Sentó las bases de la dolarización mientras hacía shows musicales
El caso del expresidente Ecuador podría verse como un spoiler de la administración neoliberal de La Libertad Avanza. Algunas similitudes son meramente anecdóticas: ambos mandatarios cuentan con el mismo apodo y sin un gramo de vergüenza para cantar arriba de un escenario. Pero los vasos comunicantes son más profundos, que van desde la admiración por Menem, el deseo por desterrar la moneda local y un ninguneo por la situación social de los barrios populares. Un profundo repaso por la obra y vida de Bucaram.
En su artículo “Kafka y sus precursores”, centrado en el autor de El proceso, Jorge Luis Borges señala, a partir de la influencia del narrador checo, que “cada escritor crea a sus precursores” y que “su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro”. La afirmación podría ser válida en política. Javier Milei trae al presente a una figura exótica de la política latinoamericana de los años 90, un pintoresco presidente que llamó la atención y que resulta un antecedente del caso argentino.
Abdalá Bucaram comparte apodo con el presidente argentino: el Loco. También es afecto a la música y llegó a grabar un disco; Milei apenas ha cantado en el Luna Park. El ecuatoriano cayó cuatro días antes de cumplir seis meses de gobierno en su mandato de cuatro años como presidente de Ecuador.
Las excentricidades marcaron ese semestre desde su asunción, el 10 de agosto de 1996. Al mes de asumido, se cortó su bigote -que muchos lo emparentaban con Hitler- con fines benéficos. Lo hizo ante las cámaras de televisión y la recaudación fue de casi 900 mil dólares. Hacía un cuarto de siglo que ostentaba el bigote. “Debo reconocer que me siento un poco desnudo sin el bigote”, declaró. 30 años después, la estrategia que pegó en Milei fue similar: un sorteo, a luz del día, de su dieta como diputado.
Carrera política a la sombra del cuñado
El presidente que parecía salido de un relato de García Márquez nació en Guayaquil en 1952. Fue el octavo hijo de un inmigrante libanés. Estudió medicina, carrera que cambió por la abogacía. Su hermana mayor, Martha, se casó con un abogado que marcó el ingreso de Bucaram a la política. A diferencia del fenómeno fulgurante de Milei, Bucaram tuvo una carrera política de varios años antes de llegar a la presidencia, y lo hizo apalancado en la figura de su cuñado, Jaime Roldós, quien a su vez gozó del apoyo de Assad Bucaram, el tío de Abdalá, alcalde de Guayaquil en los 60 y presidente de la Cámara de Diputados cuando Roldós llegó a la presidencia en 1979.
El tío Assad fue quien motorizó la candidatura de Roldós a la salida de la dictadura militar. Bucaram no pudo conseguir la candidatura, pero impulsó a Roldós, que tenía 40 años y aspiraba a gobernar Guayaquil. Ganó las elecciones con el 66 por ciento de los votos al frente de la Concentración de Fuerzas Populares.
Roldós encabezó una de las escasas democracias del Cono Sur en ese momento junto con Venezuela y Colombia. Condenó las violaciones a los derechos humanos de sus vecinos y planteó abiertamente sus discrepancias con Ronald Reagan cuando la Casa Blanca comenzó una política agresiva en América Central.
El 24 de mayo de 1981, Roldós subió a un avión de la Fuerza Aérea Ecuatoriana. El avión se estrelló en el cerro de Huayrapungo. Con él murieron su esposa, el ministro de Defensa y los otros siete ocupantes de la nave. Lo sucedió el vicepresidente Osvaldo Hurtado, quien completó el mandato presidencial hasta 1984. La investigación oficial habló de un error del piloto. Sin embargo, se ha especulado con un atentado con la venia de Estados Unidos por la política de hidrocarburos del mandatario. También se señaló que era mal visto por su progresismo contra las dictaduras de la región.
Abdalá Bucaram buscó ser el heredero político de su cuñado (años más tarde, Santiago Roldós, hijo de Jaime, lo ridiculizó en la película La muerte de Jaime Roldós) y llegó a sostener en público la tesis del asesinato. Así, creó el Partido Roldosista Ecuatoriano, el vehículo que le permitió llegar a la alcaldía de Guayaquil en 1984, con 32 años. Sin embargo, fue encausado por sus críticas a las Fuerzas Armadas y se fue a Panamá, donde lo detuvieron por tenencia de droga. Se habló de vínculos con Manuel Noriega, el hombre fuerte de Panamá, acusado a a su vez de estar ligado al narcotráfico.
Lo cierto es que, previa amnistía del Congreso, Bucaram regresó para participar de los comicios presidenciales de 1988. En una elección muy fragmentada, a Bucaram le alcanzó el 15 por ciento de los votos para salir segundo y pasar al ballotage. En la segunda vuelta cosechó el 46 por ciento contra el 54 de Rodrigo Borja.
Por segunda vez tuvo que dejar Ecuador con destino a Panamá, acusado de peculado. Regresó en 1990, por el cierre de la causa, y sin haber logrado una amnistía. En 1992 logró el 22 por ciento de los sufragios, pero quedó tercero en las presidenciales. La segunda vuelta consagró a Sixto Durán Ballén.
