economista que trabajó durante años para Eduardo Eurnekian crece gracias al malestar general, a los medios y a su manejo de las redes sociales. El 40% de los que lo votan tiene menos de 30 años, el 70% son varones y entre el 20 y el 25% de los que votaron a Macri en 2019 dicen hoy que lo van a votar a él. Predomina el votante de la clase media pero recolecta de todos, incluidos los sectores bajos. Más desertores de Juntos que del peronismo, pero también del peronismo.

Cerca de Larreta piensan que Juntos es uno de los grandes responsables del crecimiento del diputado de Avanza Libertad. “Le estamos haciendo la campaña gratis. Lo estamos levantando entre todos. Pero la historia está llena de candidatos que se caen en el momento bisagra”, dicen.

Después del gobierno de Macri, la pandemia y la experiencia traumática de la unidad del FDT, el cambio más importante que registra Aresco está en el ánimo social. Sien 2015 Macri ganó diciendo que iba a continuar con parte de lo que había hecho Cristina, ahora el clima es opuesto. “En ese momento la continuidad era importante. Hoy, el 50% de los consultados dice que hay que cambiar casi todo. Ese es el universo en el cual puede seguir creciendo Milei. Hay una vocación de cambio mucho mayor”. afirma Aurelio.

Por Diego Genoud – Letra P