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Globalización, neoliberalismo y crisis permanente

31 marzo, 20191 abril, 2019

Factores sistémicos y locales de una crisis anunciada.

La crisis del sistema capitalista de 1929, fue muy dura, no tanto por la crisis en sí, sino por el mal manejo de la misma. Los economistas clásicos mostraron, en ese caso, su incapacidad y su insuficiencia teórica, no solo para interpretar la situación sino también para contrarrestarla. La ideología liberal creyó en su sofisma que el propio mercado se autorregularía y se saldría de la misma sin intervención del estado. Sin embargo esa confianza en el mercado agudizó la crisis y arrastró sus efectos casi una década, solo la segunda guerra mundial permitió superarla.

Las teorías keynesianas surgieron como políticas anti cíclicas, previniendo crisis económicas futuras, construyendo el estado de bienestar, con sus políticas de protección social, previsional, salud, educación, protección del trabajo, etc, que imperó durante las siguientes décadas.

El estado de bienestar surge como respuesta política ante el avance de la Unión Soviética y de las teorías marxistas en el mundo. El estado de bienestar quiso mostrar un capitalismo con rostro humano, para frenar la adhesión de los pueblos a las teorías anticapitalistas.

Las políticas keynesianas y el estado de bienestar aseguraron un largo ciclo de crecimiento por varias décadas, hasta la crisis del petróleo en 1973.

El excedente de petrodólares producido por el aumento del precio del petróleo, volcado en el sistema financiero internacional, más la revolución científico tecnológico que se produce en las décadas posteriores promueven un nuevo fenómeno: la globalización.

Al mismo tiempo el capitalismo basado en la producción de bienes y servicios masivos, el fordismo, ve decaer su tasa de ganancias en detrimento de las actividades financieras, con el final predecible de la primacía del sistema financiero globalizado sobre el viejo modelo productivista.

Las instituciones creadas en la postguerra, FMI, BM y la OMC que en su origen fueron esencialmente keynesianas, diseñadas para la economía de desarrollo y la prevención de crisis monetarias y pánico financiero se transformaron en entidades monetaristas/fiscalistas, para degenerar en la desregulación de los mercados bajo el modelo económico que impuso el Consenso de Washington.

Este proceso se agudiza con la caída del muro de Berlín y la posterior crisis de la Unión Soviética. El fracaso del socialismo real, y la caída de la segunda potencia mundial, generó un mundo unipolar, con un EEUU autoerigido como gendarme del mundo y la primacía de la ideología neo liberal como único camino. Era el fin de las ideologías, era el fin de la historia. Era el triunfo final del capitalismo.

Rápidamente este optimismo quedo sepultado bajo los escombros que estas políticas produjeron.

La historia no tiene fin, mientras el hombre camine sobre la tierra. Además la historia es construcción humana, Es el hombre el que día a día, ladrillo a ladrillo, construye su historia.

Imperialismo y neoliberalismo

Las políticas globales impulsadas por los países centrales y sus organismos llevan a la desregulación de la economía internacional y a su vez obliga a los Estados nacionales a perder el control de la política económica, a reestructurar sus instituciones públicas, reducir y en muchos casos desmontar el Estado de bienestar, eliminar los sistemas de jubilación y protección social, lo cual a su vez anula la capacidad del Estado para dar respuesta a las demandas sociales con las consecuentes crisis de legitimidad democrática.

La desregulación de los mercados internacionales de capital generó un nuevo poder fáctico supranacional que sobrepasa la soberanía de los Estados nacionales. Los fiscaliza e impone una disciplina fiscal monetaria que en la mayoría de las ocasiones terminan en una crisis. Y a su vez, como salida, exigen las mismas restricciones y ajustes pero en mayor dosis.

Este supra poder ha llevado a la pérdida de la soberanía de muchos países, siendo las autoridades políticas meros delegados de un poder central, sin poder de decisión ni autonomía. El ejemplo más extremo es el de Grecia, que ante la elección de un nuevo gobierno y un plebiscito donde holgadamente el pueblo griego se opuso a los acuerdos con el FMI y sus políticas de ajuste, se terminó aceptando los gravosos planes de salvataje que impuso la tecnocracia de Bruselas, real gobernante de Europa. De más está decir que los resultados han sido ruinosos para la economía y la sociedad griega.

La concentración del capital corporativo es una tendencia inherente al sistema mismo que se manifiesta desde su mismo origen, lo mismo que la búsqueda incesante de mayores tasas de ganancia, pero estas tendencias se han acelerado a partir de la desregulación económica que permite “un todo vale”.

Los ciclos económicos son más cortos ahora que antes y la crisis económicas son ahora fenómenos globales que escapan al control de las instituciones nacionales o globales.m

Las contradicciones del sistema capitalista globalizador han causado las crisis recurrentes que ponen en entredicho la viabilidad del proyecto neoliberal.

Estas crisis financieras son un signo más de que el sistema capitalista funciona con la lógica auto destructiva, en donde no importa a quienes se perjudique mientras que los grandes capitales se beneficien.

Los países centrales desempeñan un papel importante en la gestión de las crisis en los países emergentes o menos desarrollados y de aquellas empresas transnacionales que confrontan problemas financieros.

Desde el inicio de la primera fase de la globalización económica marcada por un mundo unipolar con el fin del socialismo real a principios de los noventa del siglo pasado, se inician una serie de crisis financieras que asestan golpes a los sistemas locales de producción económica, destruyendo sectores de la economía real, empobreciendo poblaciones y fugando cifras descomunales en dólares hacia sus paraísos fiscales y dejando deudas externas, de dudosa legitimidad, que funcionan como restricciones a futuras políticas autónomas.

En las últimas cuatro décadas muchos países han experimentado estas crisis: México en 1973 y 1982, y 1994-95, Argentina en 1978, 1981 y 2001, varios países europeos en 1992 y 1993, el Este asiático en 97-98, Rusia en 1998, Brasil en 1999 y Turquía en 2000-01, la crisis de Leman Brother en 2008, las burbujas inmobiliarias en EEUU y Europa, las crisis de España, Italia, Irlanda , Turquía y la más notoria Grecia.

Un caso particular es Argentina, que en tres años de aplicación de políticas de desregulación, apertura de mercados, endeudamiento, están llevando a una crisis de mayor envergadura que la del 2001.

Curiosamente, India y China no abrieron sus mercados de capitales y son los países que han mostrado una mayor estabilidad y que mejor atravesaron las crisis financieras mundiales.

La crisis del capitalismo son crisis sistémicas, que se manifiestan en los escándalos financieros tanto de los países como de las grandes corporaciones, los cuales al no tener regulaciones por parte de los estados , y tampoco ser resueltos por sus propias instituciones, degeneran en burbujas especulativas que arruinan a los grandes inversionistas y a los pequeños ahorristas, pero además destruye las bases de la economía real, dejando tras de sí una secuela de desocupación, pobreza y marginalidad de gran parte de su población.

Una profunda decadencia moral e intelectual asola a la humanidad como resultados de la implantación del modelo de globalización.

Es necesario superar la creencia que la globalización es la única vía, para diseñar desde la política y desde los pueblos y los estados un modelo de desarrollo más justo y equitativo que ponga fin a estas políticas de saqueo, destrucción y muerte que trae el neoliberalismo.

Por Antonio Muñiz – Revista Zoom
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