Baires Para Todos

El sendero político de Lavagna

“Cazaron un tiburón, no el tiburón”. Así, de forma contundente, el oceanógrafo experto en escualos, personificado por Richard Dreyfuss, descarta la posibilidad de que el tiburón encontrado, sea el responsable de las primeras muertes que suceden en el film de Steven Spielberg. Su deducción, se apoya en una evidencia. La mandíbula del tiburón hallado es demasiado pequeña. Dicha imagen, resulta más que oportuna para describir el sendero político posible para Roberto Lavagna. El veterano economista no puede ser un tiburón más entre otros, sino por el contrario, aquel gran tiburón blanco de la película, cuya mandíbula deglute todo lo que va encontrando a su paso. Si a escasos seis meses de las elecciones, se está hablando de alguien que no estaba en el tablero político como Lavagna o, inclusive hasta de outsiders como Tinelli, es precisamente porque todos los tiburones conocidos hasta la fecha, no tienen una mandíbula que pueda comer todos los votos necesarios para ganar una elección presidencial.

Al día de hoy, la intención de voto de Macri en primera vuelta, apenas supera en un punto a la de Cristina, 24% versus 23%, bastante por detrás del 28% de No sabe/No contesta, según una encuesta de la Universidad de San Andrés. Ese panorama electoral, es reforzado por un sondeo de Gustavo Córdoba & Asociados, donde más del 50% de los electores, votaría por un candidato que no fuera Macri ni Cristina, en comparación a un 29% que se inclina por ellos en una proporción que, en el presente, favorece a la líder de Unidad Ciudadana. En una palabra, el mar actual de la política argentina, está dominado por dos tiburones cuyas aletas impresionan, pero que no pueden morder. Más aún, si ese tablero marino comprendiera a Massa y a Urtubey, hasta se podría hablar de una remake del clásico argentino Los superagentes, donde a ambos les tocaría el papel de “Delfín” y “Mojarrita”, al dominar apenas un 11% y un 9% del mar, de acuerdo a un reciente estudio de Isonomía.


En ese contexto, queda claro que la mesa está servida para la aparición de un tiburón blanco, con la capacidad de encolumnar detrás de sí, a una serie de pequeñas tribus con una innegable importancia cualitativa, pero que en el plano cuantitativo, no están en condiciones de liderar un proyecto ganador. En particular, mucho se habló en estos días de la eventual participación de Lavagna en una interna del Peronismo Federal. Ello no tendría ningún sentido. Si un espacio político tan importante, en términos de la gobernabilidad del país y de la mayoría de las provincias argentinas, tuviese gravitación electoral de orden nacional; ¿quién estaría insinuando siquiera los nombres de Lavagna, Tinelli y de otras cartas que aún se mantienen tapadas? Si tales nombres emergen, es porque el aporte del Peronismo Federal, se expresará en términos de los valiosos y fogueados cuadros de gestión provinciales, así como las tropas legislativas tan vitales para una gestión nacional exitosa; pero de ninguna manera será sustancial, a la hora de enfrentar la cruel aritmética de las urnas.

En ese plano, el sendero político posible de Lavagna para evitarnos el dolor de cabeza de una final entre dos proyectos políticos que, aún fracasados, tienen un piso lo suficientemente alto que los coloca en un ballottage digno de una película de terror; es romper y trascender la lógica interna de los actuales clanes políticos en pugna. Ello implica actualizar aquella famosa frase de un Perón que hoy describiría el tablero político argentino, en términos de un 23% de Cambiemos, un 23% de Unidad Ciudadana, un 15% del Peronismo Federal, un 5% de la izquierda, un 4% de una derecha aún inorgánica y un 30% que no está claro a dónde van cuando llueve. Aunque algo se sabe sobre ellos. En especial, que se mueven cada vez más en base a la lógica de movimientos ciudadanos que hoy alimentan la política. ¿Donde quedaría Lavagna dentro de esa Torre de Babel política? Pues comiendo tanto de la política como de los movimientos ciudadanos. “Lavagnistas somos todos”. Impresionables abstenerse.

Por Daniel Montoya – Analista político.