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Holly Harrison: el hombre que caminó de Ushuaia a Alaska

Holly “Cargo” Harrison hizo 23.319 km a lo largo de todo el continente americano. En el trayecto cruzó la selva más peligrosa de América, sufrió un paro cardíaco y hasta fue atacado por un oso.

Su nombre es Holly Harrison, aunque muchos lo conocen como Cargo. Tiene 58 años y, según él, su profesión es ser aventurero. Nació en los Estados Unidos pero no especifica dónde: “Sólo viajo por ahí”, se excusa.

El 30 de mayo de 2018, Cargo fue noticia al dejar su firma en el libro de los récords, o mejor dicho su huella, ya que pasó a ser la persona más rápida en caminar desde Ushuaia hasta Prudhoe Bay, en Alaska. Una hazaña de 23.319 km y 530 días que dejaría perplejo a cualquier amante del senderismo. “Decidí hacer este viaje tres años atrás, cuando me enteré de que sólo una persona en la historia lo había realizado. George Meegan es un aventurero inglés que completó el trayecto entre las décadas del ‘70 y el ‘80. Le llevó seis años y medio. Pensé que podía hacerlo mucho más rápido, así que me propuse ser la primera persona en caminar a lo largo de todo el hemisferio occidental sin parar”, explica Holly.

Para poder caminar un promedio de 44 kilómetros por día, Cargo preparó un equipo muy liviano. En la mochila sólo llevaba la comida y agua necesarias para llegar hasta el próximo pueblo o ciudad, además de la bolsa de dormir. A su vez, utilizando botellas de plástico recicladas y fibra de vidrio, construyó un par de bastones especiales de aproximadamente nueve centímetros de diámetro, de interior hueco, en los que también podía guardar más equipamiento.

 

Empezar por el fin del mundo

El viaje comenzó el 17 de diciembre de 2016, tras dejar Ushuaia para emprender un trayecto que lo llevaría a cruzar 14 países, caminando siempre solo y durmiendo a la vera del sendero, ya sea bajo puentes o detrás de árboles, piedras, colinas o dunas de arena; y ocasionalmente en algún hotel. Cargo confiesa que “cuando estaba a la intemperie siempre trataba de encontrar un lugar donde esconderme. Nunca tuve miedo de los animales pero sí de los seres humanos, sentía que ellos eran mi mayor amenaza”.

De la Argentina destaca los hermosos paisajes de la Patagonia y, sobre todo, su gente, que siempre fue muy atenta con él. “Los autos y camiones siempre se detenían para darme agua, comida o para preguntarme si estaba bien. Los argentinos son de las personas más agradables que conocí en todo el viaje”, recuerda Holly. Aún así, la Patagonia también fue uno de los tramos más difíciles. Las distancias entre los pueblos son muy grandes y todos los días tuvo que lidiar con el fuerte viento. Un trecho de 1.287 km muy adverso.

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De la sartén al fuego

Otra gran prueba fue la selva del Darién, entre Colombia y Panamá, un trecho de 100 kilómetros sin ninguna ruta o autopista como referencia. Él solo se pudo valer de los embarrados senderos de la jungla, además de que en más de una ocasión tuvo que cruzar profundos ríos de corrientes muy fuertes. Cargo aclara que la selva del Darién “es considerado el sitio más peligroso de América debido a la fuerte presencia del narcotráfico y de muchas facciones guerrilleras o paramilitares. Es un lugar al que los gringos simplemente no van”.

A pesar de que siempre fue una persona sana, mientras cruzaba México, Holly empezó a fumar. Más que nada lo hizo porque lo obligaba a parar y hacer una breve pausa entre sus extensas caminatas, que duraban entre 12 y 15 horas por día. Este hábito, sumado al terrible desgaste que sufrió su cuerpo, no tardaron en generar graves consecuencias: “Estaba en un motel en Nevada –Estados Unidos– cuando sufrí un paro cardíaco. Fue muy serio, me llevaron en helicóptero a un hospital para operarme. Tengo mucha suerte de estar hoy aquí. Estuve internado cuatro días, pero al quinto retomé mi viaje a pesar de las recomendaciones de los médicos. Sin embargo, cada día que pasaba me sentía mejor y, al cabo de una semana, ya podía caminar nuevamente unos 50 kilómetros diarios. Más tarde, cuando estaba en Canadá, sufrí una lesión en el tendón de la corva. Y posteriormente me rompí un ligamento del pie izquierdo, la lesión más grave que tuve. Ambas me obligaron a usar muletas durante el resto del viaje, aproximadamente unos 3.200 kilómetros”.

Después de la internación era obvio que él ya no podía seguir solo, necesitaba un respaldo en caso de un nuevo accidente. Afortunadamente, su cuñado decidió acompañarlo durante el resto del viaje a bordo de un motorhome. Mientras Cargo caminaba, ahora con muletas, su escolta motorizado lo seguía.

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Un viaje sin fin

A esta altura, su viaje ya era de película y, como buen protagonista, él debería enfrentar una última prueba antes del final: “En Canadá y Alaska hay muchos osos: negros, grizzly e incluso polares pero no vi ninguno hasta que estuve a unos 24 km de Prudhoe Bay. La noche previa a completar mi viaje, cerca de las 4 AM, unos ruidos extraños me despertaron: un oso se estaba comiendo mi comida. La única defensa que tenía eran mis muletas, así que empecé a gritar y a golpearlas entre sí para ahuyentarlo pero solo logré que el oso me atacara. Seguí gritando mientras trataba de defenderme con las muletas. Al final pude golpearlo en la nariz, tras lo cual él se dio vuelta y salió corriendo. Mientras el animal huía, me di cuenta de que se estaba defecando encima. Ahora les cuento a mis amigos y me río, creo que soy la única persona en el mundo que logró darle semejante susto a un oso”.

Al día siguiente la travesía llegó a su fin. Obviamente Cargo estaba feliz, su cuerpo ya no daba para más pero también reconoce que sintió cierta tristeza: “Me sentía libre y sin preocupaciones cuando estaba caminando. La mayoría de las personas sufren a diario de mucha presión, obligaciones y estrés; yo no tenía que lidiar con nada de eso mientras viajaba”.

Holly Harrison sigue viajando pero ahora de forma normal para visitar a familiares y amigos. Pero esta travesía no terminó, ya que planea escribir un libro sobre su experiencia. Una sutil forma de revivir y perpetuar todo el camino andado.

Por Juan José Lanusse