Baires Para Todos

Balanza inclinada

Por obra y desgracia del Presidente, se creó un nuevo problema con la Justicia. Guerra interna.

No fue magia. Y el milagro solo le corresponde a Macri: en menos de un mes convirtió a la Corte Suprema en un organismo opositor –según su mezquina visión– cuando ninguno de sus cinco miembros vota a favor de Cristina, aunque jamás revelarán esa opinión. Un dislate político,  impericia también atribuible a la craneoteca que influye al Presidente en el rubro judicial (Rodríguez Simón y Torello, más el secundario elenco de Peña, Sánchez, Garavano, Clusellas y Saravia Frías), el lado blanco en oposición al negro, que lidera Angelici, casi todos operadores útiles para sí mismos más que para el propio Gobierno. Como suele ocurrir.
Curiosamente, la Corte se ha vuelto más indócil desde que la Casa Rosada propició el reemplazo de Lorenzetti, su eterno titular, promoviendo un conflicto de estupideces, dinero, egos y poder que hasta ahora nunca se había visto. Y lo que fue un festejo con champagne por la salida anticipada de quien pretendía renovarse por quinta vez –y la eventualidad de que el Gobierno escriturara la mayoría del cuerpo con tres votos a su favor– derivó en un pésimo error de cálculo provocando una suma de escandaletes a cargo del elegido oficial para el cargo, Rosenkrantz, que se entiende más leal que el sargento Cabral.

Tantos separados. Aunque la diversión periodística incurre en los episodios políticos y de la farándula que ahora se personifican en la Corte, antes conviene marcar una señal de respeto institucional: los cinco miembros también discrepan por otras razones, sus diferencias responden a la escuela jurídica, de pensamiento, uno positivista (Rosenkrantz) y los otros cuatro naturalistas. Uno, entonces, apegado al texto de la norma, irreductible; los otros, propensos a una interpretación más amplia del magistrado, ligada a los principios constitucionales (si fuera un ejemplo de este debate y no intervinieran otros intereses, para discutir el caso Farmacity, a quién le corresponde la razón: ¿a la norma que prohíbe su ingreso a la provincia o a la necesidad de asegurar la salud pública?). Discusión aparte, sí constituye una rareza que un cuerpo con mayoría naturalista sea presidido por un positivista. Pero, obvio, esta situación no la contempla el ingeniero, tampoco sus asesores.
Más pedestre es el conflicto. Macri, molesto por ciertos fallos (La Pampa, el que viene sobre la jubilación), además de emprenderla contra Lorenzetti se dispuso a podarle recursos a la Corte. Un tema prohibido. Por encima de la filosofía, la plata no se toca, la división de poderes no sabe de peronistas u oficialistas, ni de positivistas o naturalistas. Y en el almuerzo que tuvo con Rosenkrantz y Highton, sin la presencia de los otros tres, Macri fue determinante al hablar de la corrección salarial.
“Si quieren aumentar 20% los salarios, páguenlo ustedes, de su plata. No se lo exijan al Gobierno’’, amenazó como si fuera un emperador. Luego, el nuevo titular del instituto demoró en relatar el episodio a sus compañeros y estos se enteraron por la infidencia de un topo. Creció la sospecha entre ellos, también la disputa, la que se empezó a desplegar en los medios, los cinco deseosos por exponer sus posiciones, una costumbre que los magistrados siempre evitaron. Si hasta el propio Rosenkrantz llamó a una conferencia de prensa, al menos con Clarín y La Nación, que para él es la única prensa.
Ya problemas con el dinero se habían manifestado unos días antes, cuando Peña y Dujovne fueron a revisar números de la Corte con el quinteto judicial para cuestionar la contabilidad ejercida por un álter ego de Lorenzetti, Marchi, al que desean desplazar. Pero este funcionario, no necesariamente amado, revirtió las imputaciones y dejó rojo como un tomate por ignorancia al ministro Dujovne (el mismo Marchi ya le hizo un juicio y se lo ganó a cercanos a Carrió que lo habían denunciado públicamente).
A esos menesteres de dinero se agregaron otros duelos por contratos, licencias, designaciones y otras menudencias preservativas del bolsillo de la dama y el caballero judiciales: Rosenkrantz debió desistir de ubicar a una dama amiga al frente de una costosa reforma edilicia de la morgue (porque el padre había sido abogado de la UTE que estaba en el emprendimiento con la cuestionada empresa Isolux, a la que la familia Macri ha sido tan afecta), se llegó a situaciones límite por el nombramiento de una figura del PRO en un área determinada y, en otra, por la colocación del ex subprocurador de la Nación en una oficina de prensa. Quejas y batallas por vulnerar la autarquía, claro, aunque Rosenkrantz impuso su decisión. No pudo, en cambio, impedir que su criterio discriminatorio anulara la continuidad en su puesto de la esposa de un juez, que no debe ser del agrado de Macri.
Si bombardearon a Rosenkrantz –ahora más entretenido en cuestiones administrativas que le restan tiempo para firmar expendientes–, este a su vez reprendió a la Highton por dos nominaciones que hizo por su cuenta. Singular: a la única mujer que el Gobierno asumía en la Corte como una extensión ortopédica, ahora plantea reconfigurarla. Por imaginar cierta autonomía , ya le imputan la nociva influencia de su esposo, Nolasco, sobrino y admirador del legendario Arturo Jauretche, quien al parecer le acercó un operador de la Justicia con debilidad cristinista, el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández. También insinúan negocios de su hija y su yerno.
Pero la guerra mayor no es con la mujer ni con el apartado Maqueda. Los fighters estelares son Rosatti y Lorenzetti versus Rosenkrantz. Habrá que reconocer en el entuerto otro milagro de Macri: derrumbó el odio congénito y manifiestó que separaba a Rosatti de Lorenzetti, logró una paz que se imaginaba imposible.
Esa pacífica misión también habilitó la inversión de la mayoría automática que le había prometido su abogado Pepín, un aprendiz del vengativo terror de Edgar Poe, que sin querer les infundió un miedo mayor a esa enemistad barrial  o provincial: el reinado, formal y engreído, de su amigo Rosenkrantz, un subordinado al parecer de los reclamos de la Rosada y al que ahora, en forma maledicente, han apodado “Bubby” en el Palacio, en recuerdo del Nazareno que estuvo con Menem.
También se disfraza la nueva discordia por color político: le atribuyen intencionalidad contra el Gobierno al trío Maqueda-Lorenzetti-Rosatti por su original filiación peronista. Si hasta le pueden endosar a Highton. Uno de los tantos pozos negros en los que se precipita Macri, ansioso por dominar la Corte sin que se advierta y ambiguo en su política de dominio por jugar un día con el equipo blanco (es una forma de decir) y, otro, con el negro de Angelici.

Por Roberto García – Perfil