Durante la pandemia, Yanina Boschmann, de 34 años, perdió su trabajo y decidió crear un emprendimiento con la misión de cambiar vidas.
Aprender a manejar es un paso más hacia la autonomía que podría parecer imposible de alcanzar por los miedos que genera, pero el panorama cambia cuando Yanina Boschmann aparece. Con su emprendimiento, que llamó Mujer al volante, logró romper esas barreras y transformar a muchas personas en la provincia de Misiones.
Boschmann, es de la ciudad de Puerto Rico, tiene 34 años, es licenciada en Trabajo Social y empleada del Estado provincial. Ante todo, es militante; toda su carrera la dedicó a los temas de género, principalmente en el área de prevención de violencia.
Durante la pandemia, la despidieron y se enfrentó a la urgencia de encontrar otro ingreso para mantener a su hijo. Ante la presión de encontrarse desempleada, pensó en el consejo que dos amigas le habían dado: dictar clases de manejo. “Les había enseñado en el 2018. Me decían ‘tenés que dedicarte a esto’, porque aprendieron muy rápido. En el 2019, me surgió la idea, pero no me animé.”, recordó.
Esta vez, la situación la apremiaba y decidió aventurarse. Como si hubiese sido un propósito de año nuevo, Yanina creó la página de Facebook “Mujer al volante – Puerto Rico” en la noche del 31 de diciembre de 2020 y se acostó a dormir. “Al otro día, tenía un montón de mensajes de mujeres que querían aprender, me decían que era su sueño”, aseguró en diálogo con TN.
Su emprendimiento se volvió exitoso porque, además de tener habilidad para enseñar, tiene el objetivo de empoderar a las mujeres y les inspira confianza. Como un toque extra, aplica la técnica que su amiga utilizó para enseñarle cuando era más joven: “Me enseñó con paciencia, con risas, con tranquilidad”, aseguró y, al buen ambiente, se le suma la explicación detallada del funcionamiento del auto. “Cuando se dan cuenta, ya están manejando”, confirmó la misionera.
Por qué el enfoque de género
“Me centro en la mujer porque hay una desigualdad de género. Antes, solo los varones podían sacar la licencia. Después podían tenerla pero duraba menos tiempo que la de un hombre. Ahora, de cada 10 licencias, siete son de varones. Eso implica que todavía hay desigualdad”, señaló Boschmann.
Al no saber manejar, las mujeres dependen de sus parejas o de un tercero para poder trasladarse. En muchos de los casos, las mujeres son dueñas de un auto, pero lo maneja su pareja “y ellas andan en colectivo. En el fondo, hay una cuestión de género porque los hombres no quieren que las mujeres manejen” para “adueñarse de su tiempo”, explicó Yanina.
Esta tarea aparentemente tan simple “modifica la vida de la mujer. Es ella la que se encarga de la gran mayoría de las tareas de la casa, trabaja, lleva los hijos a la escuela y cuida a los adultos mayores. Una mujer que sabe manejar optimiza de otra manera su tiempo”, resaltó. Por supuesto, existen las excepciones. Yanina aseguró que hay hombres que le escriben para consultarle por las clases para sus esposas o padres que pagan lecciones para sus hijas.
La gran mayoría de las aprendices tiene entre 50 y 70 años. “Era algo pendiente. Mujeres al volante llegó para cumplirles el sueño”, aseguró Yanina. Muchas habían intentado aprender con sus parejas, pero no lograron aprender. “Me parece que los hombres no pueden enseñarles a sus parejas porque las gritan, se enojan”, apuntó.
Esta situación la impulsó a indagar para descubrir la raíz del problema, que terminó siendo cultural: “Es una cuestión de machismo, de decirle al hombre ‘agarrá a ver si te animás’, y el varón no sabe enseñar porque a él no le enseñaron, no sabe explicar”.
El temor también puede deberse a algún accidente que les generó un trauma. Con esto en mente, Yanina evalúa el conocimiento previo de la alumna, sus antecedentes, y trabaja en la construcción de la seguridad. “El manejo está directamente relacionado con la autoestima. Si tienen una autoestima baja, les cuesta comenzar. Esa es la primera diferencia con el varón, la mujer piensa demasiado en no chocar, en el combustible que está gastando, piensa si puede chocar a alguien, tiene un montón de condicionamientos que el varón no tiene”.
Una herramienta que cambia la vida
Yanina desarrolló un proceso que va desde los pasos más chicos, como aprender a usar los pedales, hasta la conducción en la ruta. La primera lección consiste en sacar el auto del garaje. Luego, la aprendiz conduce a la hora de menor tráfico, entre las 14 y las 16, hasta que consigue adaptarse a otras circunstancias.
“Si a la persona le cuesta algo, profundizamos en eso. Trato de enseñarle lo más rápido posible y que siga sola. No me gusta estar mucho tiempo con ella porque se vuelve dependiente de mí”, subrayó Boschmann. El programa, en el mejor de los casos, se completa en un mes, aunque puede ayudarlas en otras oportunidades si necesitan resolver un problema específico.
Las clases no se limitan a Puerto Rico, sino que enseña a mujeres muchas otras localidades, como en Posadas, San Vicente, entre otras. Muchas la contactan por la página de Facebook y otras llegan por referencia.
Entre tantos ejemplos, está el de Celina, de 52 años, que comenzó a tomar lecciones de manejo en noviembre de 2022. “Me quedé viuda y tengo hijas que estudian. Era desesperante tener un auto y no poder usarlo”, contó. Al perder a su esposo, Celina se vio en la necesidad de pedirles a otros que le hicieran las compras y que la trasladaran a su casa. “En los días de lluvia o si necesitaba ir al médico, siempre estaba pidiendo o molestando a alguien porque no sabía manejar”.
Tras encontrar Mujeres al volante, su situación “dio un giro de 180 grados”: “Yanina es un ser incomparable. Gracias a ella, salí a flote”, confirmó.
Hoy, Mujer al volante no es solo un segundo trabajo, es una vocación. Aunque Yanina tenga que organizar su agenda de madre y empleada para poder cumplir con las alumnas, siente la gratificación de impactar a otras mujeres jóvenes, grandes, madres, esposas: “Trabajando en el área de prevención de violencia, siempre les enseñé que tienen que ser independientes, conseguir una herramienta de trabajo, pero era algo que quedaba en el discurso. Con el manejo, sentí que les di realmente una herramienta que puede cambiar sus vidas”.
Por Axa Pacheco-TN