Eduardo Pironio que sonaba como Papa, fue quien parió las Jornadas Mundiales de los Jóvenes, obispo en Mar del Plata, líder de Acción Católica y terciario de los dominicos. Nacido en una familia de peones migrantes en los violentos años ’70 fue resguardado en el Vaticano.
Ser declarado beato por la iglesia católica significa un paso previo a la canonización. De allí el camino a la santidad de Eduardo Francisco Pironio que fue el último de 22 hermanos. Al nacer el 3 de diciembre de 1920 su madre, Enriqueta, quedó muy mal de salud. Contaba el propio cardenal Pironio que su madre se descompensó en su embarazo pasando un alambrado de la familia Dorrego, en el pueblo Dudignac, y al parecer habría nacido allí mismo, para luego ser anotado en la ciudad cabecera, 9 de Julio. Era muy común en esos años que las madres parían en el campo donde vivían y trabajaban. Entonces fue un médico de 9 de Julio quien le recomendó a Enriqueta no tener más hijos si quería seguir viva. Es José Pironio, papá del monseñor, que angustiado le cuenta a un obispo del drama familiar. Este los manda a buscar un poco del aceite de la lámpara que arde ante la Virgen en la Basílica de Luján para colocar a su esposa Enriqueta. Encomendado el matrimonio a la Virgen gaucha es que terminan teniendo 21 hijos más.
“Allí en el corazón de Nuestra Señora, en su santuario de Luján está todo lo mío”, dejó asentado Pironio en una carta expuesta delante de su sepultura dentro de la Basílica de Luján. Allí mismo fue ordenado sacerdote y consagrado obispo Pironio. Su vida entera está signada por la Virgen.
Pironio y los frailes dominicos
“Pironio era de la fraternidad sacerdotal de nuestra orden. Muchos curas nuestros lo conocieron, fueron ordenados por él o era su director espiritual. Le tienen un gran cariño”. Me contó desde la última hilera de asientos de la línea 57, que une Plaza Once (conocida oficialmente como Miserere) con la capital de la Fe, Luján, un joven estudiante de filosofía y teología de la llamada orden de los frailes dominicos. Fue providencial el encuentro con Dian, acompañado por otros dos seminaristas, porque justo se vinieron a sentar al fondo con su inolvidable vestimenta. Andan con un hábito todo blanco y un gran rosario colgando de su cinturón. Estos futuros sacerdotes de la orden fundada por Santo Domingo de Guzmán me enseñaron algo que muy pocos saben.
Que Pironio perteneció a la tercera orden dominicana de Buenos Aires. Fue el 29 de agosto de 1948 que hizo profesión de la regla de la hermandad. La admiración de Pironio por esta orden de misioneros, andadores en los confines del planeta, y expertos en teología, filosofía, arte y sagradas escrituras lo llevó a preparar, en Roma, la tesis sobre “la paternidad divina en los escritos de Dom Columba Marmion” para la licenciatura en Teología por la Pontifica Universidad Santo Tomás de Aquino. La unión del beato Pironio y los dominicos inicia en su bautismo el 3 de febrero de 1921. La catedral de 9 de Julio, en ese momento parroquia, donde fue bautizado el beato lleva el nombre de Santo Domingo de Guzmán.
La hinchada de Acción Católica
Alrededor del escenario, delante de la Basílica de Luján, este sábado 16 para la ceremonia de beatificación quienes concurrieron con ímpetu de distintos puntos del país fueron los laicos de Acción Católica Argentina (ACA). Se veían banderas y remeras rojas con la frase “la motora”, eran muchos miembros de ACA Lomas de Zamora que se reconocen con la locomotora del tren. Otros ACA con remeras azules y la frase en letras blancas: “el que abandona no tiene premio”. Una veterana de ACA Ciudad de Buenos Aires me contó que conoció al beato Pironio cuando era obispo en la diócesis de Mar del Plata. “En esos años el obispado llegaba a cubrir todo el Partido de la Costa. Yo que veraneo en San Clemente lo recuerdo muy andador, de ir a las capillas para lograr más vocaciones sacerdotales. También porque fue asesor de ACA en Buenos Aires y luego a nivel nacional. De ahí que vinimos tantos de acción católica de todo el país. Cuando uno dice Pironio es igual a acción católica”. A unos metros quien le ponían agite, al mejor estilo cancha, con banderas y hasta un bombo eran otros miembros de ACA llegados del conurbano bonaerense.
