Manuel Pascual fue guía espiritual y confesor durante 25 años de todas las monjas del país. Un tribunal eclesial lo excomulgó. Él apeló y debe definir el arzobispo porteño.
Depredadores sexuales. Así los define el Papa Francisco a los abusadores o violadores. El caso de mayor condena penal de toda la Argentina y la región es Manuel Fernando Pascual, quien ocupó durante 25 años la guía espiritual y a la vez confesor de todas las monjas de la Argentina.
Pascual, como un astuto depredador no abusó de cualquier religiosa: él estudiaba a las víctimas, no sólo por la baja autoestima, la dependencia emocional o el escaso potencial defensivo, sabía quienes habían sido previamente abusadas. Este ex sacerdote, y ex católico, provocó tanto daño en las mujeres con vocación religiosa que abusó de ellas inclusive en el momento de la confesión, el momento más reservado con un religioso donde se revelan los pecados y se clama la misericordia de Dios, también abuso en el momento más sagrado para la persona creyente que es al tomar la ostia, la eucaristía es el cuerpo de Cristo.
Pascual provocó un abuso triple. A la conciencia. A la condición de mujer y a la condición de religiosa. En el juicio oral penal salió a la luz el caso de dos monjas que perdieron la fe por los abusos: “Dios no está” y “no quiero un cura ni siquiera en mi responso”.
Todas estas acciones perversas de Pascual agravaron su pena, no sólo en el tribunal del Estado que lo condenó, en diciembre de 2022, a una pena de 15 años de prisión (se encuentra en libertad hasta sentencia definitiva, aunque cumplió tres años de prisión) asimismo en el juzgamiento interno de la Iglesia.
“Para Pascual la pena eclesial es terrible. Él que se cree un semidios verse expulsado del sacerdocio y de la iglesia, porque fue excomulgado, es lo peor. De hecho, durante el juicio oral penal siempre se defendió desde el derecho canónico”, aseguró a este cronista el fiscal de instrucción nacional, Andrés Madrea, quien investigó al sacerdote defendido por el abogado, Adrián Albor, quien cobró una importante suma en dólares para una defensa que sólo consistió en denunciar una conspiración de la Confar, las siglas de la Conferencia Argentina de Religiosas y Religiosos.
Madrea en su alegato habló del clima de “silencio de los buenos”, internos y externos, que se asemeja al clima conventual en Francia, del siglo XIX, que vivió Teresa de Lisieux. Ese mismo proceder hace dos siglos atrás se repetía en el siglo XXI, en la congregación de las hermanas de San José fundada por Pascual, en un coqueto barrio porteño.
La carátula dl documento que registra el cierre del expediente eclesial.
La Iglesia juzgó
La iglesia católica activó el juzgamiento vía el Tribunal Interdiocesano Bonaerense, que en el protocolo número 455/2018, sentenció a Pascual el pasado 18 de marzo con la sanción más alta en el derecho canónico.
En un año el presidente y ponente del tribunal eclesial, Ricardo Daniel Medina, más los jueces Mauricio Landra y Alejandro Russo, hicieron el sumario, lo que se conoce en el derecho estatal procesamiento, y en la iglesia la pena se llama “penas justas”, no se contabiliza con años la represión del delito, que en el caso del sacerdote abusador de monjas implica la suspensión del estado clerical y además la expulsión como católico, apostólico y romano.
La excomunión de una persona, o sea que es expulsado de la iglesia, lo determina en última instancia el Papa. Allí pretende llegar Pascual con sus apelaciones, pero difícilmente con las cuantiosos testimonios y pruebas, Francisco actúe contrario a la sanción del respetado tribunal eclesial en Buenos Aires, integrado por tres personas que bien conoce Jorge Bergoglio. La postura del obispo de Roma contra el abuso sexual ha quedado establecida en el derecho canónico al subir los años de prescripción de 10 a 20 años y hasta ha dado dispensa a la prescripción (que no significa que el hecho no ocurrió, sino que pasó el tiempo) con casos muy graves.
En el caso Pascual las monjas llegaron a declarar en tres oportunidades durante la investigación eclesial. Otro de los avances del Papa en la tolerancia cero a los abusos es aceptar la actuación penal como prueba en la investigación canónica.
Las víctimas nunca quisieron ir por la condena penal, tampoco por una indemnización monetaria. De hecho, se presentaron primero ante el entonces arzobispo porteño, Mario Poli. Pero su demora, medio año, en actuar luego de varios encuentros con las víctimas llevó a las monjas a presentarse ante la justicia estatal. Buscaron proteger a otras mujeres, otras religiosas, por eso buscaban por el derecho eclesial que sea Pascual expulsados del sacerdocio.
