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El cepo inútil

El control de cambio no frena la sangría de reservas. El Central contiene el dólar, pero sigue vendiendo y manteniendo súper tasas. En septiembre se fugó un desembolso del FMI. ¿Se llega a diciembre?

“Hay dólares para llegar al 10 de diciembre y el nivel de reservas es saludable”, dijo el presidente del Banco Central, Guido Sandleris, el lunes en las jornadas financieras organizadas por el Grupo Clarín. La aclaración se produjo en el cierre de un mes en el que las tenencias de la autoridad monetaria perdieron 5.396 millones de dólares para finalizar en 48.702 millones. Es más, mientras Sandleris hablaba, se fraguaba una merma de 236 millones en un solo día.

La definición, elocuente sobre la inquietud que habita en el mercado financiero, en el Gobierno y en la oposición que prepara su salto al poder, recibió diferentes interpretaciones.

Gustavo Reija, director de la consultora Mecronomic, le dijo al portal Letra P que “eso, lejos de tranquilizar a los mercados, fue un claro indicador de la fragilidad en que nos encontramos, con reservas de libre disponibilidad en caída y sin posibilidad de acceder a ningún tipo de financiamiento”.

En tanto, el analista financiero Christian Buteler le dijo a este portal que “estuve en la presentación de Sandleris y creo que lo que dijo fue levantado mal por algunos medios. Declaró que las reservas alcanzan hasta el 10 de diciembre, porque obviamente otra cosa no puede decir, pero también que hay que dejar de pensar en el 10 de diciembre, en el sentido de que tienen perdurar mucho más allá de esa fecha. No me pareció que haya querido expresar que están trabajando para llegar a ese día y nada más”.

Sin embargo, no minimizó la preocupación general y señaló que “la verdad es que, más allá de las declaraciones, la situación es sumamente delicada. No estoy tan seguro de que se llegue bien con las reservas. De hecho (el lunes) hubo un nuevo torniquete al cepo (ndr: otra limitación a los ‘rulos’ financieros para sacar dólares del país) y estimo que el apretón seguirá”.

Más vale que el diagnóstico de Sandleris sea certero: el año que viene está previsto el pago de compromisos por casi 30.000 millones de dólares, cifra que podría modificarse en caso de que se avance con el “reperfilamiento”.

Se supone que un control cambiario busca evitar la pérdida de reservas, al limitar, en diferentes grados, el acceso de ahorristas e inversores al dólar y al forzar la liquidación de las divisas generadas por las exportaciones. Desde ese punto de vista, el cepo del presidente Mauricio Macri y del ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, se está quedando demasiado corto, ya que el permiso para que los individuos accedan a hasta 10.000 dólares por mes parece demasiado laxo y, además, las correcciones del Banco Central contra los “rulos” financieros que permiten la fuga no terminan de ponerle fin a esa práctica.

El nivel de caída de las reservas resulta elocuente. Mientras el Gobierno se desespera por la llegada de los 5.400 millones de dólares del FMI, correspondientes al desembolso previsto para el segundo trimestre, estas cayeron solo en septiembre prácticamente en la misma suma. Así, y acaso esto explique la suspensión de hecho de la relación impuesta por el organismo, ese dinero tan ansiado se habría dilapidado en apenas un mes.

“El cepo no está logrando los objetivos para los que fue impuesto. La sangría de las reservas internacionales continúa por efecto goteo y la tasa de interés sigue en niveles incompatibles con cualquier funcionamiento de la cadena productiva”, explicó Reija.

Es cierto que, cepo mediante, la cotización de la divisa estadounidense descendió 3,6% en septiembre, pero eso no oculta que el Central y los bancos oficiales no dejaron de vender billetes en el mercado casi en ninguna rueda y que la tasa de interés superior todavía al 77% no alcanza para retener a casi nadie atado al peso.

Mientras, aunque a menor velocidad, persiste el retiro de depósitos en dólares de los bancos, muestra de una pertinaz desconfianza sobre el futuro inmediato.

En el foro de Clarín, Lacunza dijo que “ningún país va a desarrollarse con controles de cambio severos. Son medidas para la transición”. La frase apunta a una de las causas por las que el Gobierno ha sostenido, pese a su baja eficacia, el cepo light actual.

La otra razón parece responder a una suerte de populismo cambiario, destinado a evitar que el sector de la clase media con capacidad de ahorro y vocación por el dólar se enoje más de la cuenta en la previa de las elecciones del 27 de octubre. De hecho, alrededor de 1,5 millón de argentinos suelen acudir al mercado cambiario, mientras que apenas el 2% de ellos son capaces de adquirir más de 10.000 dólares, esto es el 30% del volumen de adquisiciones de las llamadas personas humanas un mes como julio.

Así, arrecian las especulaciones acerca de que, más tarde o más temprano, los números no dan y las autoridades deberán avanzar hacia un cepo más duro. ¿Cuándo? ¿Con Macri en el gobierno o ya con Alberto Fernández?

De acuerdo con Buteler, “las reservas disponibles escasean y son una preocupación cierta. Por suerte aminoró la salida de depósitos (en dólares), porque esa es otra de las fuentes de caída”.

“Una cuestión de fondo, vista varias veces en la historia económica argentina, es que los cepos no sirven para incrementar las reservas. Al contrario. Cuando se los impone, lo que se frena automáticamente son los ingresos. Algunas salidas efectivamente se detienen, pero surgen otras vías de escape porque se sabe que son medidas que tienden a acentuarse y nadie quiere quedarse en un lugar del que se sabe que no se podrá salir”, agregó.

Sin pensar en la mejor manera de estimular el ingreso de dólares, el futuro no va a llegar nunca a la Argentina. Pero la urgencia, literalmente, es que dejen de salir. Y, hasta el momento, el desganado cepo macrista no se muestra a la altura de los objetivos que lo motivaron.

Por Marcelo Falak – LetraP