Monaguillo de Pironio
Eduardo Noel era un pibe de 9 años cuando fue elegido monaguillo de Pironio. Nacido y criado en el pueblito Dudignac ocurre que, para una importante celebración en 9 de Julio, hoy ciudad de 56 mil habitantes, es elegido por el secretario de Pironio, hoy el cardenal Fernando Vérgez Alzaga. “Me preguntó cómo me llamaba. Al decirle Eduardo me interpela por la elección del nombre. Le respondí por mi padre y él, señalando a Pironio, entonces me dijo ‘vas hacer su secretario privado mientras esté acá’. No hacía más que alcanzar la mitra y el báculo. Un monaguillo. No me olvido más porque el cardenal Pironio entró a Dudignac como en una especie de papamóvil. En esa época no había ni calles pavimentadas. Fue la manifestación más popular de nuestra historia. Por ser su monaguillo Pironio me regaló una medalla de la Virgen de Luján, que aún conservo, y me dijo ‘recuerda que te lo regaló otro Eduardo’. A Pironio lo recuerdo porque irradiaba paz. Además, era muy familiero y del campo. Le gustaba venir a Los Toldos, al convento y las chacras del alrededor donde tenía parientes y amigos”. De adulto Eduardo Noel trabajó con quien fuera cinco veces intendente de 9 de Julio, dos veces diputado nacional y antes dirigente sindical de Luz y Fuerza, Jesús Blanco.
“Entre Pironio y Jesús Blanco creció una amistad muy grande a lo largo de los años. Si iba a Roma lo veía o si él venía para 9 de Julio. Se ayudaban mutuamente en sus labores y allí creció la amistad entre ambos”. En la foto que acompaña el artículo se ve a Pironio extendiendo su brazo hacia Blanco, se miran a los ojos y se regalan una sonrisa mutua. Blanco llegó a ser declarado, post mortem, el primer ciudadano ilustre de la provincia de Buenos Aires en una votación por unanimidad.
Joven laico marplatense
“Te veía por primera vez y sentías que te conocía de toda la vida”. Lo primero que me largó Abel Padín, un sacerdote de la orden de Don Orione, que en su juventud como laico en Mar del Plata veía cotidianamente al hoy beato Pironio. “Teníamos reuniones semanales y siempre nos alentaba a más”. Era la década del ’70. La violencia política estaba a flor de piel. El Padre Abel en esa época era presidente diocesano de los jóvenes de Acción Católica e integraba la coordinadora de todos los jóvenes del obispado. Eran momentos muy difíciles al punto que el 9 de mayo de 1975 es secuestrada y desaparecida María del Carmen “Coca” Maggi, secretaria general y decana de Humanidades de la Universidad Católica en Mar del Plata. El rector honorario era monseñor Pironio. El cadáver de Maggi apareció un día antes del Golpe de Estado contra la presidenta Isabel Martínez de Perón. Para ese entonces el nuevo beato era resguardado en el Vaticano. Desde allí el sufrimiento del pueblo argentino hería al humilde hombre de campo que llegó a obispo en la costa atlántica, y quien a partir de ahora será venerado cada 4 de febrero en su patria.
Casi Papa
El Papa Francisco lo describió a Pironio, hace un mes atrás, en un reportaje con Bernanda Llorente para este medio. “Se habla mucho de Pironio en su momento. Era un poco antipático, su figura la hacía antipática una rama del episcopado argentino, algún obispo argentino, cerrado, tradicionalista, decía que este hombre va hacer daño a la iglesia, y que se yo, pero luego lo pusieron a cargo de los religiosos, después de los laicos, fue el que inventó la Jornada de la Juventud (las famosas JMJ), el hombre hizo tanto bien a la iglesia. O sea que la idea de un Papa argentino en aquel momento si la teníamos, pensando en Pironio como posible. Después no se dio por la coyuntura, murió de cáncer”, respondió Bergoglio desde el Vaticano a la pregunta si creyó que alguna vez Dios nos podía hacer el regalo de tener un Papa argentino.
Por Lucas Schaerer