Baires Para Todos

Argenchinos de Argenzuela, portadores asintomáticos de Lenin y el Che

Estamos entrando en la campaña electoral más estupidizada de nuestra historia. Serás lo que debas ser, o sino te darán Pfizer. Podcast  imperdible

Tal vez nunca nos hayan pasado tantas cosas tan serias y tan graves a la vez como ahora. La mezcla de pandemia y miseria, con todos sus derivados, componen un panorama social verdaderamente explosivo. Sin embargo, entre los candidateables que se van sumando día tras día a la pelea electoral parecen estar predominando los interesados en aportar más ruido insustancial que puertas de salida para semejante crisis. Como si la política se autoimpusiera ser la parte más sórdida del show mediático de cada día, donde acude una población angustiada para hacer catarsis de sus padecimientos cotidianos e identificarse con personajes de seudo ficción capaces de decir las bobadas que cualquiera podría llegar a sostener con menos gracia en la mesa del bar que, por razones obvias, hoy no puede ser tan larga como lo era antes.

Ante una elección parlamentaria de medio término como la que se nos viene encima, suele ser la oposición el sector que grita más fuerte y sin compromisos de gestión que pudieran requerir algo de solemnidad o cordura. Y no parece ser casual que el sector más agresivo del macrismo haya decidido jugar sus fichas a un discurso conspiranoico digno de esas películas evocativas de la Guerra Fría que podrían protagonizar Tom Cruise o Daniel Craig.

Al latiguillo de que estamos a un tris de convertirnos en Venezuela, se sumó la geopolítica de las vacunas y Argenzuela pasó a ser prácticamente una colonia de la China comunista y de la Unión Soviética, que se la sigue mencionando, aunque haga cuatro décadas que no existe más, acaso porque Vladimir Putin jamás podrá quitar de su currículum que fue jefe regional de la vieja KGB. Los partidarios de ese discurso cinematográfico enarbolan a Pfizer como una bandera, tejiendo un entramado de sospechas sin pruebas sobre las razones ocultas de por qué esa y otras vacunas “occidentales” no llegaron a los vacunatorios nacionales y populares. Que la de AstraZeneca tenga un fabricante local que militó en el Partido Comunista suma puntos al rating de la intriga.

Claro que el Gobierno también aportó lo suyo al guión de esta serie permanente. Ni siquiera con la sesión especial de la semana pasada en Diputados con productores de vacunas se llegó a esclarecer por qué Pfizer terminó faltando a la cita, si fue el primer laboratorio con el que se acordó algo y miles de argentinos le pusieron literalmente el hombro a sus pruebas de Fase III. El propio oficialismo dejó deslizar, en un principio, que las exigencias del fabricante incluían daños a la soberanía nacional, así como los opositores atizan la idea de que los rusos y los chinos se van a quedar con todo y, por si fuera poco, ahí vienen los cubanos con su vacuna, que se llama nada menos que Soberana. Estamos siendo inoculados con partículas de Mao y Lenin, y encima nos encantaría que nos metan al Che.

El entretenimiento del anti-comunismo encierra un problema mucho más grave que el de fingir que se pelea con algo que no existe: quita tiempo, fuerzas y creatividad para salir del pozo en el que de veras estamos hasta el cogote.

Por Edi Zunino- Radio Perfil