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Ansiedad sexual: cuándo se convierte en un síntoma y cómo controlarla para alcanzar el placer

Muchos viven la relación sexual como un examen que tienen que atravesar para sacarse buena nota. Una situación que es más común en los hombres, pero va en aumento entre las mujeres

La ansiedad es un estado afectivo que tiene su lado saludable cuando, por ejemplo, nos permite evaluar situaciones que podrían ser riesgosas si las encaramos sin recaudos, o bien cuando aporta energía a los diferentes proyectos, entre otros momentos.

En cambio, la ansiedad se convierte en síntoma cuando sentimos aprensión o nos anticipamos mal a un peligro sin causa o nos hace creer que estamos erotizados cuando en realidad estamos apurados por cumplir. La ansiedad puede ser breve o episódica o crónica, acompañando a la persona de manera persistente, en ambos casos es frecuente que el deseo sexual baje y comprometa otras funciones sexuales como la erección, la lubricación o el orgasmo. Incluso, puede provocar dolor durante el coito.

Respecto a las formas de expresión están aquellas personas que se anticipan en demasía a lo que va a suceder durante la relación sexual (generalmente piensan que van a fallar) y toman recaudos o directamente prefieren evitarla. Por otro lado, están los que gobernados por impulsos o compulsiones que buscan contactos rápidos para descargar la tensión. Tanto en uno como en otro caso la ansiedad gana interponiéndose entre los cuerpos y bloqueando el placer.

En general, las personas ansiosas no están negadas al disfrute. Sin embargo, viven la relación sexual como un examen que tienen que atravesar para sacarse buena nota, esto es, complacer a su pareja. Tienen dificultades para centrarse en lo que sienten y no se focalizan en el cuerpo, sino en las ideas que se le imponen. Les cuesta concentrarse en los diferentes niveles de excitación, en las zonas erógenas y en las fantasías sexuales. Son exigentes consigo mismos; creen que el acto sexual se basa en el coito y subestiman la importancia del juego y otras prácticas que no sean la penetración. Son inseguros y les cuesta innovar.

Existen diferencias entre las personas solo ansiosas en relación con las fobias sexuales. Las personas ansiosas enfrentan la relación con mucho temor e ideas anticipatorias. En cambio, los fóbicos sexuales se anticipan mal, aparecen sentimientos de inferioridad y temen además “pasar vergüenza” o ser avergonzados por el otro. Este sistema de alarma activa en sexología se denomina “rol de autoespectador”. Es decir, una mirada externa que juzga y evalúa (casi siempre en forma negativa) el comportamiento sexual: “Vas a fallar”, “no te podés relajar”, “cuando penetres se te va a bajar”, “no vas a llegar al orgasmo”, etc. Tanta invasión de miedos y creencias hacen que los fóbicos sexuales ni siquiera se animen a tener fantasías y rechazan los contactos eróticos.

Hay un denominador común en las personas ansiosas: acortan el juego erótico para “sacarse el tema de encima” lo cual conlleva más tensión y la imposibilidad de que el cuerpo y las sensaciones eróticas vayan en aumento.

Si en algún momento sus parejas les proponen nuevas prácticas entran en el dilema de hacerlo o no hacerlo, no se animan a probar variantes. Por un lado, les encantaría modificar las acciones eróticas, pero por el otro se sienten extraños y dudan de cómo hacerlo. En el caso de personas con rasgos obsesivos el perfeccionismo y la programación de las acciones – como por ejemplo planear el día, la hora, la manera de hacerlo – son imposiciones que los dominan. Además, no toleran las decepciones y se muestran irritables, desanimados o se llenan de preocupaciones o de culpas por no haber actuado como lo había planeado (confunden sus planes y estrategias sexuales con deseo sexual)

La ansiedad sexual es más frecuente en los hombres, sobre todo, por la influencia social y cultural de tener que cumplir, demostrar la potencia, complacer a su partenaire sexual. Sin embargo, las consultas por anorgasmia femenina y vaginismo por ansiedad están aumentando.

¿Cómo regular la ansiedad?

El manejo de la ansiedad excede lo puramente sexual ya que invade otras áreas de la vida del sujeto. Por lo tanto, los cambios en los hábitos de vida son fundamentales. Manejar el estrés laboral y familiar con ejercicios aeróbicos, yoga, respiración, meditación, técnicas de regulación emocional, psicoterapia, son algunas de las propuestas actuales que se muestran muy efectivas.

Respecto a la sexualidad, sacarle el foco al coito como “la meta del encuentro erótico” es fundamental. El placer y la satisfacción se pueden lograr de diferentes maneras: concentrarse en las sensaciones corporales que provienen del cuerpo y sentir al otro cuando lo abrazo, beso, toco, por ejemplo. El encuentro sexual se alimenta de la interacción; no es unilateral. Los compromete a los dos: “Siento, te siento, nos sentimos”.

Por Walter Ghedin – Infobae