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Juego de tronos en Jordania

Como consecuencia de un fascinante intento de un golpe palaciego, en los últimos días el Reino de Jordania ha ocupado la primera plana en los acontecimientos de la siempre intrigante región de Medio Oriente.

Conviene tener presente las principales características del país, que se presenta como una monarquía constitucional en la que el Poder Ejecutivo reside en el rey, mientras que el poder legislativo se encuentra representado por un parlamento bicameral.

Pero el territorio jordano -antes llamado Emirato de Transjordania- era parte integral del Imperio Otomano, entidad geopolítica que colapsó tras la Primera Guerra Mundial. A la disolución del Imperio Otomano, siguió un reparto colonial en Medio Oriente en el que las dos principales potencias de la época -el Imperio Británico y Francia- se distribuirían los antiguos territorios.

En el caso de Jordania, su territorio quedó bajo administración británica en los años veinte. Antes, formaba parte del mandato británico de Palestina (conformada por la actual Palestina y Jordania).

La familia real que gobierna el país es de origen hachemita, una de las dinastías más antiguas del mundo, con un linaje que se remonta hasta las épocas del profeta Mahoma.

El rey actual de Jordania es Abdalá II, quien gobierna al país desde el año 1999, luego de la muerte de su padre Huséin I, cuyo reinado se extendió por más de cuatro décadas.

Huséin I, quien fue coronado en 1952, contrajo matrimonio en cuatro oportunidades, teniendo 12 hijos. En su primer matrimonio, entre 1955 y 1957 con la princesa Dina, solo tuvo una hija, Alia. En su segundo matrimonio, con la princesa Muna, nacieron otros cuatro. El mayor, un varón, Abdalá, en enero de 1962. Cuando Abdalá tenía solo un año, Huséin I decidió designarlo heredero y apartar del camino al trono a su hermano Hassan. No obstante, en el año 1965, siendo Abdalá un niño, el rey decidió que prefería tener a alguien adulto en la sucesión por si él moría, por lo que volvió a nombrar a Hassan como heredero al trono.

Una decisión adoptada en el año 2004 se encuentra en el centro de la conflictiva puja de poder en el reino. Ya con Abdalá II en el poder, a cinco años de su asunción, en el año 2004, decidió quitar de la línea sucesoria a su hermanastro Hamzah, colocando a su hijo Hussein en el año 2009 como su heredero (nombre otorgado en honor a su abuelo) optando por una sucesión directa para evitar inconvenientes en la familia. La decisión no fue para nada bien recibida por el círculo de Hamzah a quienes consideraban el más apto para el cargo luego del reinado de Abdalá II.

Hamzah tiene 41 años de edad, es hijo de Huséin I y Noor Al Hussein y hermano del príncipe Hashim Al Hussein (39 años) y hermanastro del actual rey de Jordania Abdalá II (que es hijo de Huséin I y la princesa Muna).

La problemática en Jordania radica en que Hamzah bin Al Hussein, ex príncipe heredero, criticó públicamente el liderazgo del rey de Jordania en un video enviado a los medios de comunicación y por ende se le prohibió públicamente realizar actividades políticas.

La ambición de poder y las luchas entre los defensores del acceso al trono de Hamzah chocaron contra el liderazgo de Abdalá II, que de ninguna manera permitiría que su dinastía corriese peligro. Debido a esas críticas realizadas por Hamzah, se lo acusó de tramar un complot contra el rey.

La crisis es tan profunda, que fue el jefe de estado mayor del ejército quien le dijo a Hamzah que cesara su actividad. El ejército y el Mukhabarat, el poderoso servicio de inteligencia, son la base del gobierno hachemita, arraigado en las tribus jordanas nativas, en oposición a las mayorías palestinas trasladadas al este del río Jordán en las guerras árabes de 1948 y 1967, contra el Estado de Israel.

El fiscal del estado jordano, Hasán al-Abdalat afirmó: “Con el fin de respetar el secreto de la investigación de los servicios de seguridad sobre el príncipe Hamza y otros, se prohíbe la publicación de todo lo relacionado con esta investigación en este momento”, además de aclarar muy expresamente que “la prohibición de publicación concierne a todos los medios audiovisuales y redes sociales, así como a las imágenes o videos relacionados con este tema, bajo pena de enjuiciamiento penal”.

Hamzah goza del apoyo de muchas de las tribus jordanas y su popularidad le otorgan un poder fundamental, el cual intentó ejecutar al declarar abiertamente en contra del rey Abdalá II.

Desde luego, Jordania no es un país desarrollado ni mucho menos, posee un desempleo del 18% de su población activa -mayoritariamente sunita- y un 24% de los jordanos viven por debajo del umbral de la pobreza según el Banco Mundial. Pero más allá de las debilidades estructurales del país, posee una gran relevancia para países como Arabia Saudita, en su constante búsqueda de solidificación de relaciones con países de la región para contrabalancear a Irán.

El jefe de la diplomacia jordana, Ayman Safadi, recibió en Amán (capital de Jordania) a su homólogo saudita, Fayçal bin Farhan, que le transmitió un mensaje de apoyo del rey Salmán. Los dos ministros afirmaron que “la seguridad y la estabilidad de los dos reinos son indivisibles”.

Jordania es, además, un aliado de los Estados Unidos. Bajo el impulso de la Administración Clinton, Amán firmó un tratado de paz con el Estado de Israel en 1994. Pocos días atrás, el mismísimo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, respaldó al rey Abdalá II. Un comunicado de la Casa Blanca destacó “los fuertes lazos bilaterales entre Jordania y Estados Unidos; el importante rol de Jordania en la región, y el fortalecimiento de la cooperación bilateral en múltiples asuntos políticos, económicos y en materia de seguridad”.

El especialista en relaciones internacionales y ex embajador en Israel Mariano Caucino, sostuvo que “la monarquía jordana tiene como principal meta la preservación del poder” y que “como consecuencia de los arreglos diplomáticos que siguieron a la caída del Imperio Otomano, sintetizados fundamentalmente en el acuerdo Sykes-Picot hace poco más de cien años, surgieron en la región una serie de estados nacionales débiles y frágiles”. Caucino explicó que “en la última década, la región vivió la traumática experiencia de la llamada Primavera Arabe, lo que despertó en el liderazgo de esos estados los sentimientos de profundizar las tendencias conservadoras”.

Los acontecimientos en Jordania marcan la inestabilidad política en la cual puede un país entrar cuando los conflictos radican en intereses personales y familiares, más que en cuestiones de carácter estatal o decisiones de índole económica. Abdalá II lleva 22 años en el poder y al parecer, no desea que su reinado caiga en las manos equivocadas.

Por Manuel Ignacio Carreras- Especialista en Relaciones Internacionales.