Entre agosto del 2014 y octubre de 2020 todas las denuncias en total alcanzaron a diez víctimas. Algunas de ellas se animaron a romper el silencio recién tras un informe televisivo sobre el depredador sexual disfrazado de cura confesor y guía espiritual.
El proceso judicial y canónico no fue nada fácil. Muchas de las monjas fueron amenazadas, sus celulares hackeados, viviendo en la misma sede de la congregación donde eran manipuladas con medicación homeopática. En ese momento, Pascual vivía con ellas y pesé a las restricciones eclesiales igual se movía en libertad en el predio del Hogar Amparo Maternal, de la calle Ernesto Bavio 2816, a media cuadra de la cancha y club de River Plate, en el barrio de Núñez. El tribunal eclesial lo juzgó por los abusos periódicos que sufrió una victima durante cuatro años -entre 2012 a 2016- y otros cinco hechos entre 2014 y 2016. Terminó condenado por dos delitos.
El protector
En todo este proceso y hasta el día de hoy Pascual contó con la protección de quien se presentó en los tribunales judiciales estatales como su mejor amigo. El sacerdote Carlos Accaputo, quien también vive en uno de los inmuebles junto a la puerta principal del enorme predio del Hogar Amparo Maternal. Él ha quedado implicado, no imputado, en la causa penal por haber sido grabado en las escuchas telefónicas de la justicia sobre el cura excomulgado. Accaputo colaboró, y lo reconoció él mismo en juicio, desde conseguir el abogado Albor hasta planificar la estrategia judicial en lo penal y canónico inclusive con reuniones en Pastoral Social.
La testimonial de Accaputo para la defensa de Pascual tiene definiciones preocupantes, que no iban al caso juzgado, por ejemplo, él día que envió a una persona a comprarse una revista porno, que nunca vio a Pascual desnudo, habló de masturbaciones colectivas de chicos de barrios o padres que llevan a sus hijos a un prostíbulo. Asimismo, Accaputo en su declaración testimonial hizo gala de su vínculo o intentó presionar al tribunal diciendo que trabajó durante 25 años a cargo de Pastoral Social y llegó a decir: “Yo soy muy amigo del Santo Padre…me acaba de escribir un correo”.
Manuel Pascual no es cualquier persona en la iglesia. El propio Accaputo reconoció su prestigio al citar en el juicio que “brindó retiros a los monjes benedictinos de la localidad de Los Toldos”. Por otro lado, el obispo de la vicaría Belgrano de Buenos Aires y titular de la Pastoral de Juventud, Alejandro Daniel Giorgi, quien también testimonió en el juicio oral, dijo que Pascual “era una autoridad moral muy importante” aunque no llegó a dar su apoyo cuando el abogado Albor le preguntó si le creía.
Durante más de 30 años como sacerdote, Pascual fue muy conocido sobre todo en ambientes eclesiales elitistas de Buenos Aires y muchos laicos, no sólo religiosos o monjas, llegaron a los retiros que organizaba en el extenso campo propiedad de su madre que llama “La ermita” en la localidad de Capitán Sarmiento donde también se denunciaron alguno de sus abusos sexuales.
El tribunal eclesial que juzgó a Pascual tiene un prestigioso nivel canónico. Su presidente Medina es miembro consultor en el Dicasterio (ministerio llamamos en Argentina) de la Doctrina de la Fe. Mauricio Landra es profesor de la facultad de Derecho de la UCA y desde hace menos de un año obispo auxiliar en la diócesis Mercedes-Luján. Mientras que Alejandro Russo es licenciado en derecho canónico por la UCA y doctor en derecho canónico en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma, además de rector de la Catedral Primada. Ellos tres integran la selección nacional de la iglesia en el derecho canónico.
Ahora Pascual apeló el fallo del 18 de marzo. Debe pasar el expediente eclesial a manos del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva. Todas estas instancias son escritas, no existe juzgamiento oral como ocurre en la justicia penal estatal. Luego las instancias en el Vaticano son la Doctrina de la Fe y por último el Papa.
Se llegó a estas instancias por Pascual y quienes lo rodean. Ellos no aceptaron una salida consensuada al conflicto. Lo profundizaron al negar la propuesta del fiscal Madrea del juicio abreviado. Donde el defendido por el abogado Albor podía llegar a un acuerdo con sus víctimas. Eso sí Pascual debía reconocer su culpa, pedir perdón y convertirse en un testigo vivo del infierno de la depredación sexual. No le paso como en la cita bíblica de Joel 2:13 que habla de limpiar el alma. Pascual no tuvo coraje.
“Dan coces contra el aguijón”, dijo alguna vez Saulo, quien degollaba a los seguidores de Jesús, y luego se convirtió en San Pablo.
Por Lucas Schaerer