La llegada al poder
En 1996 salió segundo, con el 26 por ciento, un punto por detrás de Jaime Nebot . En el ballotage la suerte no le fue esquiva. Sacó el 54 por ciento y asumió el 10 de agosto de ese año.
Bucaram hizo campaña con un fuerte y agresivo discurso populista de derecha, con duras críticas a sus rivales. Prometió un fuerte ajuste para sanear la economía así como restablecer relaciones con Perú, tras el breve conflicto bélico de 1995. También prometió un ambicioso plan de viviendas.
Si Carlos Menem era el presidente disruptivo de los 90 con su estilo informal y jocoso, Bucaram fue más allá y para eso se sirvió de la televisión. No hizo reuniones de gabinete en la Casa de Gobierno, sino en distintos puntos del país y llegó a presentarse con el grupo musical uruguayo Los Iracundos en un programa de TV para recaudar fondos. Esa experiencia redundó en la grabación de un disco conjunto, titulado A un loco que ama.
Mientras hacía gala de su histrionismo afloraron las denuncias de corrupción. Se detectaron irregularidades en el plan de vivienda y se acercó al caso de la leche en mal estado de la Argentina de Menem con Abdalact, una marca de leche de la que se detectaron partidas vencidas. También se comprobó desvío de fondos en un plan de asistencia de útiles escolares.
Por si fuera poco, le llovieron críticas por nepotismo. Le dio un ministerio a uno de sus hermanos y puso a uno de sus hijos al frente de la Aduana. En ese marco, apostó todo a un plan económico ambicioso, para el cual contó con la asesoría de un economista que acababa de dejar la función pública: el argentino Domingo Cavallo.
La crisis y la destitución
El plan de ajuste tuvo la influencia de Cavallo, mientras se buscaba una convertibilidad a la ecuatoriana, fijando el valor del dólar en cuatro sucres. La ortodoxia cavallista aplicada en Ecuador no generó paciencia en la población ante el aumento desmedido de los servicios públicos. Mientras, rompía puentes con los partidos, los sindicatos, el empresariado y la Iglesia. Al despuntar 1997 sumó un logro: la presidencia, no de un bloque regional, sino de un club de fútbol, el Barcelona, el más popular del país.
“A nosotros no nos importa tanto que se ponga a cantar y bailar lo que le dé la gana, que haga el payaso, que asuma la presidencia de un club de fútbol, que escandalice con sus exabruptos. Ese no es el problema de fondo. Esa es la noticia chatarra. Para nosotros, la permanencia de Bucaram en el poder era un problema económico, social y político”. Lo dijo en esas horas Carlos Luzardo, del opositor Frente Patriótico.
A comienzos de febrero de 1997, los expresidentes Hurtado y Borja, junto con Nebot y otros antiguos candidatos, reclamaron que el Congreso tomara cartas y destituyera a Bucaram. Las principales ciudades del país albergaron marchas en contra del presidente. Así se llegó a la moción de destitución por incapacidad mental. Meses antes, la línea sucesoria se había alterado por una jugada parlamentaria, con lo que el cargo vacante no fue para la vicepresidenta Rosalía Arteaga, sino para el titular del Congreso, Fabián Alarcón. La destitución se produjo el 6 de febrero.
Los años posteriores
Bucaram viajó a Buenos Aires antes de recalar en su segunda patria: Panamá, donde pidió asilo político ante el avance de las causas en su contra. Pudo volver en 2005, cuando sus diputados bloquearon la destitución del presidente Lucio Gutiérrez. Para entonces, el país, que había sufrido el estallido del año 2000 contra el presidente Jamil Mahuad, estaba inmerso en un proceso prologado por las medidas económicas de Bucaram en materia cambiaria: la dolarización.
A su regreso, Bucaram prometió crear un movimiento similar al de Hugo Chávez en Venezuela, pero Gutiérrez fue destituido, y Bucaram se fue de nuevo a Panamá. Pudo volver en 2017, cuando se cerraron las causas en su contra. En agosto de 2020 fue detenido cuando, en plena pandemia de coronavirus, se hallaron en su casa de Guayaquil cientos de barbijos y tests de PCR.
Borges apuntó que “en el vocabulario crítico, la palabra precursor es indispensable, pero habría que tratar de purificarla de toda connotación de polémica o rivalidad”; y asoció a Kafka con autores previos en base a textos anteriores a este. Los cita y subraya que “se parecen a Kafka; si no me equivoco, no todas se parecen entre sí. Este último hecho es el más significativo. En cada uno de esos textos está la idiosincrasia de Kafka, en grado mayor o menor, pero si Kafka no hubiera escrito, no la percibiríamos; vale decir, no existiría”. Cambiando lo que haya que cambiar quizás se note la resignificación de un presidente ecuatoriano de hace casi treinta años respecto de uno argentino en el siglo XXI.
Por Juan Pablo Csipka-Página/12